Encuentros de Evelia Gómez González
Mi encuentro con...
No creo en la
casualidad. Todas las cosas, por insignificante que parezcan, no suceden porque
sí. Algunos piensan lo contrario, que toda nuestra vida se rige por puro azar. Me inclino por creer más en la existencia
de alguna fuerza extraña que maneja
nuestro destino desde que nacemos, incluso antes, hasta nuestro último suspiro,
incluso después. La trayectoria de nuestra vida muchas veces no la explicamos
como consecuencia de actos realistas o racionales. ¿Por qué me habrá ocurrido esto?
Buscamos las lógicas explicaciones, no las encontramos y dejamos en “fue la
casualidad, el destino”. Y aceptamos lo
insondable, lo poético. Wislawa
Szynborsca en su poema Amor a primera
vista dice de la pareja que se encuentra por primera vez: “la casualidad
juega con ellos”. Ya hacía mucho tiempo que el destino preparaba ese encuentro,
recibían señales, pero ellos no las entendían.
Encontrar por
casualidad a alguien más o menos conocido por la calle de una pequeña ciudad no
es difícil. Pero lo cierto es que hay personas que nunca vemos, aunque vivan en
el mismo edificio, otras con las que coincidimos con más frecuencia, encuentros
inesperados por cualquier lugar: en la cafetería, en una librería o mirando un
escaparate.
En esta ocasión fue en el
Centro Comercial, en pleno corazón de la capital. El encuentro es con un rostro de sonrisa franca y abierta,
ojos vibrantes de los que emana una ilusión contagiosa. Es una mujer en plena
madurez joven que desborda una pasión especial
por la literatura y por la
creación literaria. Con ella la comunicación es fácil. Conoce el valor y la magia que encierran las
palabras. Seduce su entusiasmo. La conversación fluye y aleja cualquier desgana
o melancolía. Afloran los temas: la superación de dificultades, lo que da de sí
para escribir una Casita de chocolate; los complejos que atenazan
la escritura creativa, un temor que acecha a casi todos; las imágenes cósmicas que
emanan de un plato de guisantes, sorprendente creatividad. Imagen y palabra, las dos caras de una misma moneda
poética. Y la conversación fluye intensa y ajena al natural bullicio del lugar.
Escribimos porque aspiramos a perfeccionarnos, a desterrar miedos y complejos,
a conocer mejor el mundo que nos rodea. A ser mejores.
El breve momento
cargado de energía positiva y deparado por la casualidad introdujo renovadas ilusiones en la bolsa de la compra, al lado del pan. Y
el camino a casa desde el Centro Comercial se hizo un poco más ligero, como si hubiesen crecido alas a mis pies.
Sí, esa persona de la
que hablo, y que ya habréis reconocido, no podía ser otra que Mara. Nuestra
Mara.
Evelia Gómez