Relato de Ciencia Ficción por Jaime del Egido


2.389

Se puso de nuevo sus gafas para mirar a través del ventanal y ver nítidamente el fenómeno meteorológico. Illán Noriega, especialista en física espacial, presencia la tormenta de granizo y arena rosa desde el único edificio habitado de la República Independiente del Principado.

Es el año 2.389 y la vida en el Planeta Tierra se desarrolla en condiciones extremas.
Los apenas cincuenta mil supervivientes al cataclismo ocurrido en los años setenta del siglo XXIV están recluidos, por decreto del Gobierno de las Repúblicas Independientes (R. I.) de la Zona II (antigua Europa), en enormes edificios acondicionados. Los dos más importantes son precisamente el de la R. I. del Principado, y el de la R.I. de París.
Son lugares protegidos de las despiadadas radiaciones ultravioleta, y de la sequía ácida que emana del estercolero continental de ácido sulfhídrico para la obtención de energía  (único compuesto permitido como refrigerador de los reactores que consiguen la fisión de los átomos de hidrógeno).
Las personas que quieran abandonar el lugar, con permiso del Departamento de Viajes Inter zonales, lo harán siempre  en el helicóptero anti-radiactivo, y embutidos en los trajes alcalinos refrigerados.  Previamente habrán tenido que hacer una petición formal y justificada a la Secretaría Central de Viajes, y ésta les habrá advertido de una serie de condiciones inexcusables a cumplir, entre ellas el retorno antes de cuarenta y ocho horas.
El paisaje en la actual Zona II, se ha convertido en un gigantesco desierto en el que la vida se reduce a la presencia de escasos animales y plantas que, en su día, hicieron una mutación que les permite resistir altas temperaturas en la actualidad. No hay vida humana fuera de estos edificios.
Han desaparecido las costumbres tradicionales y el folklore de cada región; se han suspendido las manifestaciones artísticas, incluido el ocio, el deporte y el cine; sólo se mantienen los estudios universitarios más útiles, como física espacial, química humana y metalurgia sideral.
Todos y cada uno de los humanos tienen una misión encomendada para cumplir diariamente. En los llamados “ratos libres” hay obligadas reuniones que están encaminadas a conseguir fórmulas de mayor eficacia para las tareas de supervivencia.
Tanto la actividad como el descanso están regulados por las correspondientes dosis de estimulantes e hipnóticos. La alimentación es sintética en su totalidad: Brebajes hidrolizados de proteínas, hidratos de carbono, minerales y vitaminas; el agua se consigue del aire atmosférico, aprovechando los fenómenos de condensación en los rocíos y previa purificación de elementos sulfurosos y radio activos.
El complejo entramado de la vida en la Tierra está encaminado a la búsqueda de condiciones habitables en otros planetas, mediante costosos viajes interplanetarios, y a la desesperada intención de sobrevivir en éste, hasta la solución definitiva.
Todas las personas tienen la mentalidad de contribuir a la única tarea que puede asegurar el futuro humano.
No se permiten desfallecimientos de ningún tipo, salvo el último.

Cuando disminuyó la intensidad de la tormenta, Illán Noriega se retiró al departamento  de física espacial. Debería dejar hechas unas anotaciones antes de entrevistarse, por video-conferencia, con el responsable de la planta de Embriones Humanos en uno de los edificios de la República de París…


Jaime del Egido