Homenaje a Alejandro Dumas por Mar Cueto Aller


LOS TRES MOSQUETEROS DE LA AVIACIÓN

Daniela siempre había sido invencible jugando al "Strike Fighters". Solo su hermano Antón y sus primos Pablo y Armando conseguían ganarla. Mientras que Esteban cuando venía a jugar con ella, acompañando a sus hermanos mayores, siempre acababa derrotado. Aun así, no solía enfadarse, le divertía mucho ver cómo narraba muy animada las partidas tal como si fuese un locutor deportivo.
    -¡Y la gran Daniela, avanzando por el suroeste, de un disparo certero deja KO a sus terribles adversarios proclamándose vencedora absoluta! -Narraba con entusiasmo a la vez que levantaba los brazos victoriosa.
En cuanto llegó a su mayoría de edad y supo que estaban reclutando voluntarios, para la lejana guerra que su gobierno había declarado en tierras orientales, Antón con sus dos primos favoritos se alistaron en la aviación. 

A Daniela la hubiese gustado imitarles, pero ni su edad ni sus padres se lo hubiesen permitido jamás. Todos sabían lo impulsiva que era y se temían que se arriesgaría hasta la temeridad innecesariamente. Tuvo que contentarse con seguir estudiando y jugando con sus amigos y su primo Esteban cuando tenía tiempo. Él por su parte no poseía ni el más mínimo interés por seguir los pasos de sus hermanos mayores. Se consideraba pacifista y lo que más le gustaba era componer canciones revolucionarias contra el gobierno y el sistema. 

Desde que había aprendido a tocar la guitarra eléctrica se había juntado con unos amigos y de vez en cuando les contrataban para tocar en algún pub. Daniela iba a verle muchas veces con sus amigas a las actuaciones.
Cuando terminaba el concierto siempre solía ir a celebrarlo con los demás componentes del grupo y en ocasiones se pasaban tomando demasiadas copas. Uno de sus amigos que estaba  bastante celoso por la admiración que él despertaba entre las fans, aprovechando que ya había bebido demasiado y no estaba muy consciente de lo que hacía, le hizo firmar una solicitud para enrolarse en la aviación.
     -¡No te lo vas a creer, Daniela! El viernes el desgraciado del  bajo me dio a firmar una solicitud para enrolarme en la aviación y ahora me han citado para el sábado que viene.

    -¡Que loco estás! ¿Cómo pudiste firmar una cosa así? ¿Y ahora qué vas a hacer?

   -Pues pienso desertar. Porque ya avisé por teléfono que había sido una broma y como necesitan reclutas me han dicho que nada de bromas que si no me presento seré juzgado como desertor.

     -Pues entonces tienes que presentarte sí  o sí. O te enchironarán de por vida.

   -¡Imposible! Este sábado es el "Summer Stage Festival" en Central Park y no pienso faltar. 

Para mí sería como perderme el Festival de Woodstock.  Si al menos fuese a partir del lunes, puede que me lo pensase, pero este sábado no pienso ir ni aunque se presente la policía militar a suspender el concierto y me saquen a tiros o esposado.

Después de discutir durante más de dos horas. A Daniela se le ocurrió que podría ir ella durante esos dos días haciéndose pasar por él. Con la condición de que el lunes se presentase a ocupar su puesto y ella pudiese regresar a su casa. Su primo en principio pensó que era una idea muy descabellada y no estaba dispuesto a permitir que su prima se metiese en un peligro tan enorme por culpa suya. Pero al final casi se dejó convencer.

    -¡Tú estás loca, tía! Nadie se creerá que eres un tío por mucho que te disfraces y que lleves mis papeles. Ni aunque te cortases tu larga melena. Tu cuerpo y tu cara son de mujer y no hay nada que lo pueda cambiar. Aparte de que no me da la gana de que arriesgues tu vida por mi culpa.

     -Pero si no voy a arriesgar nada. No creo que los dos primeros días nos manden ya a guerrear. Seguro que se limitarán a enseñarnos el campamento y los barracones. Por el pelo no pasa nada, así cambio de look y luego ya me crecerá. Y, en cuanto al cuerpo, me pondré el disfraz de Superman de silicona bajo el uniforme y ya está.

   -En cuanto te vean en las duchas ya verás la que se arma. Ahí verían que llevabas el cuerpo de silicona y no quiero ni pensar lo que podrían hacerte.

     -No creo que haya problema, ya sabes lo que dicen: Antón, Pablo y Armando. Que el agua escasea tanto que no se pueden duchar  casi nunca.  Según cuentan, casi no tienen ni para beber o cocinar.

Siguieron discutiendo, pero al final Daniela le convenció. Metió con imperdibles el bajo de los pantalones del uniforme y remangó las mangas de la camisa y la cazadora. Sacrificó su melena y tras disfrazarse casi daba el pego. Lo que peor llevaba era las botas, pues además de darle mucho calor, las tuvo que rellenar con pañuelos de papel para poder caminar con ellas.

Cuando Daniela llegó al campamento, entre un camión de reclutas, la estaban esperando su hermano y sus primos. Casi nadie reparaba en ella, pues a su lado había varias mujeres voluntarias y despertaban más expectación entre los curiosos que habían ido a recibirlos.

   -¿Vosotros veis lo que yo estoy viendo? -Dijo el hermano de Daniela, muy alarmado, a sus primos-. Cuando vea al verdadero Esteban le voy a hacer picadillo.

      -¡Mejor me lo dejas a mí! -Dijo Pablo-  que le voy a dar yo su merecido cuando le pille. ¡Será desgraciado!

       -Eso será si no le encuentro yo antes -dijo muy enfadado Armando-. Pero ahora, me parece que le voy a dar unos azotes a Daniela, pues seguro que ha sido idea de ella. Veremos a ver cómo podemos solucionar este entuerto.

     En cuanto vio a sus familiares Daniela intentó disimular pasando de largo como si no les conociese. No le sirvió de nada, pues la agarraron de los brazos y la llevaron a las letrinas donde no había nadie en ese momento y allí le dijeron todo lo que pensaban sobre su presencia y lo furiosos que se sentían. Aunque, al final, prometieron ayudarla. Le dijeron que tratarían de que nadie le gastase novatadas simulando que serían ellos quienes se encargasen de hacerlo. Así podrían protegerla y apartarla para que nadie se diese cuenta del cambiazo que se produciría el lunes cuando llegase Esteban.

No fue fácil para los llamados tres mosqueteros conseguir que les asignasen a ellos el supuesto cadete Esteban. Pero a fuerza se sobornos y de amenazas, cosas que en realidad detestaban utilizar, consiguieron su objetivo aun a riesgo de enturbiar la reputación de sus grandes principios. Como el agua seguía escaseando, las duchas se reservaron para los soldados que llevaban más tiempo en el campamento. Cuando llegó a aquel lugar Daniela ya era más de media tarde, aun así , a ella ese sábado se le hizo eterno.

Al día siguiente hubo un gran revuelo en el campamento, las tropas enemigas fueron avistadas a poca distancia y a la vez estaban bombardeando en diferentes zonas del país.

Nunca había sucedido que a los novatos se les enviara a bombardear sin antes ensayar con su "fighter jet bomber phantom airplane". Pero en este caso de alerta máxima se hizo una excepción y se envió la flota entera a diferentes misiones.

La excitación y el nerviosismo del momento impidieron que Daniela se diese cuenta del peligro que corría y en lugar de confesar su suplantación corrió a subirse en el avión de combate que le asignaron. En breves instantes, siguiendo las instrucciones de su comandante, se vio envuelta en una batalla mortal en la que no solo debía bombardear los poblados que diminutos se veían en la lejanía. Sino que a la vez, debía esquivar los bombarderos enemigos que trataban de aniquilarla y contraatacarles. El combate no duró ni siquiera media hora. Pero fue el tiempo más intenso que recodaba haber vivido en toda su vida. Afortunadamente sus reflejos la ayudaron a evitar lo que podía haber sido un final desastroso y consiguió seguir las instrucciones que recibía mientras evitaba los constantes disparos con que la acosaban sus adversarios. Cuando cesaron de atacarla se sentía pletórica y con la adrenalina a tope. Jamás había disfrutado tanto jugando con su simulador de vuelo. Pero la alegría no duró mucho, se dio cuenta de que el motor había sido tocado y comenzaba a perder altura. Trató de solucionarlo accionando el panel de control desesperadamente. Todo fue en vano. Comprendió que no le quedaba más remedio que lanzarse en paracaídas. Nunca había hecho tal cosa. Por un momento casi se deja vencer por el pánico. Incluso llegó a gritar histéricamente. Pero se armó de valor y tras inspeccionar brevemente el paracaídas se lo puso y se lanzó al vacío. El aeroplano siguió su rumbo en solitario y al momento se vio como estallaba en llamas.

Daniela cayó entre los árboles cerca del poblado que entre ella y los demás aviadores de su pelotón habían destrozado. Todos los edificios estaban derruidos, a donde quiera que mirase solo se veían cadáveres, fogatas y una desagradable neblina gris y húmeda que lo envolvía todo. Al darse cuenta de que era culpable de tanta destrucción y tanta desolación no pudo reprimir un llanto amargo y desesperado que no solo la quemaba en la garganta. 

Además, la desgarraba el alma, la hacía desear volver atrás y recomponer todo lo que ya nadie podría reconstruir. Sentada junto a lo que en otro tiempo había sido un arbusto, replegada sobre sí misma, oyó un llanto silencioso, lejano y ahogado. No, no era el suyo. 

Se levantó despacio, siguió buscando, y entre piedras, muertos y guijarros vio un pequeño que apenas tendría un año. Le encontró tan indefenso y asustado que le cogió en brazos tratando de consolarle y caminó durante horas hasta caer extenuada con él.

Cuando Daniela recobró el conocimiento estaba en el hospital militar. Su hermano Antón y Pablo estaban a su lado. Junto a ella se encontraba también el pequeño que había rescatado. Allí se enteró de que no podría volver a estar en presencia de Armando nunca más. Pues había desaparecido dentro de su aeroplano ardiendo durante el combate.

     -¡Esto es horrible!-Dijo Daniela-¿Os dais cuenta de lo que le estamos haciendo a esta pobre gente? ¡Quiero irme, me iré en cuanto pueda y me llevaré a este niño. Es lo único que puedo hacer por él después de haber matado a todos los suyos.

     -No podrás llevártelo. No te lo permitirán. Lo que puedes hacer es tratar de mandarle ayuda humanitaria-dijo Antón.

En cuanto se sintió con fuerzas Daniela avisó a Esteban para que no viniese a tan horrible lugar. Su hermano le dijo que nadie le esperaba, pues le dieron por muerto y que lo mejor que podía hacer era no involucrarse en semejantes matanzas. Aun después de oírles sus razonables consejos, Esteban insistió en presentarse en aquella zona, y así lo hizo. Pero no como combatiente, se unió a un grupo internacional de ayuda en acción, y comenzó su misión de ayudar a los nativos del lugar a curarse y a reconstruir sus hogares. Daniela por su parte, aunque tuvo que luchar contra la depresión que padecía por los remordimientos que le causaba el haber tomado parte en aquella carnicería, en cuanto recobró las fuerzas se unió al mismo grupo. Su mayor deseo era volver a encontrar a aquel niño que había rescatado de la masacre y que habían separado de ella en el hospital militar. Solo la idea de poder cuidarle e indemnizarle, de tanto dolor que había padecido, la daba un aliciente para seguir adelante. Se prometió a sí misma que nunca volvería a su país ni descansaría hasta encontrarlo.


Mar Cueto Aller