Baúl por Jaime del Egido


¿Okupas o inquilinos?

En esa disyuntiva entre okupa e inquilino está mi caso, nuestro caso; sin embargo no es un dilema para nosotros. No solemos reflexionar sobre ello porque es nuestro modo de vida y nos resulta un hábito natural. No queremos entender de propietarios o inquilinos, ni saber nada de arrendadores o arrendatarios. En la comunidad siempre nos desenvolvemos como amigotes, compartiendo casa, comida y momentos de ocio.
La última vez que acampamos por nuestros fueros fue una tarde fría de otoño. Nos colamos en una de esas casas, en un pueblo de Castilla y León, que desde finales del verano hasta comienzos de la primavera permanecen deshabitados. A decir verdad, no nos costó mucho esfuerzo entrar: sólo tuvimos que derribar una entrada semi tapiada, desde la zona del patio, para instalarnos con todo lujo de comodidades. Además estaba todo muy limpio y ordenado por sus legítimos moradores que, sin duda, antes de marchar habrían hecho un zafarrancho exhaustivo para encontrarse todo listo a su regreso.
Cuando un día, inesperadamente, apareció Julio (uno de los trece dueños en que estaba repartida la propiedad), no hubo tiempo de preparar un saludo apropiado o de iniciar una rápida y digna retirada. Lito estaba asomando graciosamente la cabeza por encima del trofeo que había sobre el frigorífico; desde allí dominaba la entrada de la cocina y hacía las veces de vigía aunque en esta ocasión no le diera tiempo de dar ningún aviso. Mendela, en su particular y confortable asiento, dejó de acicalarse el pelo y las cejas para mirar ofendida al maleducado intruso. Yo era el único que no estaba visible pero me alarmé por el ruido de la puerta y por el silencio absoluto que se produjo; en un instante me hice cargo de la comprometida situación de todos nosotros. Soy aficionado a la electricidad y al magnetismo, y aquella entrada brusca me pilló desprevenido dentro de la lavadora, embelesado con los cables de la caja de fusibles (parecía una escultura sedente). Me incorporé con rapidez y me  puse en situación total de alerta.
Aunque el manejo de la fregona en las manos de Julio fue ágil y contundente, no fue lo bastante eficaz, y los tres nos escabullimos por un intersticio al otro lado del zócalo.
Fue así como nos pusimos, una vez más, a salvo de la incomprensible furibundez de los humanos.

Jaime