Homenaje a Mario Vargas LLosa por Luis Parreño

PANTALEÓN Y LAS VISITADORAS.

Regimiento de Artillería nº 5.  Algeciras.   Septiembre 1976.

Hoy me toca guardia. Qué mala suerte, sin nada que leer. Bueno, esperemos que los compañeros tengan algo interesante y le pueda  echar un vistazo.
Caramba con los catalanes, qué bien andan de fondos. A ver, a ver...
“Pantaleón y las visitadoras”. Una edición en tapa dura. Parece interesante. Después del plantón puerta, voy a intentar leer un poco a ver de qué va.
Bueno, menudo trallazo. No he entendido nada de la primera página. El autor, el Vargas Llosa ese, parece que escribe en guaraní. En fin, leeremos las revistas que hay por aquí.

Coño, me toca guardia otra vez y no tengo nada que leer. Aunque fuera una de Marcial Lafuente Estefanía, joé. Nada. En fin, veamos si los compañeros tienen algo interesante.
Otra vez el dichoso libro del “Pantaleón”. Estos catalanes son tan raros que hasta leen guaraní. Mira que el tipo es complicado. No logro pasar de la segunda página ni enterarme de nada de lo que dice.

Oye, Jordi, que si no tienes nada por ahí que no sea el “Pantaleón”. Es que no me entra ni con dos cubatas de ron. Menudo peñazo. Sí, será muy bueno y todo lo que tú quieras, pero yo no veo que avance tu señal. Ah, que tú tampoco lo entiendes. Vaya. Y yo que creí que eso de ser bilingüe era una ventaja. Pues nada, esperemos a ver si en el paquete de este mes me viene algo interesante.

Mismo regimiento, doce meses y veinte intentos después, me tengo que dar por vencido. Durante este tiempo he leído, entre otros, Los cipreses creen en Dios,  Cien años de soledad, Las aventuras de Alberte Quiñoi , Merlín e familia (ambos en gallego), seis Emilio Salgari de la biblioteca del regimiento, Papillón, Los siete minutos, Chacal.... en fin, que no he perdido el tiempo, pero ese maldito Pantaleón es que me pone de los nervios. Bueno, qué se le va a hacer. Ya lo dijo la zorra... “no están maduras” y se marchó. 

Estación de Príncipe Pío. Madrid. Marzo de 1981.

Ya tengo ganas de llegar a Vigo. Hace dos semanas que no estoy con mi mujer y mi hijo. Esta separación me está matando. En fin, a esperar que salga el tren y que no tengamos retraso a la llegada. Cada minuto de retraso es un minuto que no estoy con ellos.
Veamos, la librería de Ferrocarriles tiene una zona de saldos. Van a cerrar en breve y ya he comprado varios libros. Echaré un vistazo y si encuentro algo, lo compro.

Coño, “Pantaleón y las visitadoras”. Voy a mirar, porque estoy seguro de que el libro del Jordi tenía erratas o algo por el estilo; si no, es imposible que no lo pudiera leer. Pues no, sigue escrito en guaraní. Va, por cien pesetas, lo compro. Si lo leo, bien. Si no, a incrementar la biblioteca.

No sé qué ha pasado. De regreso, en el Talgo que sale de Vigo por la mañana, me puse a leer el dichoso Pantaleón y antes de llegar a Zamora ya lo he terminado. No me lo puedo creer. He aprendido guaraní por ciencia infusa; si no, no me explico cómo no pude leerlo antes.

Por cierto, el Vargas Llosa, vaya historia que cuenta. Eso sí es un ejército y no lo que tenemos en este país. Aquí todos hemos hecho la guerra y el amor a mano durante los quince meses de servicio.
                                                       Vigo, 26/01/2011

Nota  aclaratoria.  Aunque la obra citada es de 1.973, en este país se empezó a comercializar a principios de 1.976  como novedad editorial, debido a que estábamos entrando en la época democrática. Yo ya fui soldado del Rey, pues Franco había muerto. Mi quinta fue la primera que desplazó a los reclutas fuera de su Región Militar, de modo que salvo aquellos que por sorteo les había correspondido África, el resto fuimos dando bandazos por el suelo hispano, dándose la circunstancia de que en un mismo cuartel hubiera gallegos, castellanos, catalanes y vascos, cuando hasta ese año nunca se habían mezclado las diferentes regiones militares.
Como podéis suponer, en ciertos cuarteles  se produjo un choque cultural debido esencialmente a que coincidieron tres reemplazos con quintos de la región militar. En mi regimiento se daba la circunstancia de que había veinte analfabetos a los que estaban dando clases para aprender a leer y a escribir, pero cuando llegamos los de fuera, empezaron a verse revistas (Cambio 16) y libros que marcaron una diferencia que fue zanjada por la jefatura prohibiendo su lectura y retirando a los soldados aquellos libros que no eran de fácil catalogación, hasta el día de su licencia.
El “incidente” con el libro citado es totalmente cierto y aún conservo en mi biblioteca el que compré por 100 pesetas, de Editorial Club Bruguera.

                                  Luis Parreño Gutiérrez   2011-01-27