Homenaje a Julio Verne por Mar Cueto (1).

“ESPAY 25 EL MEJOR DEL MUNDO”
(Inspirada en las novelas de Julio Verne)


Desde que había creado el primer monopatín volador Espay 1 no había dejado de introducirle mejoras. Todos los fabricantes y multinacionales del gremio le solicitaban sus derechos, para fabricarlo a gran escala, ofreciéndole cifras millonarias. Todo era en vano. Se negaba obstinadamente a hacer públicos sus secretos. Tan sólo se decidió a compartir mundialmente su sistema de frenado instantáneo antichoque. Lo decidió un día en que estuvo a punto de ser arrollado por un torpe deportista que casi se lo lleva por delante. Ni siquiera cobró por ceder su dispositivo de frenada. No necesitaba el dinero. Le bastaba con la tranquilidad de saber que así evitaría multitud de muertes y accidentes. Su compañía Espay S. L. Le reportaba tantos beneficios que ni en cincuenta vidas tendría tiempo para gastarlos. No era de extrañar. Además de que era un joven de gustos sencillos, todos los años desde que creó su primer prototipo, conseguía el trofeo mundial en la vuelta al mundo en monopatín volador. Nadie lograba hacerle sombra. Su vehículo estaba a años luz de los que se fabricaban en el mercado. Los doscientos ayudantes que trabajaban para él se sentían los hombres más afortunados del mundo. No sólo tenían un trabajo muy bien remunerado, además se divertían alocadamente probando e introduciendo en sus productos todas las mejoras que se les ocurrían. Nadie se hubiese querido pasar a la competencia ni aunque les hubiesen ofrecido duplicar el sueldo. Allí gozaban de multitud de salas y circuitos donde descansar, divertirse e incluso poner a debate las ideas innovadoras que pudiesen sugerirle. Jamás despachaba a nadie sin escuchar sus propuestas por descabelladas que pudiesen parecer. Luego, tras sopesarlas con sus compañeros de confianza, las aceptaba o rechazaba según los razonamientos que prevaleciesen, pero siempre sin excluir al dueño de la sugerencia.
Disfrutaba tanto al diseñar los adornos, el colorido, la forma de la pantalla y la de las letras de los rótulos que se le pasaban las horas sin enterarse. Sus computadoras nunca descansaban. Lo mismo le solía suceder cuando se encerraba en su laboratorio a experimentar, con diferentes minerales, en busca de mejoras para su producto.
A su amigo Senén también le apasionaban las mismas cuestiones. Aunque siempre se mostraba escéptico ante las innovaciones que se le ocurrían.
-¡Ya está bien! Tío, llevas dos días encerrado en el laboratorio sin salir ni para dormir. Si sigues así te vas a volver loco. ¿Cuándo te vas a enterar de que el Espay 24 es inmejorable?
-¿Acaso no dijiste lo mismo del Espay 23 y del 22 y de todos los anteriores hasta el Espay número 1? Tú nunca te crees nada hasta que lo pruebas con tus propios pies.
-Pero si son todos casi iguales -protestó contrariado-. Desde que creaste el 20 lo único que varían es en el color y en la forma de su pantalla de mando o su membrana aisladora. Pero todos molan igual.
-No me hagas perder tiempo explicándote las diferencias técnicas. Si no me das más la vara, el viernes por la tarde comprobarás los cambios tú mismo.
-¡De eso nada! Ayer conocí a dos chicas en la videoteca espacial y he quedado en que el viernes, a las ocho de la tarde, te las presento en el Discobar Cosmovetusta. No veas lo inteligentes que son y lo buenas que están…
-Pues tendrán que esperar, porque saldremos a las 10 de la mañana y calculo que no volveremos hasta pasadas la 23 hora española.
-No puedes hacerme eso -dijo Senén muy enfadado-. Podemos probarlo otro día y acudir a la cita. Si me hubieses abierto ayer tu laboratorio te lo habría dicho antes. Esta vez no pienso acompañarte, a menos que lo pospongas para el sábado.
-¡Imposible! Los monopatines ya están programados y me llevaría varias semanas el cambiar todos los datos en el computador principal. Avisa a tus chicas y diles que nos esperen más tarde. Cuando llegue seguro que querré celebrarlo.
-¿Qué dices? ¿Desde cuando hay que programar una prueba de un monopatín? ¿No pensarás ir a probarlo a la luna?
-¿Cómo lo sabes? Ése es mi gran secreto. Lo he programado de modo que puede viajar a la velocidad de la luz sin desintegrarse ni causar más daño que un ligero mareo a su tripulante.
-¡Estás loco, León, eso es imposible!
-Tú, Senén, ¿nunca te cansas de equivocarte conmigo? Cada vez que introduzco un cambio en el Espay me dices lo mismo.
-Pero esta vez te has pasado.
-¿Por qué piensas que me he pasado? ¿No llevo años experimentando con los minerales procedentes de monolitos? Te sorprenderías si me parase a demostrarte ahora mismo lo que han evolucionado mis circuitos desde que introduje el Coltan en los condensadores electrónicos. Y no te digo nada de la resistencia que he logrado conseguir en los enlaces covalentes iónicos con los minerales de wurtzita y de consdaleita. Se nota que son de otro mundo. Superan al diamante en un 80 por ciento su dureza y son a la vez adaptables. Déjame en paz, que tú de estas cosas no entiendes.
-Tienes razón, pero de lo que sí entiendo es de cumplir mi palabra y he quedado a las ocho de la tarde. O sea, que si insistes en probar mañana el Espay 25 yo no iré contigo. Y no me creeré que has estado en la luna a no ser que traigas una prueba inconfundible que lo demuestre.
-Está bien. Invitaré a Soja para que sea ella quien tenga el privilegio de acompañarme. Es más o menos de tú mismo peso y además mucho más guapa. ¡Luego no te quejes!
-¿Y como piensas demostrarme que habéis estado allí? No me pienso creer que ninguna foto trucada con el ordenador es una prueba irrefutable.
-¡Lo sé, lo sé! Pero hasta tú que eres un negado en química tendrás que admitir la pureza de la piedra de plata lunar que voy a traer. No se encuentra jamás en la tierra.
-¡Bueno, anda! Si me traes una piedra de plata como las que trajeron antaño en el Apolo 11, Neil Armstrong y compañía, te creeré.
León miró en el computador los datos de los miembros de su compañía y comprobó que no se había confundido; entre los más de cincuenta empleados con peso semejante al de Senén se encontraba Soja. Al proponerle que le acompañase en la prueba que tenía programada se puso tan contenta que hasta le dio dos besos de alegría incontenible.
-¿Qué haces? No es para tanto, aunque si quieres podemos repetirlo, a mí me encantaría. Pero ten en cuenta que entraña un peligro bastante grande el viaje que vamos a hacer. No sabemos si volveremos con vida. Tienes que firmar un documento en que indiques que sabes a lo que te expones y que voluntariamente te sometes a la experiencia.
Soja se preparó a conciencia sometiéndose al examen físico y mental necesario para demostrar que estaba en forma y que podría soportar los cambios de gravedad y de velocidad que tendría que soportar. Fue todo tan rápido que a cualquier individuo le hubiese estresado terriblemente, pero Soja era una temeraria de mente fría y de reflejos trepidantes que sabría adaptarse a cualquier eventualidad que pudiese surgir. Sólo ella había conseguido ganarle alguna vez en las carreras. Claro que el motivo era que León se solía distraer viendo como movía las caderas y la melena para sortear las corrientes de aire que se les cruzaban. Pues aunque resultaba muy peligroso a ella la encantaba correr en monopatín sin activar la membrana protectora. Decía que así se disfrutaba mejor de la velocidad, el aire y la naturaleza.
Cuando llegó el momento de partir se comunicó a toda la compañía el proyecto que tenían entre manos. Todos quedaron tan sorprendidos que no se lo podían creer. Aunque sabían que de León se podía esperar cualquier cosa. Salvo los encargados de manejar el radar espacial y las pantallas de localización, todos salieron al patio principal de la empresa, desde donde se alzaban las lanzaderas que los dispararían en busca de su objetivo. El despegue salió sin ningún incidente ante las miradas atónitas de los espectadores que jamás hubiesen imaginado ni en sueños que los monopatines que fabricaban serían capaces de transportar a una persona a la luna. León había diseñado en secreto un nuevo uniforme adaptable para la ocasión, que resultó tan extraordinario como la experiencia que iban a realizar. Nadie le dio demasiada importancia. Ni siquiera repararon en el atuendo. Lo único que impresionaba a los presentes era la idea de que pudiesen conseguir algo tan fantástico y maravilloso como lo que pensaban proponerse. Se hicieron multitud de apuestas sobre las expectativas de la empresa. La mayoría pensaban que esta vez León se había pasado un poco y que era imposible que consiguiese su objetivo. Incluso especulaban sobre quién podría ser su sucesor en la dirección de la empresa si no regresaba. Hasta ese momento, Senén no había dado mucho crédito a la dirección que su amigo le había indicado que tomaría. Sabía que no sería una broma, porque él nunca bromeaba con sus experimentos y sus trabajos, sólo lo hacía sobre cosas triviales. Fue al verle partir cuando comprendió que se iba a perder el que podría ser el momento más importante su vida. Tuvo la certeza de que lograrían su objetivo y no estaba dispuesto a perderse el regreso por nada del mundo. Llamó a sus nuevas amigas y, tras comprobar que sabrían guardarle el secreto, les contó lo que estaba a punto de suceder y les propuso que le acompañasen en la espera. Ellas estaban tan entusiasmadas como él y aceptaron encantadas, sintiéndose muy afortunadas al poder ser testigos de un evento tan magnífico y que ningún periodista podría presenciar.
La llegada a la luna no tuvo ningún contratiempo. Desde la torre de control pudieron seguir casi todo el viaje, sin alarmarse en ningún momento, hasta el alunizaje. Pero cuando inspeccionaron el satélite se cortó la conexión. Sólo tenían previsto atrapar unas pequeñas piedras con el brazo alargador mecánico. Cuando las consiguieron, León le dijo a Soja que tenían que regresar. Ella, que estaba entusiasmada con la sensación tan evanescente que producía la falta de gravedad, no quería hacerle caso.
-¿Qué dices? ¿Cómo nos vamos a ir tan pronto? Eso sería como ir a la piscina y no meterse en el agua. Mira qué tirabuzón tan elástico se puede hacer aquí en la Luna. ¿No es fascinante?
-Sí, es todo lo fascinante que tú dices. Pero hoy es el primer día de prueba y habrá más días para volver a comprobarlo. Ahora tenemos que regresar. No tenemos oxígeno para quedarnos más de un día.
-¿Estás tonto? Tenías que haberlo programado para estar más tiempo. Pero bueno, ahora ya no valen lamentaciones. Tenemos que volver. Y tiene que ser por lo menos una semana para probar las posibilidades de crear aquí un nuevo circuito. ¡Va a ser todo un reto súper emocionante!
Al regresar volvieron a conectar con la torre de control de la empresa. Les explicaron a qué se debía el ligero retraso. Justamente cuando estaban detallando los pormenores la pantalla del monopatín les indicó que se acercaba una lluvia de meteoritos de gran magnitud. Para esquivarlos tuvieron que variar la ruta y se perdió la conexión con la tierra. Aunque se dieron toda la prisa que les fue posible la estela que dejaban los meteoritos empezó a salpicar su espacio. Afortunadamente, el sistema antichoque funcionaba excelentemente. Pero el exceso de velocidad les hizo marearse hasta perder el conocimiento. La membrana aisladora también se adaptó perfectamente al espacio libre que se encontraba entre los meteoritos que se les aproximaban. Antes de que quisiesen darse cuenta ya estaban aterrizando. En la torre de control, los encargados del seguimiento del trayecto, estaban sorprendidos de la rapidez tan inaudita a la que se les acercaban. No sintieron temor, pues en todo momento el computador central les avisaba de la precisión con que se estaba sucediendo el regreso. Sólo sintieron pavor al comprobar que los cuerpos que se encontraban dentro de las membranas del monopatín estaban desmayados. Habían avisado a cuantos trabajaban para que acudiesen lo antes posible si querían presenciar el regreso, pero les pillaron tan de sorpresa que apenas pudieron presenciarlo los encargados de seguridad y los empleados del turno de tarde.
-¡Esto es de lo más extraño! Siempre que se hace una prueba se suele regresar con puntualidad o con retraso -dijo el jefe de control-. Pero regresar media hora antes es algo inaudito. ¿Por qué habéis llegado desmayados y con tanto adelanto?
-Ha sido por la lluvia inesperada de meteoritos. El monopatín tuvo que acelerar para evitarlos y su velocidad sobrepasó el límite de lo tolerable para la conciencia humana.
-Teníais que haber inspeccionado todo el espacio cercano a nuestro itinerario y habernos avisado. Para otra vez lo tendremos que tener en cuenta.
Al momento, empezaron a llegar montones de empleados con sus familiares y amigos que no estaban dispuestos a perderse el evento. También llegaron Senén y sus dos nuevas amigas, que se quedaron maravillados al poder observar las piedras de plata, de pureza inigualable en la tierra, que les habían traído. El explicó lo mucho que había sentido el no haber sido quien acompañase a León en la expedición. Hasta sus acompañantes expresaban lo que les pesaba el que por culpa de ellas no hubiese podido hacerlo, pues nada en el mundo las hubiese gustado más que haber podido ser las afortunadas en hacer tal viaje.
-No os preocupéis -dijo León- seguro que antes de un año habremos fabricado los suficientes Espay 25 como para poder ir todos juntos de excursión a la Luna o a cualquier otro planeta.



Mar Cueto Aller