Homenaje a Francisco Umbral por Mª Evelia San Juan Aguado
PIES
¿Y los pies? Los pies son esencia de la condición humana, base de
sustentación del cuerpo, herramienta primigenia para explorar el mundo,
paradigma de la simetría.
Los pies son aficionados que caminan, saltan, bailan, trabajan, tocan
instrumentos, corren, juguetean. Pies diminutos de las japonesas, ahormados
desde niñas, castigados, heridos. Pies africanos, de chocolate negro por arriba
y blanco por abajo, entrenados en recorrer desnudos miles de kilómetros. Pies
grandes y musculosos de los deportistas; pies pequeños de los hombres de la
montaña, aptos para trepar y escalar. Pies peonza de las etéreas bailarinas de
ballet, que giran, giran y parecen a punto de volar. Pies juguetes de los
infanticos, tan regordetes y rematados por dedos guisantes...
Los pies son coquetos, pueden actuar vestidos con miles de trajes
diversos: para el deporte, para el trabajo, para el paseo, para el ocio, para
la fiesta, para la noche; para la piscina, el mar y la playa; para el baile,
para combatir el frío o para evitar el sudor; para ser más lindos y al mismo
tiempo sentirse protegidos frente al suelo.
Pies en fila, pies que desfilan; pies que se ocultan y pies que se
exhiben con orgullo, enfundados en lujosas sandalias, las uñas bañadas en rojo
brillante. Pies silentes, capaces de anidar en cualquier clase de calzado, a
cualquier hora, en cualquier tiempo. Pies vencidos de la edad, desvencijados,
que se arrastran con desgana por la casa y apenas pueden sostener a su dueño.
Ávidos pies infantiles, que juegan, saltan, andan, nadan, corren,
bailan, golpean a todas horas, con su uniforme deportivo.
Pies adolescentes, ya un tanto sosegados, montados en barcos urbanos
que no añoran la mar.
Los pies jóvenes, selectivos, han hecho consciente de su valor a su
amo, quien procura sacarles partido en todos los terrenos: laboral, deportivo,
social y afectivo.
Pies largos o cortos, anchos o estrechos, cavos o valgos, cansados del
trabajo de servir a los otros en las más variadas ocupaciones; pies hinchados a
diario por la noche, normales por la mañana. Pies pudorosos en los hospitales,
que conviene cubrir siempre para librarlos de lesiones.
Pies que gritan mudos su malestar al sentirse oprimidos en bellos
zapatos, crueles torturadores. Pies que a diario recuerdan a su poseedor lo que
significa su dolor. Y, con esfuerzo, siguen adelante por los caminos, por las
calles, por los parques, hasta donde haga falta.
No hay derecho de huelga para los pies.
Mª Evelia San Juan Aguado