Homenaje a Franz Kafka por Luis Parreño Gutiérrez


GENOCIDIO CONSENTIDO

Es absurdo. Es totalmente absurdo pensar que lo hicieron tan mal que han acabado  con toda una especie. Y por lo visto, no tienen intención de parar.
Primero los engañaron diciéndoles que todo se iba a solucionar en unos pocos días, que no había de qué preocuparse, que era algo coyuntural, algo que estaba totalmente bajo control.

Poco a poco se fueron dando cuenta de que eso era mentira. Por parte de ellos, sólo recibían vaguedades como respuesta a sus preguntas. Cada vez se fueron desengañando más y más y dejaron de creer en ellos.

Pero ellos seguían insistiendo. Hay que sacrificarse más. Sólo sacrificándonos lograremos salir de esta situación y volver a los mismos parámetros que anteriormente teníamos.

Pero sólo pedían y pedían sacrificios a los de siempre. Ninguno de ellos se dignó siquiera a mirar hacia abajo, o tras de sí, y contemplar la desolación que estaban causando sus acciones.
Desesperados por las circunstancias, se manifestaron en abierta oposición. Primero en grandes manifestaciones, con pancartas, con gritos y consignas que contaban las situaciones por las que estaban atravesando.

Esto duró un tiempo. Después, a cada convocatoria acudía menos gente y se fue relajando la desesperación, hasta hacerse cotidianamente llevadera, pues ellos insistían en que todo se iba a solucionar.

Y así, paulatinamente, tal como comenzó se fueron disgregando hasta quedar disueltos en sus propios circunloquios, sin importarles si se solucionaba o no, si todo volvía a la normalidad o la normalidad era aquello. Fueron perdiendo su memoria colectiva.

Fueron degradándose sin darse cuenta. Perdieron sus esperanzas, sus ilusiones, sus sonrisas. Acrecentaron sus miedos y buscaron la protección de ellos. Y ahí estuvo el error.

Entonces, ellos aprovecharon de nuevo la ocasión y volvieron a presionar un poco más. Volvieron a vender lo invendible, a revenderles lo que antes les habían robado y ahora a duras penas podían adquirir.

Les robaron la dignidad, el espíritu de lucha, la rebeldía y se la volvieron a vender más cara, más escasa, más irreconocible para que no notaran su procedencia.

Y así acabaron en muy poco tiempo convirtiendo la pujante clase media en la pujante clase rastrera que ahora no sabía siquiera lo que tenía que recuperar para volver a ser lo que eran. Anularon el orgullo en sus mentes y les vendieron la caja sin alma que los alienó por generaciones y generaciones.

Luis Parreño Gutiérrez.
Vigo, Marzo 2013