Homenaje a Antonio Muñoz Molina por Alejandro Alonso Cabrera -Jany-
De lo olvidado a
lo epidémico.
Hablamos siempre de las cualidades que
admiramos de esta o aquella persona que, en algunos casos, apenas conocemos,
sin darnos cuenta de que poseemos esas o más cualidades en nuestro interior. Es
aquello de “no mires la paja en el ojo ajeno, sino la viga en el tuyo propio”.
Este dicho, que se usa normalmente para hacer ver que nuestras faltas pueden
ser mayores o peores que las de otra persona de la cual estamos hablando, mejor
dicho, criticando, también lo podemos usar cuando alabamos a otras personas sin
tener en cuenta que nosotros mismos somos propietarios de las mismas o de otras
glorias. Tenemos tal disposición a negar y renegar de lo nuestro que poco
importa nuestra honra. El español cae casi siempre en ese triste pecado y
tachamos, por ejemplo, a los franceses de gabachos por ese incondicional amor
patrio que tienen. Pero por el contrario, ¡ay de aquel que se vanaglorie de sí
mismo! A ese lo crucificamos sin perdón alguno. ¿Por qué no voy a ensalzarme de
algo que hago bien? ¿Acaso caigo en exaltaciones fatuas? Pecado sería si
alardeo de mis chapuzas, aunque también podría presumir de lo mal que hago
algunas cosas. No, el español no es bueno en nada, ni siquiera sabe presumir de
sus aptitudes y actitudes, la historia está llena de personas relevantes en un
país de miserables. ¿Alguien conoce a Blas de Lezo? Este almirante español
derrotó en Cartagena de Indias a una flota británica de gran magnitud; sin
embargo, apenas aparece en los libros de textos ni de historia. ¿Y Jerónimo de
Ayanz y Beaumont? Ya en el siglo XVII era pionero en el diseño de máquinas a
vapor. ¿Mencía Calderón? Exploradora que llevó a las Américas al primer grupo
de mujeres españolas. Hay cientos de personajes que no ocupan el lugar que
deben en la historia, callados en su tiempo y poco mimados después. De haber
nacido en otro país otro orgullo tendrían. Sí, sólo el tiempo pone poco a cada
uno en su lugar, dicen, pero la realidad es otra. Vivimos en un país olvidado
de su cultura, un país de denuesta la ciencia, el arte, la música, las letras…,
la cultura, y que poco o nada hace por ella. Mejor se nos trata en el
extranjero que en nuestra propia casa. Y no es de extrañar que fijen residencia
en el extranjero ilustres nombres y hombres. ¡Extranjericémonos! Sin rayar en
algún esperpento norteamericano. Estados Unidos, un país que toma cosas de
otras culturas, las modifica y las hace suyas. ¿Qué no hará por un ciudadano
sobresaliente? ¿O por una hamburguesa, una bebida, o un dibujo animado? Tomemos
ejemplos cercanos. ¡Afrancesémonos! Tomemos ejemplo, más que ejemplo,
conciencia, y vanagloriémonos de nuestros actos, aunque cotidianos, hagamos
viral nuestro bien hacer, contaminémonos desde los pies a la cabeza, hagamos de
la cultura el adalid de nuestros gobiernos, para no sentirnos nunca jamás
olvidados.