Homenaje a Julio Verne por Luis Parreño

JULIO VERNE
 
Llevo viajando por el éter toda una existencia. No puedo concretar mi edad ni lo que los humanos llaman lugar de nacimiento pues desde que soy conciencia, he vivido todo lo acaecido en el universo.
Tengo una misión que cumplir. Mi tarea es buscar, encontrar y catalogar mentes. Actualmente vivo dentro de lo que llamáis una forma humana, sobre este trozo de bello material llamado Tierra.
Entre otras facultades personales, tengo el don de desplazarme a través del tiempo, en ambos sentidos: adelante y atrás. Y eso me permite recuperar mentes de todas las épocas del saber humano, para así poder conservarlas en el Archivo de lo Eterno.
Pero los parámetros que utilizo a veces chocan con lo que mis superiores (pues también los tengo) consideran que debe ser correcto en cuanto a preservación de notas mentales de vuestra especie.
Me explico. No tuve ningún problema al catalogar a Galileo Galilei, ya que su mente fue tan lúcida como para darse cuenta de dónde se encontraba, tratar de transmitirlo a sus coetáneos y enfrentarse al poder establecido, haciéndose acreedor a críticas y ostracismo. Cuando al fin los representantes de la religión a la que ofendió se dieron cuenta y lo rehabilitaron a nivel mundial, su mente, que está conservada en nuestros archivos, exhaló una especie de suspiro cósmico, pues, como digo, allá donde las almacenamos no existe el concepto de tiempo.
Rebuscando en las mentes de finales de vuestro siglo XIX encontré especímenes interesantes y no fue difícil justificar su catalogación ante mis superiores. Pero uno especialmente, me llevó a dar una larga explicación y a motivar fundadamente por qué lo elegí.
La principal cuestión que me plantearon mis superiores fue el hecho de que no hubiese participado en ningún invento notable, y que su mérito solamente consistía en escribir.
He de decir que es muy difícil explicar a quienes todo lo conocen y comprenden -¿?- lo que puede aportar un escritor de fantasía como el que yo encontré y presenté a su consideración.
Su nombre es Julio Verne y su mente es una de las que más han contribuido al bienestar de la humanidad. De su extraordinaria imaginación salieron relatos tan fantásticos como el de una nave submarina movida por una energía poco conocida en los finales del siglo XIX de vuestra era.
Aunque las descripciones de sus personajes no sean exactamente modelos de psicología, en todos ellos inserta el valor, el respeto, el raciocinio, una humanidad tan normal que los hace próximos a vosotros.
Este hombre, que con un rayo verde hizo soñar a los enamorados; este hombre que viajó de la tierra a la luna sin moverse de París; este hombre que habitó unas indias negras en las entrañas de la tierra; este hombre que describió la naturaleza de los ríos africanos llenos de peligros; este hombre que viajó en una jangada a lo largo del más largo río sudamericano, que circunnavegó el mundo a bordo de un submarino, que enunció inventos que luego fueron realizados años más tarde por sus contemporáneos, según mis superiores no aportaba nada a la civilización de este hermoso planeta.
Este hombre que casi descubre las fuentes del Nilo después de cinco semanas en globo, que da la vuelta al mundo en ochenta días y encuentra el amor; este hombre que en su afán por navegar se embarca en aventuras como la de buscar a un padre, el Capitán Grant, o un marido perdido a la señora Branican , así como evitar una revolución cruzando la estepa rusa con una misiva secreta, que sobrevuela el mundo con un novedoso invento volador, este fabuloso pensador no tenía cabida según mis superiores en el Archivo.
A la vista de hoy en día, hablar de totalitarismos, internet, televisión, submarinos, helicópteros, ascensores, grandes navíos que surcan los mares e incluso viajes al espacio exterior, no tiene ningún mérito.
Pero en una época en la que todo estaba por hacer, en la que los descubrimientos que luego han facilitado tanto vuestra vida aún eran pequeños embriones, ideas casi sin plasmar, hablar de todo esto parecía una locura.
Y sin embargo no lo era. Las siguientes generaciones han leído ávidamente sus escritos sobre viajes extraordinarios y se ha maravillado de que todo aquello que él vaticinó -sí, vaticinó-, sea hoy prácticamente realidad.
Por eso insistí tanto ante mis superiores en el reconocimiento de su mente como icono de una civilización en constante avance. Y creo que aplicando la vehemencia que ustedes, los humanos, aplican a sus hechos más notables, les convencí.
Pero como todo tiene una contrapartida, mis superiores juzgaron que debía moderar mis impulsos, habida cuenta de la gran responsabilidad que conlleva ser lo que soy y decidieron aplicarme un correctivo: evitar temporalmente que recorra el tiempo en ambos sentidos, estancándome en una época de vuestra civilización: la actual.
De modo que aquí estoy, entre vosotros, conviviendo en esta locura de mundo que estáis agotando, disfrutando de lo poco que os queda a pesar de vuestro nivel de civilización, ocupando cada día un cuerpo diferente, sondeando las mentes para ver si consigo encontrar una lúcida, una que entienda lo que está sucediendo a su alrededor y lo comunique al resto del mundo.
Aunque me temo que, al igual que Julio Verne, vuestro futuro ya es pasado.
 
Luis Parreño Gutiérrez
6 Abril 2011