Barajando Palabras - Pepa Rubio

NADA ES LO QUE PARECE

En las vacaciones de verano, los primos nos reuníamos en casa de los abuelos, y una de nuestras distracciones favoritas era inspeccionar el caramanchón y convertirnos en improvisados detectives, con la ilusión de hallar un gran tesoro. Nada escapaba a nuestra curiosidad y control. Hacíamos un minucioso registro y no dejábamos títere con cabeza. Nos llamaban especialmente la atención las fotografías antiguas. En la mayoría de los casos no conocíamos a los retratados, que se convertían en protagonistas de historias disparatadas o truculentas, que provocaban un coro de risas o una desbandada general.
Nuestro interés se centraba sobre todo en un baúl de metal, con dibujos dorados y azules, forrado en raso, que la abuela había traído de Córdoba-Argentina. Contenía un sinfín de objetos: guantes de ganchillo, tocados, sombreros, carteras de mano, vestidos de gasa y encaje, prendas de terciopelo, zapatos de tacón que hacían las delicias de las niñas a la hora de los disfraces.
Un cinco de Agosto, recuerdo la fecha porque era el santo de la abuela, hicimos un descubrimiento inesperado: una enorme lámina, plegada en cuatro partes que representaba una extraña composición pictórica. Alguien había escrito al dorso :“El jardín de las delicias, El Bosco”. La desplegamos y nos situamos alrededor. Nuestros sorprendidos ojos parecían querer salirse de las órbitas. Estábamos estupefactos. El silencio fue total durante unos cuantos segundos. No tardamos en reaccionar y cada uno dio su opinión: “No sé qué representa, pero me gusta, dijo Julio. ¿ Por qué las figuras tienen tamaños tan distintos, preguntó Marta? Quien pintó esto debía de estar loco, afirmó Álvaro. Mirad cuántos desnudos y qué posturas tan raras adoptan, se atrevió a decir Lucía”. La escalera de madera crujió bajo el peso de un adulto que se acercaba, y nos apresuramos a replegar la lámina y a colocarla en el fondo del baúl.
Mis ojos descubrieron así esta obra maestra, que aún hoy no acierto a comprender del todo. Entonces me llamaron la atención su estética, colorido, la desnudez generalizada, los cuerpos gráciles, esbeltos, nacarados, indefinidos, que parecían ocultar el sexo, cuando era sin embargo el protagonista principal.
Más tarde y al contemplarla despacio, he descubierto mundos imposibles, jamás imaginados.
Su enorme tamaño, 2,20 por 1,95, permite al autor crear infinidad de figuras y situaciones. Juega magistralmente con el color y consigue que nada sea lo que parece.
En la mitad superior el agua tiene un protagonismo esencial: los cuatro ríos  del Paraíso terrenal, el estanque  que representa la eterna juventud.
El Bosco ha necesitado hacer uso del catetómetro para determinar la altura de las figuras, que va aumentando de norte a sur.
Cielo, tierra, agua, colaires, figuras humanas, animales reales o fantásticos, árboles, frutas,  raras estructuras…
Una mirada fugaz nos descubre un Edén, otra lenta y escrutadora el contra Paraíso. Lo que parece bucólico y placentero resulta ser un enorme disparate, el mundo al revés.
El dios sexo está omnipresente, bajo todas sus formas. Es un canto a la lujuria y a la concupiscencia. Las frutas, los petirrojos, la laguna,  aluden a este pecado capital .
Extrañas estructuras aprisionan a los pecadores: pompas, conchas, alambiques y matraces  que pueden tener relación con la alquimia.
Los distintos elementos que aparecen son mayores que las figuras humanas, lo que nos hace pensar en la proporción que establece el sesquiáltero.
La abundancia de frutas: madroños, fresas, frambuesas, nebredas,  recuerda la fugacidad de la vida. Hoy son deliciosas y mañana estarán podridas.
Eva aparece en una cueva en el ángulo inferior derecho, y un hombre, el único vestido, Juan el Bautista, la señala como responsable del pecado original. La misoginia es evidente.
La tabla parece un inmenso tendal del que cuelgan todo tipo de seres fantásticos, que ofrecen tamaños distintos, dependiendo de la distancia que les separa del espectador.
Es un canto a la desnudez, la fantasía y la desmesura, con un fin moralizante y satírico.
Bajo formas y colores hermosos se ocultan el pecado y la corrupción.
Nada es lo que parece.