Doce cuentos para trece meses por Ana Alonso Cabrera


USUARIO: M4D R4STA
CONTRASEÑA: **************

Frunció el ceño y esperó mientras sus ojos taladraban la pantalla. ¡Maldita sea! ¡otra vez ella! Comenzó a teclear frenética sobre el teclado, el ratón volaba sobre la mesa y una sucesión de números, letras y símbolos parecían moverse en un camino sin fin a una velocidad endiablada... ¡no escaparás otra vez!. El programa de búsqueda estaba lanzado y podría atrapar a esa metomentodo y traidora... Blanca Snow... escurridiza, hasta ahora... una hacker sigilosa que había desvelado al mundo muchos secretos del reino... se podría decir que le había desvalijado limpiamente los archivos más protegidos, las pruebas de las operaciones de espionaje, de las intrigas, los actos de sabotaje... ¡todo! Pero esta vez, no escaparás... mi programa rastreador SPJ-it-O dará contigo... sólo tengo que esperar...

Blanca Snow dormitaba en el sofá cuando la alarma del móvil sonó. Era la alarma de todas las alarmas. Cazador ha enviado un mensaje advirtiéndola que iban a por ella, estaba al descubierto. Tenía que huir. Arrancó el disco duro y recogió equipos y aparatos electrónicos varios, preparó equipaje de emergencia, dinero, comida y ...¡puerta! Ahora pensaba si poner pies en polvorosa sería suficiente para esconderse de la Madrastra. Un taxi la llevó a la estación donde tomó un tren. Buscaría un lugar tras los montes del norte, en la aldea perdida de su familia.
Tras un largo viaje, cambiando de medio de transporte, se instaló en la casona familiar. El fuego de la chimenea iluminaba la estancia mientras Blanca Snow buscaba en internet un servidor seguro para continuar intentando desenmascarar a un Estado, corrupto, intrigante y tirano. Y en ese convencimiento y tras días y noches de búsqueda encontró lo que buscaba: “7E NAN.OS”, así se llaman un grupo de hackers dedicados a denuncias medioambientales, sobre todo minería a cielo abierto y operaciones de fraking, principiantes, desconocidos pero muy prometedores y sigilosos. El contacto fue fructífero y pronto comenzaron a colaborar desde su red de servidores, atacando los archivos secretos del reino.

Madrastra no daba crédito a lo que sucedía. A pesar de todos sus esfuerzos por programar cortafuegos intrincados, servidores seguros, trampas para ataques cibernéticos, Blanca Snow seguía actuando. Sospechaba que habría encontrado ayuda, pero aún no había descubierto nada.
Dia y noche elaboraba programas de rastreo y búsqueda. Cientos de “ensayo-error” fueron perfeccionando el programa SPJ-it-O. Al fin estaba listo. El programa de búsqueda definitivo Manzana Envenenada.

El código malicioso se introdujo sin alarmas en el sistema de Blanca Snow. La redada fue contundente a la par que discreta. Rodearon la casa de madrugada, detuvieron a la chica, la introdujeron en el furgón blindado, se replegaron los efectivos de intervención y se fueron dejando un rastro de asombro e incomprensión en el pueblo.

Blanca Snow detenida. Incomunicada. Acusada de alta traición.

La información es poderosa. Y estaba a buen recaudo. Funcionó como medida de intercambio en su condición de detenida e incomunicada.
Así, el séptimo día apareció P. Azul en las dependencias gubernamentales. Abogado de rancio abolengo, rico y eficiente, cabeza no muy visible de un entente financiero transnacional que consiguió la libertad bajo fianza y condicionada. Momento que aprovecharon para introducirla en la embajada de un reino solidario e interesado a partes iguales, en darle refugio a nuestra valiente y valiosa Blancanieves (Snow es su nick).

Probablemente no sea feliz estando atrapada en los pocos metros cuadrados de una embajada, esperando que su destino escoja el exilio o la cárcel...y entonces piensa en aquello de que la verdad nos hará libres. Y la verdad es que se va sabiendo cada vez más, más gente, la verdad más contundente y consciente de cómo funcionan las cosas en el mundo... y entonces Blancanieves sonríe... no hay muro que contenga la libertad... y esa idea la hace feliz.



Ana Alonso Cabrera