Homenaje a Oscar Wilde por Ana Domingo

DE PROFUNDIS…

H.M. PRISON, READING (enero-marzo 1987)

Querido Bosie (Alfred Douglas): Aquí encerrado entre cuatro paredes, sin poder percibir ni el día ni la noche, y así durante dos años interminables, quiero expresarte en esta carta todo mi dolor, angustia y remordimientos. Todo lo que he sentido y todavía siento. No te culpo de nada, mas mía culpa es, por haberlo permitido. Por haberme dejado engañar. Pero pretendo, querido Bosie, que sepas cómo es mi existencia aquí, completamente solo y aislado, ya que tú nunca en el tiempo que he permanecido aquí te has dignado dar la cara ni has tenido la osadía de venir a verme, ni de escribirme, ¿es que ya no existo para ti?
Empezaré a contarte que en esta misiva con sus innumerables hojas no he podido desahogarme en una sola vez, sino en dos meses, puesto que el señor carcelero sólo me daba una hoja cada día, así como mi manutención, consistente en tan solo un trozo de pan y un cuenco lleno de algo viscoso. ¿Te acuerdas de las comidas lujosas que tú imponías arrastrándome a mí en nuestros mejores días?
Pero no voy a reprocharte nada, tan sólo quiero recordar, aquí en mi habitación oscura, que
“El sufrimiento es permanente, oscuro, y oscuro, y tiene la naturaleza del infinito”.
Recuerdo cuando te conocí, conversando con tu madre en el bosque de Bracknell, que ella misma me dijo que tenías dos defectos: la vanidad y tu insaciable derroche e inconsciencia del valor monetario. Entonces me reí, ¡¡¡ ay, pobre de mí!!! Qué tarde me di cuenta de que lo uno me llevó a la cárcel y lo otro a la ruina total, tanto intelectual como económica. Entonces no le di importancia, pues pensaba que como estabas en la flor de la vida, divina tu juventud, queriendo disfrutarla, amarla, vivir al máximo, gastando desenfrenadamente en tus placeres, estuviese contigo o no, podría al final, cambiar tus aires de grandeza, tu espíritu loco volador. “Exigías sin elegancia y recibías sin gratitud”. Vivías en la creencia de que tenías derecho a vivir a mi costa con toda clase de lujos incontrolables. Me llevaste a la quiebra.
Sabrás y recordarás perfectamente que dejé de escribir por estar más tiempo contigo. Y eso me remuerde la conciencia. Alquilé una habitación en el hotel Worthing para estar solo e inspirarme en mis obras que nunca terminaba, pero tú no me dejabas, yo insistía en que me desatendieras pero tu “amabas disfrutar” de la vida social. Ibas y venías constantemente, un día tras otro. Me sentí en aquella época muy frustrado porque no lograba finalizar mis relatos.
Intenté apartarme de ti varias veces, yo una persona reconocida mundialmente, tenía que huir al extranjero para librarme de ti. Siempre me encontrabas, suplicando en tus telegramas, cartas…que volviese a ti, me jurabas amor y que cambiarías de actitud; yo, como siempre, al final accedía.
Te quería, Bosie, y mi máxima ilusión era que aprendieras en tus comienzos en la literatura, estar contigo, apoyándote, que siguieses ese camino libre y bendito; mas siempre volvías a tus vanidades, a tus caprichos, a tus lujos, arrastrándome a mí. Me engañaste no sólo una vez, sino varias veces, te dejé no una vez, sino varias veces y al final abrí los ojos y supe que me estabas destrozando moralmente, me ahogabas, no podía ser yo la persona que había sido siempre; poco a poco, sentí y comprendí que “el fracaso es formar hábitos”.
Estaba terriblemente equivocado y te consentí todo. Hasta por consentir, consentí ir a la cárcel cuando tu padre el Marqués de QeensBerry y tú me acusasteis de comportamiento indecente y sodomía. Ya no me quedaba otro remedio. Perdí el juicio. Entre vosotros dos perdí la cabeza y ciegamente me conduje al calabozo, bajo vuestra mirada amenazadora. “Tiré la perla de mi alma en una copa de vino.”
Cuántas veces he intentado sacarte de las cloacas, de los suburbios tempestuosos, de tus vicios clandestinos, siempre en vano. Hasta tu madre me escribió una carta para que te mandase a Egipto, separándonos un tiempo y recapacitando, pero otra vez me llegaban tus misivas, imponiéndome que volviera a ti. Y nuevamente accedí. “Estar alerta, he ahí la vida; yacer en la tranquilidad, he ahí la muerte”. Esta frase vino a mi mente cuando irremediablemente tuve que ir a buscarte a Egipto.
Sólo me queda un mes para acabar con mi condena. Si todo sale bien, empezaré a vivir en junio, me iré con mis dos buenos amigos, Robert Ross y More Adey y nos escaparemos a algún pueblecito costero. Y entonces empezaré a disfrutar de la madre sabia naturaleza, que se me ha privado en estos dos años tan dolorosos y penosos. Volveré a oler el mar, ver las praderas con sus árboles y flores, tan distintas y dispares en colores, a sus animales corretear junto con sus crías, sentir el sol brillando y el aire respirarlo y el alba y el amanecer. Mis cinco sentidos estarán a salvo bajo la divinidad de nuestro Dios. “Ohhh, tú que lo sabes todo; sabes de mi vanidad, confío en que mi vida no es en vano, en que algún día nos tomaremos de la mano en una extraña y divina eternidad”.
No hay cárcel en el mundo que el Amor no pueda asaltar. Si eso no lo has entendido, es que no has entendido nada del Amor. También quiero que me cuentes todo.
Escríbeme con toda franqueza sobre ti; sobre tu vida; tus amigos; tus ocupaciones; tus libros. Háblame de tu libro y su acogida. Lo que tengas que decir en tu descargo, dilo sin miedo. No escribas lo que no sientes: eso es todo. Si en tu carta hay algo de falso o fingido, lo detectaré en seguida por el tono. No por nada, ni en vano, en mi culto de toda la vida a la literatura me he hecho.
Espero que nuestro encuentro sea como debería ser un encuentro entre tú y yo, después de todo lo ocurrido. En los viejos tiempos hubo siempre un ancho abismo entre nosotros, el abismo del Arte conseguido y la cultura adquirida; ahora hay entre nosotros un abismo todavía mayor, el abismo del Dolor; pero para la Humildad nada es imposible, y para el Amor todo es fácil".

Tu amigo que te quiere.
Oscar Wilde.
  
(En cursiva y negrita, palabras de Oscar Wilde)