Encuentros por Mª del Carmen Salgado Romera-Mara-
Mi encuentro con los ojos de Ana
Ana, sentada en el sofá rojo en mi cafetería de
los encuentros tranquilos, sonreía cuando le contaba la actuación de Blake,
protegidas ambas por las bolsas de regalos que acabábamos de abrir; las tazas
de café arrinconadas a un lado de la mesa. Intentábamos escudarnos frente a los
problemas escondiéndonos tras esos muros de plástico y papel. Queríamos celebrar los diez años que nos separan adornando ese momento
con obsequios y buenos recuerdos. Las
dos nacimos en noviembre y, desde que nos conocimos, nuestras vidas han sido
inseparables y nuestras vivencias comunes descienden desde lo insólito e
increíble, hasta las mundanas fiestas gastronómicas.
¡Madre mía, cuánto hemos vivido juntas! Me dio
pena no haberle dicho a tiempo que iba a ir a la función de Blake, el
mentalista ovetense, viendo lo mucho que estaba disfrutando al contarle su
actuación.
-¿Conociste a Fran? –me preguntó-. No. Ya
murió. Estudió en los Dominicos con Blake y decía que Anthony tenía una
asombrosa capacidad para las matemáticas.
No sé cómo sería su relación con las matemáticas,
pero sí vi el once de noviembre, desde la fila cinco del Filarmónica, cómo era
capaz de inducir a una buena parte de la sala a pensar en los números que él
tenía en la cabeza; de hipnotizar a una chica. Visualizó con los ojos vendados
los objetos que iban presentando dos improvisados ayudantes; vivenció recuerdos y mimetizó emociones e hizo merecedora de cuantos Goyas
pudieran abarcar sus brazos a la chica que
lloró al contactar con su abuelo fallecido, si es que ese invisible encuentro
que nos sobrecogió no fue verdad. Todos
aplaudimos a las niñas que ayudaron a una mesa a
levitar (yo hubiera salido corriendo).
Pero el número más prodigioso lo realizó Blake esta
mañana, alejado ya de los escenarios y supongo que también de Oviedo: Ana y yo,
absortas con el relato de su actuación, no hablamos ni un instante de todo lo
que se agolpaba al borde de nuestras pestañas.
Mara