Concurso de relatos de misterio por Mª Evelia San Juan Aguado


LOS ENGARCES DEL TIEMPO

          A veces, la vida da un vuelco
 de un día para otro sin que nada
 pueda hacer sospechar la
 proximidad de hechos ineludibles.  
En su tarjeta de visita aparecen estos datos: Manuel Lacar López, agente comercial de Renault, delegación de Oviedo. Dos teléfonos, un fax y una dirección de correo electrónico completan la información.  Los datos de carácter más personal los reserva para los amigos y los buenos clientes, muchos de los cuales han pasado de éste al anterior grupo por su buen hacer profesional. Hace más de dos años que se trasladó desde León y se siente a gusto con su nueva vida, aunque tiene algunos objetivos aún pendientes. Sigue soñando con ser director de sucursal, sus veintitrés años en la empresa y el número de automóviles vendidos serían, según él, su mejor aval. Su vida sentimental se halla, ahora que tiene a Sara, en un momento de madurez y estabilidad que le gustaría completar convenciéndola para vivir juntos. Es miembro entusiasta del grupo de montaña “Urriello” que hace rutas dominicales dos veces al mes. Le suele acompañar Sara, excepto cuando están calificadas de alta dificultad. Le gusta cocinar y disfruta con las grandes preparaciones que hace cuando celebran reuniones familiares y amistosas.
Manuel está pensando que este domingo, sin salida al monte, va a ser ideal para visitar a sus padres y estar con su hijo Carlos, que vive con su ex. Pueden  hacer el viaje en el día y llevarle un regalo de cumpleaños, ahora que lo tiene tan próximo.
¿Qué tal, mamá?
Muy bien, hijo. ¿Cuándo venís a vernos?
Si quieres, haremos una lasaña el domingo.
Verás qué buena nos sale. Compraré el sábado.
Voy a llamar a Carlos. A ver si papá va a buscarle y llevarle.
Claro, no te preocupes. ¡Qué alegría teneros a todos juntos!
Le queda concretar con Sara la hora de salida. Y comprar un libro para el chiquillo, que lee sin parar. Bien quisiera ver de cerca su rápido crecimiento, pero solamente lo tiene en los períodos de vacaciones. No negoció con acierto su divorcio. Ella se quedó con todo y a él le tocó poner tierra por medio. Pensar ahora en eso no arregla nada, pero es inevitable. El tiempo ha marcado la distancia bienhechora y curado la herida, queda la cicatriz. Tal vez cuando crezca y vaya a la universidad podrá tenerle cerca.
Acabas el turno de mañana, ¿verdad?
Sí. Y este fin de semana me toca descanso.
¿Qué te parece ir a León a pasar el domingo?
Perfecto. Podremos salir pronto, haré la limpieza y la compra mañana por la tarde. Ya imagino que estás deseando ver a Carlos y a tus padres.
Sí, además falta una semana para el cumpleaños del niño. Aprovecho y le llevo el regalo. He hablado con mi madre, vamos a hacer una lasaña.
Se me hace la boca agua. ¿Qué te parece salir a las nueve?
Buena hora. Mañana, si quieres, podemos ir al cine.
¡Siento curiosidad por ver  “Más allá de la vida”!  Ha tenido muy buenas críticas y algunas compañeras que la han visto me dicen que no me la pierda.
Por mí, la que tú quieras. Lo que no podremos hacer es quedarnos a tomar algo a la salida.
Claro. Yo preparo la cena, ven a casa hacia las ocho.
No hagas postre. Yo lo llevo.
De pronto, se acuerda de su hermana, de los tiempos de infancia, de los juegos de chicos que le enseñó. Ella fue buena estudiante, no como él. Acabó farmacia y tiene un trabajo de investigadora en el laboratorio. Su afecto hacia ella ha crecido con los años y ahora que vive con su novio se siente tranquilo. Sólo les falta decidirse a tener un niño. Y les va a animar este domingo durante la comida.
El resto de la tarde transcurre con lentitud, no hay clientes que se acerquen a ver los coches y la exposición recién renovada no necesita retoques. Los nuevos carteles son bien visibles desde el exterior, anuncian las ofertas que mejoran las ayudas oficiales para estimular las compras, el modelo estrella, el nuevo Megane gira suavemente sobre una plataforma realzada. Parece observar a sus hermanos menores y decirles: “Soy el mejor, admiradme”. Manuel sabe al dedillo cómo ha evolucionado la crisis, desde su comienzo hace más de dos años, hasta ahora, cuando algunos hechos hacen pensar que hay poca esperanza. Recuerda los tiempos en que las ventas se hacían con regularidad y había que dar cita a los clientes para ver con tranquilidad y probar. Convencerles era cuestión de habilidad, paciencia y descuentos administrados con acierto. El arte de vender se ha complicado mucho: ahora escasean los que se acercan. Apenas quieren otra cosa que recoger los folletos de algún modelo económico, hay que actuar con suma discreción.  Destacar las ventajas añadidas del fabricante y la diferencia entre los coches de antes y los actuales, en aspectos como consumo, contaminación y confort –que él suele abreviar en CCC. Espera  llegar a jefe de ventas, ya lo sería de no haber surgido estos contratiempos, y acabar como director de la sucursal. Cuando habla de ello con Sara siempre le contesta que soñar es gratis.
Sara, su compañera actual, la mujer tranquila que le ha dado  cariño y estabilidad. La que le sacó de la depresión cuando se divorció y se trasladó desde León a Oviedo. Experta en capear recelos matrimoniales. Su propio matrimonio se hizo insostenible cuando los celos de él pretendían hacerle dejar su trabajo en el geriátrico y quedarse en casa. Su abogada y ella saben las infinitas trabas que hubo de superar hasta conseguir la separación. El maltrato psicológico no es fácil de demostrar, aunque acarrea parecidas consecuencias que el físico. Se quedó prácticamente sola y tuvo que pagar la mitad del piso. Menos mal que sus padres la ayudaron. Cuando la conoció hace dos años sintió pronto una atracción especial, diferente a sus experiencias; le parecía haber vivido con ella en una existencia anterior, encontró su alma gemela. Ambos necesitaban dejar atrás un fracaso vital, tenían edades cercanas,  gustos en cierto modo parecidos.  La relación surgió con naturalidad y se fue consolidando a base de descubrir el gozo de su mutua compañía.  Lástima que se haya negado hasta ahora a dar el paso de vivir juntos, sería perfecto. Aunque tuviera que usar el coche a diario.
El sábado transcurrió tranquilo, según lo previsto. La película no era nada del otro mundo.  Madrugaron para viajar el domingo y tuvieron un día muy agradable. No se habían vuelto a reunir todos desde la pasada Navidad.
Durante el viaje de vuelta comentaron  y estuvieron haciendo planes para la próxima semana.
¿Qué tal día has pasado, Pitufina?
Lo he pasado muy bien. Lo que no esperaba es que tus padres nos tiraran indirectas para que nos casemos. Sabes que estamos bien así, debes hacérselo aceptar.
No te preocupes, hablaré con ellos. A ver si se dedican a Celia y Ramón, que ya va siendo hora de que piensen en aumentar la familia. A mi hermana, como se descuide, le van a salir nietos en vez de hijos.
No exageres, que no es para tanto.
Los de “Urriello” tienen prevista la Ruta del Cares para el próximo domingo. ¿Qué te parece?
¿No será dura para mí?
Si te lo estoy proponiendo es porque sé que vas a disfrutar en ella.
Entonces,  no se hable más. Te acompaño. Concretaremos el viernes lo que vamos a llevar, que mañana empiezo con las tardes. Haremos la compra el sábado. Necesito unas botas de montaña.
 Hacia las once de la noche Manuel dejó a Sara en su casa y se fue directo a su apartamento. Recordó la alegría de Carlos al recibir el libro de Harry Potter y se hizo el propósito de hablar con él más a menudo. Vio una película en la TV y se acostó.

Mientras subía la escalera, Sara recordaba detalles de este día que quería conservar: el ambiente familiar cálido, de acogida sin reservas, la alegría del niño al recibir el regalo y las caras de satisfacción de Manuel y su madre cuando todos disfrutaron con el banquete. ¿Acaso se estaba equivocando cuando se negaba rotundamente a convivir a diario con él? Había quedado tan escaldada  del matrimonio y de las dificultades para conseguir el divorcio que se había prometido a sí misma no reincidir jamás. La convivencia de fines de semana, festivos y vacaciones le había resultado ideal hasta ahora, ¿por qué cambiar? Metió la llave en la cerradura con la intención de girar dos veces, pero tras la primera la puerta se abrió. Se sorprendió un poco, pero todo estaba normal. Fue directa al dormitorio para cambiarse, recoger la ropa y conectar la alarma en el despertador. Nada de cena, pensó, con un yogur al ir a la cama sería más que suficiente.
 Se encaminó al salón, encendió la luz. Arrellanado en una butaca la esperaba Ramiro, su ex, con una mirada que despedía fuego. Sobre la mesita, un vaso manoseado y una botella de whisky casi vacía. Su corazón empezó a latir desacompasado, pero quiso afectar calma.
¿Qué haces aquí? ¿Cómo es que te quedaste con una llave?
Te recuerdo, querida –con retintín, que tú y yo hemos sido muy felices en esta casa.
Y yo te recuerdo que hace más de dos años que estamos  “felizmente” divorciados. Te pagué mi parte y la casa es mía. No tengo ningún interés en que estés aquí, ni siquiera de visita. No eres bienvenido.
Tenía ganas de verte. Yo te sigo queriendo, eres mía y de nadie más. ¿Dónde has estado todo el día fuera? Llevo esperándote desde las tres.
Ramiro, no empieces, por favor. Hace tiempo que cada uno de nosotros recobró su libertad. Me da igual con quién salgas, vayas o vengas.
¿Con quién estás liada, zorra? Seguro que a ese cerdo le estás dando lo que a mí me negabas, a pesar de que era tu obligación. Eres una perra. No mereces vivir.
Por favor, por favor, tranquilízate y reflexiona: ya no somos marido y mujer. No estamos juntos, sino divorciados. ¿No lo entiendes?
Me sobran entendederas, la que no entiendes eres tú, ni divorcio ni hostias. Vas a ser mía, ¿lo oyes? Mía y de nadie más. Venga, no te hagas la estrecha, en el fondo lo estás deseando. Vamos a repetir los triunfos de nuestros mejores tiempos.
Ramiro, por Dios, recapacita, es muy tarde. Márchate, por favor, no me hagas tener que pedir ayuda.
Se acabaron las tonterías, tira para el dormitorio.
Estoy muy cansada, necesito estar sola. ¿Cuánto has bebido?
Conmigo no se juega, zorra. Túmbate ahí mismo…
Se produce un enorme forcejeo y férrea resistencia por parte de ella. Ramiro no puede consentir que ‘su mujer’ se ponga tan farruca. Su ira ha crecido hasta la exasperación. Se abalanza sobre ella, la coge por el cuello, la sujeta con fuerza y consuma su venganza. Sara queda malaparcada en el sofá, con el espanto pintado en sus ojos totalmente abiertos y un rictus de dolor en la boca.
Satisfecho el deseo, recobra una extraña tranquilidad y se aplica a borrar huellas. Desde que entró ha procurado evitarlas. Se asea y sale de la casa con todo sigilo. Comprueba que lleva consigo el billete que le va a trasladar mañana por la mañana a Venezuela. Las pocas horas que le faltan, pasarán distraídas en un local de esos que nunca cierran.
El lunes a las siete de la tarde en una llamada al teléfono del concesionario preguntaban por Manuel: era el padre de Sara.
¿Sabes algo de ella?
Llegamos anoche a su casa hacia las once de la noche. Ya sabes que fuimos a pasar el día a León con mi familia. No quiso que subiera con ella, así que me fui directo a mi casa. Esta semana tiene turno de tarde. Pensaba llamarla después de cerrar aquí.
No ha ido a trabajar. Tampoco les ha llamado. La hemos llamado al móvil, pero no contesta.
Yo no tengo llave de su casa. La voy a llamar ahora y si no lo coge le pongo un mensaje.
Nosotros sí tenemos llave. ¿Quieres venir conmigo hasta su casa cuando acabes?
Sí, es una buena idea.
Yo mismo paso a recogerte.
De camino hacia la casa, el padre le comenta a Manuel su extrañeza por esta ausencia de su hija, que nunca había hecho algo así. Le pregunta si ayer discutieron o notó algo raro en ella. Al recibir respuesta negativa añade: “¿Qué puede haber pasado?”
Al entrar en la casa Manuel se dirige en primer lugar al dormitorio y al baño. El padre entra directo al salón. Al encontrar a su hija, siente un desfallecimiento en las piernas, la vista quiere nublársele. Llama con voz ahogada:
Ven, está aquí…
¡Sara! ¿Qué te han hecho? ¿Quién ha sido el cabrón que ha acabado contigo?
 Por su mente pasan a gran velocidad mil ideas mezcladas, la celebración de ayer, la conversación durante el regreso, los planes para el próximo fin de semana, los celos del vejestorio de su ex marido que provocaron el divorcio, según le ha contado ella. Su afán posesivo, su reticencia a dejarla libre, ¿quién sino él puede haber perpetrado este asesinato? Ella era una mujer tranquila, cariñosa, carente de enemigos, bien considerada en su trabajo.
Hay que avisar a la policía.
Ahora mismo les llamo.
Voy a hablar con mi mujer. No sé cómo se lo voy a decir.
La llegada de la policía apenas interrumpe los oscuros pensamientos de Manuel. Una película de escenas oxidadas va percutiendo en sus sienes. ¿Por qué Mari Fe se largó de su vida sin dar explicaciones? ¿Por qué fue a casarse con una mujer cuyo único interés era tener un hijo? Una vida sentimental  alimentada de fracasos que él atribuye a un destino oscuro, que le persigue inexorable y ahora ha venido a su encuentro. El mal fario que se cebó con Sara, como una deidad devoradora, ansiosa, parece no haberse saciado y exigir más.
El interrogatorio al padre acaba pronto, son muy escasos los datos que puede aportar.

Tal vez los inspectores tenían prisa por resolver este caso. La estéril búsqueda de pruebas propició un largo interrogatorio con preguntas capciosas que se repetían de cuando en cuando bajo el disfraz de palabras  distintas y que resultó extenuante para Manuel. En cualquier momento le podrían volver a citar.
En el periódico la noticia apareció el martes bastante  escueta. Una más de tantas mujeres víctimas. La encontró la policía tendida sobre el sofá del salón.  La identificaron como S.A.G., de 36 años de edad, auxiliar de geriatría, divorciada. Las primeras investigaciones  apuntaban como sospechoso a su actual compañero, que fue visto ese día en la escalera por una vecina de la misma planta. Esta misma persona informó que la mujer se había divorciado hace más de dos años y que en la actualidad mantenía una relación con M.L.L., pero no vivían juntos.
Al día siguiente, tras las exequias vespertinas, se puso al volante de su Renault Laguna y pisó el acelerador hasta el fondo en dirección a la costa. Bullían en su cabeza las imágenes recientes de  Sara muerta en el sofá, el calvario de preguntas, la  autopsia, las oraciones del funeral, la introducción en un húmedo nicho. Entremezcladas con ellas, aparecían las de sus fracasos antiguos. Su vida era una carga insoportable. Y de pronto apareció frente a él la boca del túnel. Estrelló el coche contra la pared de la entrada.

Mª Evelia San Juan Aguado