Barajando Palabras - José Cueto

HOMENAJE A "EL JARDÍN DE LAS DELICIAS" del Bosco
Comenzando por la nebreda que se extiende cual muro frente a mis ojos, compongo el verso creador, la primera palabra y la imagen del nubarrón de delicias que recorren mis neuronas inquietas e imaginativas. Aún veo por encima de tales hojarascas dos ojos extraños, oscuros y desviados.
Siento el chapoteo de varios necios en los charcos mientras mi hermana trata de decirme algo. Me agacho, pero apenas atiendo a lo que me dice. Aquella enorme cabeza de búho acaba de girar un sesquiáltero y tengo los nervios a flor de piel, me está dando la nuca como si de una señal de tráfico emocional se tratase.
-Ve y observa aquellas aves grandiosas y hermosas, hermano… Pero evita mirar a estos desnudos encapuchados cual medusa transparente, ¡quedarás ciego!
El contrato de fraternidad entre nosotros me obliga a hacer caso de mi imitadora de eremitas, filósofa sin rumbo y delicada hermana.
Vadeo por un pequeño colaire los preciosos enebros y aparezco ante un tendal de figuras colgadas concéntricas a un estanque; desfilando, montando, cogiendo y riendo animales abestializados y domésticos. Los ignoro a todos, pues la necesidad de obedecer me apremia; y veo ahora los mismos ojos, ya más grandes y en su forma completa, que infunden un terror subjetivo y aberrante.
Sigo la línea de árboles distraído con las extrañas construcciones a este alemán lado del muro. El caramanchón de los edificios ganchudos y coloridos invita a arrojarse contra el agua, ¡o quizá la tierra misma y acabar con estas delicias sin sentido!
Colarse de nuevo entre aquellas plantas murales fue un auténtico suplicio que acabó desembocando en una caída en el agua embarrada. Mi trasero desnudo se resintió al caer sobre un cachivache que arranqué de la fangosa agua. Mientras miraba qué diantre era aquella cosa que me había dolido en las posaderas, alcé la vista hacia la meta, perdón, las aves de las que orgullosamente hablaba mi hermana. Grandes pájaros burlones y serios que medí con aquel cacharro a modo de catetómetro una vez sacadas mis partes de aquel cenagoso estanque. Allí se erguían contemplando y entreteniendo a los necios. Necios de colores y extrañas poses, con sus insensatos disfraces y sus carrozas de raro parecer.
Mi cabeza enloquecía contemplando aquellas gentes de pecado y disfrute. Arrojé el aparato con desprecio y me enfadé, marchando de nuevo hacia donde mi hermana se encontraba para echarle un buen rapapolvo.
¡Qué imagen más grotesca! ¡Pero si están todos desnudos como yo! Arremolinados alrededor de escenas surrealistas y desesperanzadoras. Me dan náuseas. Quiero gritar:
-Retírate de mi cuadro, mujer. ¡Retírate!, he de pasar. Pero qué hacéis holgazanes. Traídos del edén o del infierno, humanos terrenales y tontos. Lujuria necesitáis, rastro de mieles y adustas pasiones. Deseo poseeros a todos. Deseo untaros el barro que recorre mi piel y veros retozar como moscas molestas. ¡Oh, sexualidad empinada y en descontrol! ¿Cuándo cambiarás? ¿Mañana?