Homenaje a Machado por Cecilio Soto

¡¡¡Recuerdos!!!

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto donde madura el limonero.
El limonero florido, el cipresal del huerto, el prado verde, el sol, el agua, el iris… ¡el agua en tus cabellos!
Recuerdo que desde muy joven, con mi hermano Manuel, empecé a escribir. Mi padre nos encaminaba hacia el folclore, pero enseguida desistió tras el primer ensayo.
Pronto comprendí que solo el poeta puede mirar lo que esta lejos dentro del alma, en turbio y mago sol envuelto.

Como todo escritor que se precie, debo tener nombre y Tablante de Ricamonte es por mí el elegido.
Acaban de tocar al Ángelus, del reloj arrinconado, que en la penumbra clarea, el tictac acompasado odiosamente golpea.
Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario girando en torno a la torre y al caserón solitario. Ya las golondrinas chillan, es la hora del paseo. Un pájaro escondido entre las ramas del parque solitario, silba burlón…
Recuerdo las tertulias con Juan Ramón Jiménez, Ramón del Valle-Inclan y Miguel de Unamuno a la sombra de un olmo viejo hendido por el rayo y como un ejército de hormigas en hilera va trepando por él y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas.
Eran tardes serenas, tardes de sol, tardes de poesía. ¡ el jardín y la tarde tranquila! Suena el agua en la fuente de mármol.
Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo despertar. La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos.
Recuerdo que una tarde de soledad y hastío, ¡ oh tarde como tantas! , el alma mía era, bajo el azul monótono, un ancho y terso río que ni tenía un pobre juncal en su ribera.
Recuerdo los ratos de enseñanza en clase. Una tarde parda, fría de invierno. Los colegiales estudian, monotonía de lluvia en los cristales. Ayudadme a comprender lo que os digo y os lo explicare mejor, les respondía.
Mi juventud, veinte años en tierras de Castilla.
He andado muchos caminos he abierto muchas veredas he navegado en cien mares y atracado en cien riberas
Recuerdo a Leonor mi amada compañera.
Tus ojos me recuerdan las noches de verano, negras noches sin luna, orilla al mar salado.
Dicen que el hombre no es hombre mientras no oye su nombre de labios de una mujer
Poned atención, un corazón solitario no es corazón.
La calma, el amor y el día llegaron al asomarse a mi vida la bella Guiomar.
Para escuchar tu queja de tus labios yo te busque en tus sueños y allí te vi. vagando en un borroso laberinto de espejos.
En un jardín te he soñado, alto, Guiomar, sobre el río, jardín de un tiempo cerrado con verjas de hierro frío.
¡Solo tu figura, como una centella blanca, en mi noche oscura!
Tu poeta piensa en ti…
Recuerdo a amigos inconformistas porque los que están siempre de vuelta de todo son los que nunca han ido a ninguna parte.
Son buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan, y un día como tantos, descansan bajo tierra.
Recuerdo la obligada huida de mi tierra.
Es propio de hombres de cabezas medianas embestir contra todo aquello que no le cabe en la cabeza.
Todo lo que se ignora se desprecia.
Recuerdo que de mi infancia, algunas cosas que recordar no quiero.
Y ese dolor que añora o desconfía, el temblor de una lágrima reprime y un resto de viril hipocresía en el semblante pálido se imprime.
Recuerdo que mi paso por esta existencia es para eternizar lo momentáneo, capturar la onda fugitiva y transformar el poema en palabra en el tiempo.
La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés.
Para terminar, también recuerdo que nunca perseguí la gloria ni dejar en la memoria de los hombres mi canción.
Nota: En negrita son frases y estrofas escritas por Antonio Machado.