Concurso de relatos de Navidad por Mar Cueto Aller
La estrella refulgente
En la sala de control del transportador interplanetario todos los
tripulantes se hallaban desconcertados. Llevaban tres días intentando
comunicarse telepáticamente con los astrónomos y no recibían ninguna contestación.
La situación se había vuelto muy preocupante. No solo necesitaban la preciada
agua que habían venido a buscar, sino que ahora les urgían varias provisiones
necesarias para su regreso y para la supervivencia de la pequeña Lunabel. Cada
dos horas hacían una pausa para intercambiar opiniones sobre la situación en la
que se encontraban. Los paneles de control de cada uno de los tripulantes
indicaban con una luz de diferente color la intensidad de la frecuencia con que
se comunicaba o dejaba de hacerlo con su receptor.
-Es inexplicable que ninguno de nuestros astrónomos esté receptivo- dijo
el supervisor de ruta-.De no conseguirlo antes de dos lunas nos veremos
obligados a aterrizar sin su orientación.
-Pero no podemos hacer tal cosa. Solo ellos están preparados para
entender nuestra presencia y nuestra tecnología.-Dijo la jefa de relaciones
públicas interplanetarias.
-Sí, ya sabéis que la mayoría de los terrícolas son muy ignorantes y por
esa razón tienden a destruir a todos los que no entienden y les hacen sentirse
inferiores.-Comentó Sabino el archivador y acumulador de datos.
-Pues no nos quedará más remedio- dijo el supervisor-necesitamos además
del agua, oro para arreglar la turbina del generador de la máquina de
movimiento perpetuo. Incienso para que el
mecánico pueda soportar las emanaciones de los cables quemados y lo que
es más importante la mirra para poder curar a la pequeña Lunabel.
-¿No podríamos lanzarnos uno o dos de nosotros disfrazados de seres
simples como los humanos poco evolucionados? Mientras tanto los demás
esperaríais en el transportador interplanetario sin correr riesgos.
-Eso sería muy peligroso incluso para vosotros los hombres de acción.
Además, cada vez se va aminorando más el
escudo protector, ya es tan visible nuestra presencia que empiezan a
sospechar que no se trata de una estrella.
-Y los astrónomos siguen sin dar señales de vida. Es inaudito que
ninguno de ellos acuda a entregarnos los presentes que necesitamos.
-No deberíamos de haber intercedido en el consejo galáctico para que les
salvasen la vida a los destructivos habitantes de la tierra. Siempre con sus
guerras y sus trifulcas. Nuestra benevolencia ahora será nuestra destrucción.
-No seas tan pesimista, Olimpario, aún podemos resistir unos días más
con las reservas que tenemos. Aunque la mirra empieza a escasear y la niña cada
toma necesita mayor cantidad. Todavía hay esperanza. Los astrónomos hasta ahora
nunca nos habían fallado.
-Es cierto. Pero como nos fallen esta vez, ya nadie volverá a interceder
por los habitantes de este planeta. Les dejaremos que se autodestruyan o quizás
les enviemos a cazadores de Telistazan para que les aligeren ese suplicio.
-Volvamos a intentar comunicarnos. Quizás tengan una buena razón para no
haber asistido a nuestra llamada.
-¡Sí! Mirad cuánta gente se dirige hacia aquel pueblo. Y no parece que
vayan en son de guerra.
-¡Sí! Parece que van cargados con regalos y presentes. Van en son de
paz. Quizás no sean tan malas las gentes de este planeta.
-Mirad, a lo lejos se ve el séquito de los astrónomos. Sí y traen los
presentes que necesitamos.
-¡Aleluya! Ya me llega la comunicación. Van a entregarle parte del oro
que nos traían a un recién nacido. Pero no nos alarmemos, quedará lo suficiente
para la restauración de la turbina del generador.
-¡A mí también me llega un mensaje!-Dijo la jefa de relaciones
interplanetarias- Ese niño que nació hace un momento será muy importante para
este planeta durante muchos siglos. También le están regalando incienso, pero han
reservado una parte para nosotros. Los mecánicos, ayudados del incienso, podrán
resistir los efluvios de los circuitos quemados.
-También me comunican que después de agasajar al niño adorado por los
terrestres, nos traerán la mirra que tanto necesitamos para la sanación de
nuestra pequeña.
-Incluso nos van a traer, algunos de los pastores que les
acompañan, sus ánforas con agua. ¡Estamos salvados!
-¡Sí! Todos estamos salvados. Nosotros porque regresaremos con un poco
de lo más valioso que hay en este planeta y ellos porque
su alma y su mente todavía no está tan corrompida como temíamos.
Mar Cueto Aller