Homenaje a Matilde Asensi por Mª Evelia San Juan Aguado


Imitando sin pudor. Primer capítulo  del Buscón

Amigo mío, por el afecto que os profeso, comparable en todo al que vos me manifestáis, quiero dar cumplida respuesta a esa curiosidad que sentís acerca de mis orígenes e infancia.
Sabed que yo nací en Segovia, soy hijo de Clemente Pablo, natural de la misma villa y de oficio rapabarbas. Como no le gustaba el título de barbero, decía de sí mismo ser “sastre de barbas y tundidor de mejillas”. Se preciaba de aliviar tanto las caras como las faltriqueras de sus parroquianos, lo cual hacía a satisfacción un hermano mío de siete años, aprovechando el tiempo en que mi padre les hacía la barba  y les levantaba la cara para el lavatorio. Éste murió a causa de unos azotes que le dieron en la cárcel. Mi padre sintiólo profundamente.
A causa de su afición a los hurtos estuvo preso en varias ocasiones. Recuerdo una vez que salió de la cárcel acompañado de doscientos cardenales (sin capelo) y cómo todas las mujeres se asomaban a las ventanas por el gusto de verle.
Fue mi madre tan famosa que salía en las coplas de toda España. Se llamaba Aldonza de San Pedro, hija de Diego de San Juan y nieta de Andrés de San Cristóbal; de lo cual colegiréis, como todos, que no era cristiana vieja, por más que ella insistía en lo contrario.
Habilidosa en muchas artes, hechizaba a todos cuantos la trataban. Gracias a sus brebajes, mi padre pudo resistir en la prisión sin cantar y con su industria le sacó de ella más de una vez. Tenía un arte especial para componer virgos y restaurar cabellos canos. Sabía actuar con igual gracia de tercera que de primera y a todos contentaba y sacaba los cuartos. Guardaba en su aposento muchas calaveras y su cama estaba armada sobre sogas de ahorcados. Usaba constantemente un rosario hecho con muelas de difuntos. En una palabra, era alcahueta. Tildada de bruja, estuvo a punto de ser por ello emplumada.
Discutían mis padres sobre a quién debería yo imitar en el oficio. Mi padre me decía:
—“Hijo, esto de ser ladrón es arte liberal y no mecánica. Los jueces y alguaciles nos aborrecen porque quisieran que adonde están no hubiese otros ladrones sino ellos y sus ministros. Por eso nos destierran, nos azotan y nos cuelgan (sin ser el día de nuestro santo)”.
Mi madre se ufanaba de haber sustentado y sacado de la cárcel a mi padre a base de industria, dinero y bebidas que ella misma preparaba. Recordaba sobre todo haberle liberado alguna vez entrando por la chimenea y saliendo por el tejado. Y así me animaba a seguir su oficio, pero yo siempre tuve pensamientos de caballero, desde chiquito. Roguéles que me pusiesen a la escuela, pues sin leer y escribir no se podía hacer nada. Estuvieron un rato enzarzados, pero al cabo parecióles bien lo que yo decía y determinaron enviarme a la escuela, para lo cual hablaron con el maestro y me compraron la cartilla.


Mª Evelia San Juan Aguado