Doce cuentos para trece meses por Luis Parreño Gutiérrez
LA
CASITA DE CHOCOLATE –VERSIÓN DE LUISPA
La verdad de Hansel y Gretel.
Que
les voy a contar que no hayan dicho ya mil veces sobre lo nuestro. Hansel y
Gretel, los niños recuperados de las manos de una mala mujer. Los niños
retenidos contra su voluntad en medio de la nada. Los niños que iban a servir
de cobayas a una cruel persona que los embaucó con dulces y golosinas.
Pero
la verdad es tan subjetiva… Solo saben la verdad aquellos que la vivieron.
Después todo se desvirtúa y se agranda o empequeñece según el narrador. Y no
hablemos de los sensacionalistas que lo publican por todas partes. Esos son los
más crueles.
La
primera mentira que se ha dicho es que nos perdimos en el bosque. No nos
perdimos. Huíamos de un padrastro maltratador que nos estaba empezando a
explotar laboralmente y que apenas si se preocupaba de nosotros salvo para
pegarnos cuando las cosas no iban como él quería, o sea todos los días.
En
nuestro afán por huir no nos dimos cuenta de lo mucho que habíamos caminado ese
día hasta que, rendidos por el cansancio, nos acurrucamos bajo un árbol al caer
de la tarde y nos quedamos profundamente dormidos.
A
una hora incierta, Hansel se despertó y me dijo que estaba oliendo a chocolate
recién hecho. Yo le dije que durmiera, que era un sueño, pero también me llegó
a mí el olor y a oscuras, siguiendo el rastro del aroma, llegamos a un claro
donde había una pequeña casa débilmente alumbrada.
Nada
más acercarnos, apareció una persona que nos invitó a entrar y a calentarnos
junto al fuego, pues se nos veía ateridos y hambrientos.
La
segunda mentira que se ha propalado es que la casita era de chocolate. El único
chocolate que había era el que tenía al fuego la persona que habitaba allí y
que nos ofreció junto con unas rebanadas de pan para que pudiéramos saciar
nuestro apetito.
Lo
que vino después ha sido desvirtuado mil veces. Que si había jaulas con restos
de huesos, que si una gran cazuela hervía, que si la persona que nos recogió
era una bruja maligna, que quería comernos y que nos engordaba con ese fin.
Mentira podrida.
Todo
eso son inventos de las asociaciones de padres para atemorizar a sus hijos en
edad escolar.
Lo
que realmente pasó fue muy sencillo. Tan sencillo que parece increíble. Tan
increíble que a la gente les gusta más la otra versión, la apócrifa.
A
medida que entramos en calor, la persona que nos recibió nos fue preguntando
por nuestra situación y le contamos cuál era el motivo de nuestra huida,
totalmente sinceros ambos, ya que solo los viejos y los niños dicen la verdad
sin tapujos.
Apenada
por todo lo que escuchaba, nos ofreció cobijo por esa noche y nos prometió que
al día siguiente buscaríamos juntos una solución a nuestro problema.
Permanecimos
seis largos años con esta persona, que nos instruyó para que no fuéramos
analfabetos, que nos alimentó para que no muriéramos de hambre y que nos enseñó
valores que en nuestro hogar nunca se habían tenido en cuenta, tales como el
cariño y el respeto mutuos.
Durante
esos seis largos años nadie apareció por la zona. Nadie dio una batida en
nuestra busca como se ha publicado. Nadie se preocupó de nosotros ya que
nuestro padrastro engañó a nuestra madre diciéndole que habíamos caído en un
pozo profundo y habíamos perecido. Y vivimos felices…
Hasta
que la persona que nos dio cobijo tuvo un desgraciado accidente y murió a
consecuencia de las heridas que le produjo una caída fortuita en una zona
escarpada detrás de nuestra vivienda.
Fue
a partir de ese momento, cuando pensamos en dar sepultura a esta persona,
cuando se dispararon todas las alarmas.
De
repente, revolviendo papeles en la casa para buscar posibles familiares de esta
persona, encontramos documentos de propiedad, planos y estudios que demostraban
que en la zona donde estaba la casita, había un yacimiento de un rico mineral
muy escaso, cuya explotación destrozaría todo el paraíso que nuestra
benefactora había preservado durante su vida.
Inocentes
de nosotros, nos pusimos en contacto con las autoridades, que avisaron a
nuestros padres de nuestra aparición y se presentaron a recogernos inmediatamente.
No
quiero narrar lo desgraciados que nos hizo este encuentro a mi hermano y a mí.
Solo
quiero reseñar que mi padrastro registró a nuestro nombre el descubierto
yacimiento y propaló la mentira de que habíamos estado secuestrados y que en
compensación nos correspondía todo lo que aquella buena persona tenía de su
propiedad.
Al
ser menores de edad, pasó a administrarlo todo y a nuestra madre la encerró en
una institución para dementes, ya que nuestra pérdida la había trastornado más
aún que los malos tratos de él.
A
nosotros nos envió lejos, a un tétrico internado cerca de la capital de
Transilvania, donde nos encerraron hasta la mayoría de edad y mientras tanto se
ha ido enriqueciendo en progresión geométrica: Con lo que produce la mina y con
los derechos de edición de nuestra desgraciada historia en todos los medios de
comunicación a nivel mundial.
Me
quedan unos días para cumplir la mayoría de edad y esta conferencia de prensa
es para que todo el mundo sepa qué sucedió entonces y estén atentos a lo que
sucederá a partir de ahora.
¡Ah!.
Mi hermano Hansel, lo olvidaba. Como las leyes siempre son más favorables a los
hombres, consiguió convencer a nuestro padrastro para que lo liberase del
internado y ahora trabaja para él en la explotación minera.
Lo
que no me ha quedado muy claro es si como mano de obra directa o indirecta.
Gretel.
Luis
Parreño Gutiérrez