El Faro por Concha Bayón Torre

4 de enero- Esta mañana aparecen algunas nubes en el cielo. Por momentos dejo volar mi imaginación observando los dibujos, cambiantes, según la fuerza del viento. ¿Así cambian las conductas de los hombres espoleadas por fuerzas externas? En esta soledad puedo pensar en ello. ¿Cuál es el verdadero motivo por el que estoy aquí? ¿La falta de sintonía entre mis pulsiones internas y las que “la sociedad” pretende imponerme?
¡Qué difícil es elegir tu propia ruta! Escribiré sobre esto.
Neptuno está aparentemente tranquilo. ¡Solo apariencia! No alcanzo “a ver” las profundidades. Tampoco “vi” las trampas subterráneas que el consejo de nobles me tendía. Pero... ¿qué hay de noble en querer alcanzar el poder a cualquier precio?
Una gaviota observa el horizonte: ¿qué ve? ¿qué espera?


5 de enero- Esta noche sopló el viento y las olas rompían bramando contra la fortaleza. Me sentía acechado. ¿Resistirán los muros? ¿Resistiría yo una noche de vigilia solo en la frontera de esta inmensa soledad que es el mar?
Comprobé que el fanal brillaba en la oscuridad; su luz guiaba en medio de la noche y la tormenta.
¡Qué hermosa metáfora! Firme, oscuro, resistente a las inclemencias, ayudando a quien lo busque, a quien lo necesite.
Esa fue mi vida... y ahora estoy aquí ocultando “mi luz” a mis enemigos.
¿Estaré a salvo? Esta noche sí. Ninguna balandra se aventuraría con este temporal. Mi diario avanza. Es la hora de comer. De momento tengo avituallamiento para unas semanas. Estoy seguro de que De Grätt cumplirá lo acordado y me hará llegar periódicamente el suministro. Pero...¿si le sucede algo? Debo habituarme a pescar; es una actividad solitaria y sería una forma de subsistencia.
Reparo en la fecha, cinco de enero: los Magos siguieron al cometa. Con ellos se cumplió la profecía. ¿Se cumplirá conmigo?

6 de enero- Amanece. Esta noche pasé frío. La soledad no acompaña. Llueve; intentaré recoger agua, ahora dependo de mí mismo. Un año pasa pronto, aunque sea decisivo en la vida de un hombre. La fortaleza está en la mente, también los miedos. No conseguirán que me vuelva loco. ¿Quién se fía de un loco? No voy a naufragar en esta travesía; el diario, ¡eso es!, será mi ancla. Bitácora de mi vida en aislamiento, el hilo conductor de mi conducta.
Las gaviotas se agitan ¿de qué huyen? Esconderé el diario, al menos él se salvará. ¡Debe salvarse!
El arquitecto cerró el libro encontrado entre los escombros y lo depositó junto a los planos de la obra a realizar: reforma del faro de la ciudad.
Abril 1896