Cajón de Sastre por Luis Parreño Gutiérrez


GIRAR LA CABEZA

Esta mañana temprano estaba cambiando impresiones con dos compañeros cuando se acercó a nosotros una mujer de edad indeterminada, muy bien arreglada con un cierto toque informal pero elegante, que nos hizo una pregunta relativa a nuestro entorno laboral.

Cuando se marchó quedamos mirando para ella con cierta admiración y seguimos el hilo de nuestra conversación pero ya pendientes de su marcha, de su caminar desenvuelto, de su figura y por qué no decirlo, de lo atractiva que nos pareció.

Desde otro lugar, alguien de su mismo sexo estuvo observando la escena, y al cabo de un rato, cuando coincidimos en otro punto del trabajo, me hizo ver lo absurdos que somos los hombres, que alucinamos con cualquier mujer, que perdemos el sentido transitoriamente y que seguimos siendo tontos de remate por embobarnos de esa manera.

Me hizo ver que somos como marionetas en manos de sus encantos, que nos dejamos seducir fácilmente y que no tenemos remedio. Yo quedé algo confundido, ya que a mi edad casi me estaba viendo en la coyuntura de sentirme un viejo verde novato y no reaccioné al momento.

Pero una hora más tarde, tras un café y unos momentos de reflexión, me dije que no tenía por qué sentirme mal. El hecho de mirar a una mujer se tenga la edad que se tenga, no tiene nada de particular, y más si admiras en ella otras cosas que de antemano conoces y que son adorno más que suficiente para levantar admiración. Me refiero a su vivacidad, a su inteligencia y a su elegancia. Que conste.

Así que sin más preámbulos le escribí un correo en el que adjunté estos versos surgidos de esa confusión que me hizo sentir, y que en modo alguno me va a variar las formas, ya que el mundo está para ser visto, y todos formamos parte integrante de él:


“El día que no gire la cabeza
cuando pase caminando
o solo cruce con ella mis pasos,
al paso de una mujer,
será porque he perdido la mirada
o porque este mundo gira al revés.

Que no hay modo ni forma de evitarlo
y yo creo que así debe de ser,
seguir los movimientos cadenciosos,
la curva insinuante de una piel,
el contorno geométrico perfecto,
los andares elegantes de una mujer.


              .../...


El día en que no gire la cabeza
y pases a mi lado te veré,
pues he tenido el tiempo suficiente
para aprenderme de lejos tu figura
y sin abrir los ojos recordarla
milímetro a milímetro, tal como es.

A veces una simple conversación saca de dentro de nosotros ese otro yo que llevamos dentro y nos impulsa a escribir cosas como esta. Como creo que lo que se escribe es para ser leído, si no lo lee nadie acaba muriendo. Así que por la vida de lo escrito, te lo envío y aunque solo lo leas una vez, seguro que vivirá más que si queda inédito.
Un saludo.”

Ahora estoy esperando una reacción, si es que la hay. De ser así no os quepa la menor duda que os informaré, sea cual sea el resultado.

Quizás penséis que soy un anticuado, un machista o algo por el estilo, pero os he de advertir que siempre he sido poeta enamorado, romántico y muy sensible a los encantos del sexo opuesto. Otra cosa es que haya tenido la suficiente valentía para seguir adelante.

                                       ***   OOO   *** 

La contestación recibida es la siguiente:

“Nosotras también miramos a los hombres, pero somos un poquitín más discretas, aunque también nos sepamos a alguno de memoria”

Ahí queda eso.



Luis Parreño Gutiérrez
Vigo, 23/10/2012