Homenaje a Alejandro Casona por Mª Evelia San Juan Aguado
UNA SEMANA DE MORROS
NARRADOR: Ésta es la farsa menuda de una pareja como tantas otras. Tras muchos años de convivencia matrimonial todo está dicho y las rutinas se han adueñado del paisaje. Un fin de semana invernal él decide viajar –según la costumbre- a pesar de los malos augurios climatológicos que aparecen en la TV. Se produce una retención en la autopista que dura más de cinco horas. El enfado subsiguiente durará una semana.
(Un dormitorio clásico. Una pareja de unos cincuenta años. Ella está acabando de preparar el equipaje para una salida de fin de semana. Él merodea con cierta impaciencia. Él abre el diálogo)
―¿Cómo vas con las maletas?
―Ya casi estoy acabando. El calzado, ya sabes, cosa tuya. Mételo en una bolsa.
―Llevaré las botonas y otro par. No creo que necesite más.
―Comprueba tu bolsa de aseo, no olvides los medicamentos.
―Se nos está haciendo tarde. Quiero llegar a tiempo, antes de que cierren todo.
―Por mí no tendrás que esperar, paso por el baño y bajamos.
―¿Has metido una chaqueta, por si acaso?
―No creo que con este tiempo vayas a ponerte una chaqueta…
―Tú cógela. Ya veremos.
―Ya estoy lista. (Al público)(…Cada viaje un mundo de trastos de aquí para allá, un temor creciente a la carretera).
―Pues venga: coge cosas. No voy a bajarlas yo solo.
(El equipaje dentro del coche, ellos a punto de arrancar)
―¿Miraste las previsiones meteorológicas?(Al público)(…Mejor hubiéramos hecho quedándonos en casa).
―Son unos alarmistas, no se les puede hacer caso. Hablan de nieve en el puerto. De todos modos, es buena hora para salir. En dos horas estaremos allá.
―Tirarás por la autopista, ¿no?
―Claro, mujer. Aunque lo mismo podríamos ir por el puerto. ¿Tienes dinero a mano?
―También puedes pagarla tú.
―La que te empeñas en usarla eres tú.
―Bueno, vale. Aquí tengo lo suficiente.
―A ver si encuentro noticias en la radio. ¡Esta música no hay quien la aguante!
―No veo yo que sea tan mala.
―No haces más que llevarme la contraria. Cincuenta botones y aparece de todo menos la emisora que quiero.
―¿Entras en la gasolinera? Recomiendan llevar el depósito lleno.
―Tenemos de sobra para llegar.
―No se nota la calefacción.
―Está puesta, tiene que andar un poco más para que se caliente el coche. Te lo he dicho mil veces. (Al público) (…Qué tía más pesada).
―Menos mal que cogí el echarpe.
―Eres una friolera de mucho cuidado. Yo voy estupendamente.
―Escucha: están diciendo que el tiempo va a empeorar. (Al público) (…Ahora ya no hay vuelta atrás, no sé adónde iremos a parar).
―Siempre que llovió escampó. (Al público) (…Y dale, va con miedo, desconfía de mí).
(Empieza a nevar, de modo creciente)
―Sí, pero no es lluvia lo que cae. (Al público) (…Esta nieve cada vez más gruesa me está poniendo nerviosa).
―En cuanto pasemos el Negrón seguro que el tiempo mejora.
―O no.
―Da igual.
―¿Y todos esos coches? Para, que no se mueven.
―Será cosa del peaje. Ya sabes que no es la primera vez que nos toca guardar cola para pagar. Esto nos lo hubiéramos ahorrado yendo por el puerto.
― (Al público) (…Menudo fastidio). Pero por el otro lado igual tenías que andar poniendo cadenas.
―Seguro que allí ya están funcionando las quitanieves.
―Otras veces también las hemos visto por aquí.
―No miré el reloj, pero ya debemos llevar parados cerca de veinte minutos o más.
―Esta tardanza no me huele bien. Algo tiene que estar pasando allá arriba. (AL público) (…¿Hasta cuándo estaremos así?).
―¡Qué raro que no se mueva la cola ni un metro!
―¡Y la nieve cayendo a todo trapo! (Al público) (…En buena hora se te antojó ponernos en viaje).
―Ya podían decirnos algo…
―Sí, por megafonía. Tienes unas cosas…
―Las cabinas del peaje deben estar ahí cerca.
―Los coches están cogiendo una buena manta. Como nos retengan mucho vamos a quedar atrapados. Y a ver qué hacemos luego.
―Tú siempre con ese miedo absurdo, estoy harto.
―Y encima, no quisiste llenar el depósito…
―Dame la botella del agua.
―No sé cómo puedes tener sed con la que está cayendo.
―Teniéndola. Tú dame la botella.
―Toma, no queda mucha.
―Ya podías haberla rellenado en casa. Nunca te acuerdas de nada.
―¿Cómo quieres que me acuerde si yo no la bebo casi nunca?
―Pues acordándote. Es bastante fácil. Sólo se necesita que te preocupes de lo que tienes que hacer, no de esas tonterías en las que gastas el tiempo fuera de casa. Si por ti fuera, tendríamos que hacértelo todo. Te pones a la pantalla y te olvidas de que existimos nosotros. Pones las cazuelas al fuego y allí las dejas. Cualquier día nos quemas la casa.
―Sí, claro. Lo que tú quieres es que haga exclusivamente las maravillosas tareas de casa; sin otro aliciente, que sea tu esclava. Y encima que me guste hacerlo. No sé cómo he podido tardar tanto tiempo en darme cuenta. (Al público) (…Lo malo es que ahora ya es tarde). Es curioso cómo tergiversas las cuestiones y las retuerces a tu favor. Lo que hago fuera de casa me sirve para mantener la autoestima. Es lo único que merece la pena.
―Lo primero es lo primero. Que no se te olvide. (Al público) (…A ver si se va a volver respondona a estas alturas).
―Te veo venir. ¿Verdad que te está entrando el hambre?
―Ahora que lo dices, se te podía haber ocurrido preparar unos bocadillos; en la radio y en la tele decían que iba a nevar.
―También aconsejaban no viajar si no era estrictamente necesario y no hiciste caso. Jamás hemos llevado bocadillos para un viaje que dura menos de dos horas y hacemos a media tarde. No digo yo que no: esta vez hubieran sido útiles. A ver cuándo nos dejan avanzar.
―Vamos a llegar tarde a casa y la vamos a encontrar helada y sin nada que comer.
―Alto ahí. No creo que te mueras de hambre. Lo único que no tendremos es pan y fruta.
―¿Te parece poco? Sabes de sobra que necesito pan con las comidas. ¡Como tú no lo pruebas!
―Si llegamos antes de que cierren en Mercadona estaremos arreglados.
―A este paso no llegaremos ni a la hora de cenar. Voy a apagar el motor, no sea que nos quedemos sin gasolina. (Al público) (…Tenía que haber repostado, vaya pifia).
―Me voy a quedar helada por tu culpa. Nunca me haces caso; si hubieras llenado el motor ahora podríamos seguir con la calefacción puesta. Es más, si me hubieras hecho caso, este viaje lo haríamos la semana que viene, sin problemas, ¿te enteras? Pero no, hay que hacer las cosas como diga el señor, cuando él quiera; sin discutir, que para eso es el jefe. (Al público) (…Estoy harta, más que harta, saturada).
―En el bolso hay ropa para que te abrigues más. Yo voy a ponerme esta chaqueta debajo de la trenca.
―Muy bonito. ¿Quién sale, abre el maletero y mete el bolso? (Al público) (…Éste es capaz de arroncharse y dejar que lo haga yo). Esta vez no me libro de un buen catarro. Y todo por tu culpa.
―¿Sabes que te digo? Que te vayas a la mierda. (Al público) (…¡Esta tía es inaguantable!)
―Pues que sepas que ya estoy en ella. (Al público) (…¡Qué tío más insufrible!)
Mª Evelia San Juan Aguado
Oviedo, 14 de junio de 2011