Homenaje a Isabel Allende por Mar Cueto Aller
“LA MANSIÓN
EMBRUJADA”
-¿No Sabéis lo que nos pasó ayer
al salir de clase a Lina, Pecas y a mí?
-¡Ah sí, qué alucine!-Dijo Lina-.Ayer
perdimos el autobús del insti y tuvimos que ir andando a casa…
-¡Pues qué novedad! ¿Qué es, la
sexta o la séptima vez que perdéis este año el bus?
-¡Bueno, tía! Pero no es eso lo
que os queríamos contar. Lo que pasó es que por fin nos decidimos y como hacía
buen tiempo nos metimos por un atajo y entramos en “La mansión embrujada”
-¿De qué estáis
hablando?-Preguntó Mery-.Que yo sepa no hay ninguna mansión, ni embrujada ni
sin embrujar, en todo el barrio.
-Porque no se ve desde afuera,
pero cuando vamos en el bus a mitad de camino, se ve en el descampado que hay
entre la carretera de Vicálvaro y Ciudad Pegaso una casa en ruinas.
-Sí, y es terrorífica, tías. Se
parece a la de Psicosis, pero da más cangueli porque está totalmente ruinosa.
Las paredes quemadas, los cristales rotos, el techo agujereado y entre los
árboles se ve la casa muy tétrica. Tenéis que venir, ya veréis qué miedo…
-¡Qué tontería! A mí no me da
ningún miedo una casa vacía y abandonada. ¡Hombre, si tuviese fantasmas o psicofonías
o algo de eso, entonces sí!
-Pues eso es lo que pasa-dijo
Pecas muy alterada-.Nosotras la llamábamos la mansión embrujada, cuando la veíamos
de lejos, porque nos parecía igual que todas las que salen en las pelis de
terror. Pero ayer fue increíble, tuvimos que salir corriendo nada más entrar. Hoy
tenemos que volver a ver qué pasa…
-Pero ¿qué fue lo que pasó?
-No sé, entramos tomándonoslo a
risa, pensando que no iba a pasar nada y salimos gritando y corriendo muertas
de cangueli…
-Pero, alguna explicación tenéis
que tener. ¿Qué fue lo que hizo que salieseis gritando y tan asustadas?
¿Visteis a alguien adentro?
-No sabemos-dijo Susy-. Nada más
entrar empezaron a sonar un montón de ruidos. No sé si serían las ventanas
golpeadas por el viento, los escalones
de madera que crujían, o si había
alguien allí, pero nos entró un pánico increíble…
-¿Quiénes ibais?-preguntó
incrédula Mery.
-Sólo Lina, Pecas y yo. No
queremos que se entere demasiada gente. Pero nos gustaría que vinieseis tú, Any
y Tonia si queréis. Por si acaso hay alguien que nos ataque; así, entre todas
nos podríamos defender.
-No sé qué decir. Quizás fuesen
algunos gitanos o indigentes que se refugiasen allí al ver que es una casa
abandonada. Y si vamos nos podemos meter en líos…
-No, no creo que fuesen
indigentes ni nadie así, nos hubiesen dicho algo para que nos fuésemos. Lo que
se oía eran ruidos raros, siniestros, yo en mi vida sentí tanto pánico. Tenéis
que venir, así podéis confirmar que tenemos razón.
-Vale, anda, yo me apunto.
Any y Tonia no estaban muy
seguras de querer ir. Temían que fuese una artimaña de sus compañeras las
llamadas: “Pegasinas” para armar cachondeo. Pues solían estar siempre con ganas
de guasa. Aún así, la curiosidad pudo más que el escepticismo, y a la salida de
clase se fueron las seis compañeras juntas en dirección a Ciudad Pegaso. Aunque
tres de ellas vivían cerca del instituto y no iban nunca en aquella dirección.
Los dos o tres kilómetros que
recorrieron se les hicieron muy cortos, pues iban riendo y contando historias
de muertos vivientes, fantasmas, psicofonías y de ataques de catalepsia. Nadie
sintió ningún miedo hasta que se adentraron en la descuidada vegetación que
rodeaba aquellas ruinas, vestigios de una fastuosa mansión. De pronto, nadie
hablaba y los ruidos que se sucedían parecían encerrar un terrorífico misterio.
-Yo no entro ahí-dijo Any-seguro
que está lleno de indigentes que nos clavarían una navaja para robarnos hasta
lo que llevamos puesto.
-No seas miedica-la reprendió
Mery y añadió con poca seguridad contagiándose, un poco, de su miedo-Yo traigo
la mía, la que uso cuando voy al campo para hacer los bocatas, y si quieren
pelea, quizás… entre todas les podemos…
-Ya que hemos venido hasta aquí,
no nos vamos a ir sin entrar…
-Eso digo yo, venga, todas pa
adentro. ¡Qué no se diga que somos unas cobardicas!
Se armaron de valor y entraron a
pesar de que ya se estaba haciendo de noche y adentro no se veía casi nada.
Ninguna había tenido la precaución de llevar una linterna. Encendieron dos
mecheros pero los tuvieron que apagar rápidamente porque les quemaban los
dedos. Desgraciadamente, la luz se apagó cuando estaban subiendo una escalera
ruinosa de madera que tenía varios peldaños rotos y algunos inexistentes. Para
más contrariedad, a Lina se le ocurrió gastar una broma con el fin de hacer reír
un poco a sus compañeras que iban muy nerviosas. Cuando estaba arriba de la
escalera y ya había entrado en la habitación de arriba se giró inesperadamente.
- ¡Uuuuh! ¡Soy el fantasma de la
sábana blanca!
Pecas que iba justamente detrás
de ella se pegó un susto de muerte, tropezó al volverse con Susy, que cayó
rodando por los pocos peldaños que quedaban. En su caída se precipitó sobre Any,
quien metió el pie entre las astillas de los tablones y no lo podía sacar. Any
gritó desesperadamente, y su grito resonó sobre todas las paredes de la casa
multiplicándose el eco de tal modo que hasta Lina que era la causante de todo
el alboroto se estremeció. Incluso les pareció que el grito les decía: “Moriréis”.
Todas coincidían en haberlo oído con gran claridad. Durante unos minutos el
pánico se apoderó colectivamente de sus actos. Lina y Pecas estuvieron a punto
de tirarse desde lo alto de la escalera al ver que habían desaparecido los
escalones. Susy que se había golpeado la frente y sangraba por una brecha se
movía convulsivamente. Any no paraba de gritar y de asustar a las demás sin
dejar que le sacasen la pierna de entre los tablones. El dolor la hacía parecer
demente. Tonia estaba pálida como las telarañas que unían las paredes, aún así,
trataba de ayudar a su amiga a salir de entre las maderas que la aprisionaban.
Mery también estaba muy asustada, pero procuraba actuar con más entereza, y
poner un poco de cordura a la situación.
-¡Lina, por Dios, ni se te ocurra
tirarte desde ahí! Tú y Pecas tenéis que esperar a que saquemos a esta idiota
de entre las tablas y os ayudemos a bajar.
-¡Ah, vamos a morir! -gritaba
Any-. Lo ha dicho el fantasma.
-¡Toma, so idiota!-Dijo Mery a la
vez que le pegaba un tremendo tortazo-. Todas moriremos, cuando seamos viejas,
aquí no va a quedar nadie eternamente. Pero ahora, si nos dejas, te sacaremos y
nos podremos ir todas a nuestras casas en paz.
-¿Pero tú estás loca?-preguntó
asombrada Tonia-. Con lo que está sufriendo la pobre y encima vas y le pegas una
torta…Nos vamos a volver todas locas aquí. ¡Ah! De aquí no va a salir nadie con
vida…
-No me obligues a darte a ti otra.
Como alguien vuelva a decir que vamos a morir, o a gritar, o a sembrar el
pánico estúpidamente le pego un tortazo que no vuelve más a abrir la boca.
Vamos a comportarnos con sensatez y vamos a salir todas de aquí sin ningún
problema.
-Eso lo dirás por ti, que eres la
única que no corre peligro.
-Nadie correrá peligro si
actuamos correctamente. A ti, Any, te va a doler un poco, pero tienes que
aguantarte y con la ayuda de Tonia y mía ya verás como enseguida te sacamos.
Trata de encoger la pierna en lugar de gritar y ya verás como sale. Si entró
tiene que salir…
Después de forcejear durante un
cuarto de hora, que a ella se le hizo eterno, pudieron sacar la pierna de Any
de entre las tablas. Estaba llena de arañazos y desgarrones, pero no parecía
que tuviese ningún hueso roto. Resultaba más preocupante la brecha de la cabeza
de Susy. Aunque las tranquilizaba el ver cómo a medida que se iban
tranquilizando los ánimos ella también empezaba a dar muestras de cordura y de
sensatez. Lina y Pecas, que en principio no parecían dispuestas a aguantarse
quietas en lo alto del edificio e insistían en saltar junto a sus compañeras,
comprendieron que era un peligro tanto para ellas como para las que estaban
abajo, el que saltasen antes de que liberasen a Any. Además les pusieron unas
mantas y cojines, que aunque estaban bastante sucios, amortiguaron las
caídas.
Al día siguiente, como era de
esperar, ni Any ni Susy asistieron a clase. Tampoco lo hicieron Pecas y Tonia,
aunque ellas apenas tenían unos rasguñazos y algunos moretones. Según alegaron
sus familiares tenían depresión. Sí acudieron Lina y Mery, pero no quisieron ni
hablar del asunto del día anterior. Aquella experiencia les sirvió para madurar
y darse cuenta de que la curiosidad deberían destinarla a actividades más
constructivas.
Mar Cueto Aller