Doce cuentos para trece meses por Anayka Braña Sánchez





JACK Y LAS HABICHUELAS MÁGICAS


Jack había robado una oca de oro y varías joyas al gigante. Con las ramas de las judías hizo leña que vendió en el mercado. Con lo que no contó fue con que si al nuevo dueño de cada parte se le ocurría plantar para que salieran habichuelas para comer volvería a crecer una planta hasta el cielo. Esto es lo que pasó con Sam, un granjero en la ruina por la plaga de pulgones.

Sam compró un par de trozos pequeños con lo poco que le quedaba a Jack y decidió plantarlas con mucho mimo.

Después de preparar la tierra, arar y plantarla decidió dormir una siesta. Al despertarse vio una enorme planta que llegaba al cielo.

-Seguramente las habichuelas están en la parte alta de la planta y si son tan grandes como las hojas y las ramas tendré para comer y vender durante muchos años –se dijo.

Así que, ni corto ni perezoso, empezó a subir por la planta. Claro que Sam era un hombre tirando a mayor y obeso y le costaba subir tan ágilmente como subió en su día Jac

Cuando por fin llegó arriba exhausto y levantó la vista, lo primero que vio fue al gigante cruzado de brazos y con cara de pocos amigos.

-Tú no eres el que me ha robado, pero me ayudarás a recuperarlo o te comeré a ti y a los tuyos.

-No sé de qué me hablas, imponente señor, pero haré lo que me pidáis si me ayuda a mí también

-Debes estar bromeando, no estás en posición de pedirme nada, recuerda que para mí eres una pulga y puedo aplastarte con mi pie si me apetece.

-Pues de igual modo me puedo esconder de manera que no me veas, coger todo lo que se me antoje, escapar y no entregarte nada y de la que bajo cortar todo para que no puedas bajar a buscarme.

-Mmm… tienes razón, no seré muy listo, pero eso lo entiendo y ya no sería la primera vez que me pasa, así que acepto.

El gigante le contó toda la historia. Sobre todo, lo que quería recuperar era la oca de oro, ya que era su mascota y le hacía compañía.


Sam bajó de nuevo por las ramas y se dirigió al mercado en busca de Jack. Cuando le encontró le contó lo sucedido. Jack accedió a cambio de traer alguna joya más, ya que mucho se lo había gastado en apuestas y no tenía para recuperar su granja.

Jack y Sam cogieron a la oca y subieron a ver al gigante. Se les había ocurrido un plan para que nadie más volviera a subir por aquella planta infernal.

-Señor gigante, le traemos su adorada oca, pero queremos advertirle que puede que haya más plantas que suban hasta aquí y con ello ladronzuelos y avariciosos. Y para ello, nos encargaremos de deshacernos de cada uno de los trozos a cambio de unas pocas de sus riquezas que ayuden a los pobres del pueblo.

El gigante pensó un largo rato, por una parte si subían muchos del pueblo tendría una buena cena, pero por otra se arriesgaba a perder a Ruperta, la oca, y ella era su amiga.
Accedió y les dio un bote mágico que convertiría los trozos en vegetales normales: habichuelas, pimientos, patatas…

Sam y Jack bajaron con unas cuantas monedas y el bote y recorrieron el pueblo en busca de cada trozo.
El pueblo se convirtió en próspero en agricultura y se dedicaron a venderlas a otros pueblos originando por primera vez la exportación de vegetales.

Y fueron felices durante muuucho tiempo.


FIN

Anayka