"EL PROGRESO" por Pepa Rubio Bardón


CONTRADICCIONES DEL ¿ PROGRESO?


Yo empezaría por suprimir los interrogantes. Creo sinceramente que es imprescindible, le debemos tanto…Otra cosa es que no siempre hagamos buen uso de él y lo utilicemos de forma equivocada o interesada, y que ese interés muchas veces no sea legítimo.
Nada es perfecto. El blanco y el negro, la luz y la obscuridad van siempre de la mano.
Quiero pensar que es positivo, que nos da más que nos quita, aunque los que ya tenemos
cierta edad echamos de menos sensaciones importantes que han muerto víctimas de los nuevos inventos..
Hace una temporada, revisando los apuntes de la carrera, descubrí un tesoro: una carta de mi madre. Quizá la única que haya escrito en su vida. Yo estaba lejos de casa, a quince horas de tren, no tenía teléfono y por tanto no era posible otro tipo de comunicación. Con mi madre vivían dos hermanos mayores que yo, pero quizá “ demasiado ocupados” para establecer un contacto epistolar: había que escribir, poner los sellos, llevar la carta al buzón…
Mi pobre madre, con mucho más trabajo, pensó que no podía tener más tiempo a la única niña sin noticias de casa. Aprovecharía un momento de descanso, bien merecido, para llenar aquella cuartilla en blanco de amor y calor de hogar. Tenía una escasa instrucción académica, y de su bolígrafo se escapó alguna falta de ortografía, que apenas se notaba diluída entre tanta ternura.
Mis hermanos, universitarios, no encontraban el momento, y ella decidió que no podía esperar más sin saber de su séptima y única niña, la benjamína de la casa, como ella decía.
Hoy agradezco su haraganería. Gracias a ella esa carta se ha convertido en una joya familiar. La tiene en depósito el hermano número tres, uno de los causantes de la misiva.
De vez en cuando se la pido, deslizo los ojos sobre los renglones, los acaricio con la mirada; veo sus manos rugosas surcando el papel y siento su intensa presencia. Paso los dedos sobre las inseguras letras y percibo su calor, el roce de sus manos.
Nada de eso sería igual si viviera ahora, y utilizara el ordenador como vehículo. Establecería un contacto más frecuente, pero en nada comparable a esta reliquia en que se ha convertido su única carta. Al leerla recupero sus ojos, del color de la miel, sus labios prestos a la sonrisa y la sentencia sabia, su olor a aquel jabón que ella fabricaba…Todo un mundo de sensaciones, imposibles en un correo electrónico.

Pepa Rubio Bardón
Octubre, 2011