Homenaje a Francisco Umbral por Jaime del Egido


Los Dedos (*)

Pero los dedos, los dedos de mis manos, los dedos con los que toco y soy tocado. Los dedos que han palpado y me devuelven la rugosidad de una piedra, la aspereza de una corteza de árbol, el fino reborde del respaldo de una silla, lo inasible de los líquidos, la viscosidad de una pomada, los desagradables pinchazos de las escamas de un pez. Estos dedos que van captando la esencia de lo mundano para mi cuerpo. Dedos con sus sensibles yemas redondeadas que llevan el ritmo de las melodías.
Toco, y se ilumina la estética dormida desatando mi sensualidad. Tocar a otros pone alerta, electriza. Tocar sin permiso es acto vulgar, una tosquedad vil y repugnante. Pero si tengo el permiso para un abrazo, recibo un fogonazo de posibilidades a través de los dedos: resucita mi ego muerto en vida; no tiembla mi fe en el ser humano libre y singular.
Mis dedos son como los vigías responsables: unas veces astrolabios, que palpitan con la certeza de una amistad, y otras son verdaderos compañeros que jamás te decepcionan.
¡Pero cuánto tiempo tarda un hombre en perfeccionar la sensibilidad total de los dedos de sus propias manos! ¡Que penoso sería tener que reprimir o rechazar esas posibilidades por condicionantes morales!
Habría que fundar una Escuela de Tacto Universal; dotarla de profesores que enseñen la teoría; de  monitores que muestren su práctica; de personal que expida el correspondiente diploma que avale el título de experto en Quirología Integral…
No sé lo que sería vivir sin la magia de estos dedos, sin el poder que otorgan. Ir y venir en bicicleta por ejemplo con la agilidad de un joven, las manos en el manillar, gobernando el cambio de las velocidades, sintiéndote libre y dueño de ti mismo.
¡Qué momentos sublimes en los que no esperas nada de la suerte o del destino de la vida!
Sé que el sentido de la vista no es fiable a veces, que el olfato es efímero, que el gusto condiciona y que el oído es selectivo. Sin embargo el tacto es eficiente y subjetivo: es el presente y el festín.

Jaime del Egido.


(*) Relato, ejercicio del taller, sugerido del “estilo” de F. Umbral (del libro "Mortal y rosa")