Concurso de relatos sobre mujeres: Mª del Carmen Salgado Romera -Mara-


A mi hija Patricia

¿Te acuerdas? Era domingo. Tú estabas en mi barriga. Yo, ese mismo viernes, había pedido 15 días de permiso por maternidad para preparar tu llegada.
Pero ¡concho!, te aburrías. Lo comprendo: Tantos meses ahí metida...
Estábamos solas, en el piso de alquiler en un tercero sin ascensor. Papá y yo estuvimos preparando tu habitación durante varios meses. Habíamos puesto un papel pintado, clarito, de florecillas azules. Y había comprado colchas nuevas para las 2 camitas que había en la que sería tu habitación. La cuna, sólida, cálida, estaba en la nuestra, una habitación grande con moqueta granate y la colcha que compramos (que acabó siendo un disfraz, años después). Noté un líquido cálido que bajaba entre mis piernas. ¡Oh! ¡Que viene ya! Subí a avisar a las vecinas. Ellas llamaron por teléfono a la estación de Llanera, donde trabajaba papá de especialista de estaciones (yo de aquella era ayudante de maquinista). Y papá vino, emocionado, desde allí en el Renault 4 de segunda mano, matrícula de Zamora, al que llamábamos "Zacarías". 
Me llevó a maternidad. No le dejaron pasar, entonces no dejaban pasar a los padres. Yo oía a las mujeres chillar y pensaba que eran unas exageradas, hasta que me tocaron a mí las contracciones. ¡Vaya si duele!, pero fue un parto rápido, sin complicaciones (la pelma de tu hermana me tuvo más de ocho horas...).
Y, Patri (estoy llorando) cuando te pusieron sobre mi cuerpo (ahora lloro más) fue lo más maravilloso que me ha ocurrido jamás. Hija, nunca te podré agradecer bastante ese momento que cambió mi vida. Antes, por la calle solo me fijaba en la gente joven. Desde ese momento abrí los ojos a todo lo demás, me abriste el corazón, hiciste que sacara esa parte de mí, el instinto maternal, que desconocía tener.
Te llevaron, a mí me metieron en una habitación para tenerme controlada. Entretanto vinieron desde León tus abuelos y tus tíos. Yo me levanté fresca como una rosa. Y, aunque nos habían separado, cada vez que estaba a tu lado me sentía dentro de tu mente, sabía lo que querías y cómo te sentías, sin palabras, sin pensamientos... Solo me duró unos días. Luego fue cuando papá y yo echamos de menos que no hubiera un traductor de bebés, qué lío cuando llorabas, qué le pasará...
Cuando llegamos a nuestro piso aún tenías el cordón umbilical y te lo curábamos, hasta que se cayó. Manchamos la colcha de la cama grande de Betadine en la que te poníamos junto a Lolo, ¡el muñeco que te regaló la familia y que luego fue heredando tu ropa y creciendo como un hermano menor!
En fin, tesoro (ya me sequé las lágrimas), esta carta es mi particular felicitación. Te mando una foto de la colcha para que veas que no se le notaba la mancha de Betadine.
Que cumplas muchos, muchos. Te quiero mucho, mucho, mucho. Un achuchón enorme. ¡Hala, otra vez llorando!
Ojalá que seas muy feliz, eres una gran persona de quien me siento muy orgullosa. Otro abrazo. Voy a escanear y a buscar archivos para adjuntar.