El Faro por Pepa Rubio

4 de Enero- La calma de ayer ha dado paso hoy a la tormenta. Densos nubarrones ocultan el cielo y el viento del sudoeste empieza a soplar con fuerza. El mar, de aguas cristalinas hace unas horas, es una masa plomiza que se mueve amenazante. Enormes olas se encrespan y rompen produciendo un gran estruendo. Sus crestas se tornan blancas al quebrarse y la superficie del agua se cubre de espuma. Neptuno se muestra nervioso y busca mi compañía como si presintiera algún peligro. La situación le es desconocida y escruta mi rostro buscando una respuesta. Acaricio su cabeza infundiéndole calma, dándole a entender que todo está bajo control.
A mediodía el viento rola hacia el este y pierde fuerza. Entre las nubes aparece algún claro. El ruido ensordecedor es ya menos intenso. Neptuno dormita percibiendo una cierta normalidad.
5 de Enero- La calma es absoluta. El cielo y el mar son intensamente azules. Nada en el horizonte. Tengo de nuevo la percepción de soledad intensa que ayer se rompió con el temporal. No llegué a sentir miedo, pero sí inquietud ante una circunstancia desconocida para mí. El rumor del agua pone la música de fondo y la cálida presencia de Neptuno me conforta.
6 de Enero- Más de lo mismo. Sigue la bonanza. Escribo durante largos períodos sin que nada me turbe. Mi libro avanza a buen ritmo hacia puerto seguro. Interrumpo la tarea para otear el horizonte con el telescopio. Solos Neptuno y yo en medio de la nada.
7 de Enero- Todo sigue igual menos mi cabeza. Un dolor intenso la atenaza y casi me impide pensar. No puedo escribir y mirar hacia el exterior me produce vértigo. Quizá fui demasiado generoso con el ron ¿O era ginebra? Me acostaré y cerraré los ojos. Imposible, todo se mueve como si viajara en la balandra. Sentado con la mirada fija en un punto estoy mejor.
8 de Enero- Siento un profundo malestar. He tenido alucinaciones durante la noche y seres maléficos me acosan con su ostentosa presencia. Un enorme gato negro, seguramente una bruja encubierta, no me quita su único ojo de encima. El gato ha sido mi animal preferido, pero también con el que me he ensañado sin límites. Neptuno me rehuye receloso. Un vampiro, de proporciones desmedidas, ha roto la claraboya y se dirige hacia mí blandiendo sus alas como si de sables se tratara.
Noto la cabeza hueca; quizá con un poco de absenta recupere la cordura. Los párpados me pesan como losas. Morfeo aletea sobre mí.
9 de Enero- Otra noche de escalofrío. Sudo copiosamente y siento una opresión creciente en la garganta. Me falta el aire. Despierto, abro las ventanas del alma y percibo la presencia del gato tuerto que ronronea mientras rodea mi cuello con una soga. Tira con fuerza de un extremo y observo, sorprendido, que quien maneja el otro cabo, como cooperante necesario, es Neptuno. El reino animal ejecuta al sádico maltratador, no sin antes clavar sus afiladas uñas en mis ojos, añadiendo un plus a la venganza: ciego por tuerto. Misión cumplida.