Cuento de terror de Mª Ignacia Caso de los Cobos Galán.
Terror en el mar
Formamos
una pandilla nutrida de adolescentes, de 15 y 16 años, de ambos sexos. Como ya
nos creíamos “mayores” organizábamos cada día distintas excursiones:
chocolatada en el Peñón de Raíces, ir andando por los atajos hasta Santa María
del Mar, pero aquel día nuestro proyecto era ir a pie a San Juan de Nieva,
porque el tranvía era demasiado lento, y allí alquilar una lancha de remos para
navegar por la ría hasta San Balandrán, bañarnos y continuar al Arañón donde,
al ser un entrante de la ría, el mar se mantenía en calma.
A
las chicas no les gustó nuestro plan, por lo que fueron por otros derroteros.
Empezamos
nuestra travesía ocho mozalbetes ansiosos de aventuras. Uno propuso:
- ¿Y por qué no
dejamos la ría y salimos al mar, más allá de la barra?
A la mayoría les
pareció estupendo. Yo no las tenía todas conmigo, pues el mar Cantábrico ya me
había hecho alguna jugarreta, pero ¿quién se atrevía a decirlo y quedar como un
caguica? Se mofarían todos de mí.
Cuando enfilábamos la
salida, unos marineros nos gritaron desde un barco:
- Cuidado, chavales,
que el mar está cambiante y posiblemente llegue una galerna.
Nosotros como veíamos todo en calma dijimos: ¡Bah!, y continuamos. Grave
error. Comenzó un viento huracanado y, poco a poco, el mar se puso muy bravo. Cada
momento era peor; las olas balanceaban la lancha como si se tratara un cascarón
de nuez. Tan pronto estábamos en la cúspide de la ola, como nos encontrábamos en lo hondo, con mar por
todas partes con peligro de zozobrar. Nadie hablaba; luchábamos con los remos
para salir del oleaje y embocar la ría. Muchos estaban mareados y vomitaban por
la borda.
Con
el miedo actuábamos como locos, remando y achicando el agua que entraba en la
lancha. Lo malo era que la corriente nos llevaba mar adentro.
Pasaron
terribles horas, no podría decir cuantas.
Cuando fue amainando el temporal nos encontrábamos exhaustos por la
lucha contra el mar y la falta de alimentos. Ya no podíamos más y nos dejamos a
la deriva echados en el fondo de la lancha, para tratar de reponer fuerzas.
Independientemente, tampoco sabíamos en qué lugar de la costa nos
encontrábamos, por lo que era inútil remar, ¿hacia dónde…?.
Sin
embargo, lo más penoso fue la llegada de la noche en que, presos del terror,
creíamos ver dragones y otros monstruos que nos acechaban.
Perdimos
la noción del tiempo horrorizados hasta el punto de pensar que el mar iba a ser
nuestra sepultura.
Transcurridos
dos días fuimos avistados por un barco pesquero que faenaba en las cercanías y
que nos liberó de aquella pesadilla.
Oviedo, 21 de Febrero de
2012.
Mª Ignacia Caso de los Cobos Galán.