Homenaje a Oscar Wilde por Jesús Salgado

UN JARDÍN EN LA CAMPIÑA

Lady Ágata, con un cestillo de flores, entra en la biblioteca, donde su esposo reposa en una butaca, con los ojos cerrados y el periódico “TheTimes” abierto por la página bursátil sobre la mesa de lectura.
-Querida, ¿has visto a Louis? -dijo Lord Albert Edintong, mirando vagamente a su esposa-.
-Sí, querido, lleva toda la tarde con el jardinero, replanteando los parterres frente a la carretera -contestó lady Ágata, colocando una última prímula en el jarrón del espejo, sobre la chimenea-.
-Hemos de hablar. En privado -Lord Albert se levantó para cerrar cuidadosamente la puerta-. La situación ya no se puede sostener más. Mañana Louis sustituirá el cartel de “SE ALQUILA” por el de “SE VENDE”.
-Pero, querido, eso significa...
-Que debemos marcharnos definitivamente de aquí –acabó la frase su marido-. Y reconocer nuestra derrota económica, lo cual me cerrará muchas puertas, pues nadie se asocia a un fracasado.
-Si hubiéramos podido alquilar…-suspiró ella-.
-Nos hubiéramos ido al continente, dos meses en Frankfurt, con tus primos, tres en la Riviera francesa, con mi hermana y su marido, y otros doce meses más visitando a los parientes alemanes e italianos.-Lord Albert carraspeó levemente-.
Parecería un viaje de placer, pero habría sido la forma de salvar las apariencias mientras los gastos de los intereses de nuestra deuda se iban pagando con la renta de la mansión…Hubiéramos sido nómadas de lujo, durante año y medio o dos años…
Lady Ágata hizo furiosamente un nuevo nudo a su collar de perlas.
-Maldigo el momento en que te dejaste liar por ese snob metomentodo… ¡Invertir todo nuestro capital en hierros!…
-Raíles, querida, raíles para el ferrocarril… es de gran futuro en Europa, y todos los países avanzados se dan cuenta de su necesidad, pero... ¿quién iba a prever esta crisis? Aunque calculo un retraso de dos años, continúo pensando que la idea de De Gränt es fabulosa.
-Sin embargo, a día de hoy, significa haber hipotecado todo nuestro patrimonio. ¡Oh!, escucha, un coche se ha detenido frente a la verja…-dijo ella, apartando el visillo de la ventana-.
De un descapotable último modelo bajó un hombre cuarentón, bien vestido, observando la fachada con veneración…
-Voy a recibirle, Louis debe estar al fondo de la finca y no habrá oído. -Lady Ágata salió ágilmente, dejando una estela de perfume que impregnó la estancia por unos instantes-.
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Vestíbulo del palacete, donde se encuentran el matrimonio y su visitante.
-Albert, te presento a mister Oscar Wilde. Es escritor, amante de las artes, y parece que le ha enamorado nuestro jardín… ¿No es adorable? Hoy en día se encuentran tan pocas personas que sepan apreciar un auténtico jardín inglés…
-Es un placer conocerle, lord Albert, su mansión me ha llamado la atención al pasar por la carretera esta mañana, y el cartel de alquiler ha estado pendiente en mi mente durante toda la jornada. Estaba deseando poder visitarla, es…. ¡tan genuinamente inglesa!
-Caballero, le invito a que, de la mano de Ágata, haga usted incursión en todas las habitaciones. El diseño de cada estancia ha sido largamente debatido, procurando crear un espacio amplio, pero cómodo, un hogar… Permítame que ultime unos papeles en mi despacho y después podremos seguir dialogando. ¿Acepta ser nuestro invitado para cenar esta noche?
-Nada me hubiera complacido más que acompañarles, pero me esperan ineludiblemente en Londres, tengo palco reservado para el estreno de “Beatiful live”, donde Lily Bearth, actriz amiga mía, hace un papel relevante.
-Entonces, una copa de buen brandy, o un jerez, antes de marchar. Pero vaya con Lady Ágata, está impaciente por enseñarle.
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Sentados frente a la chimenea, Lord Albert y míster Oscar conversan, mientras Lady Ágata, en una mesa de caoba, echa las cartas sobre un tapete blanco.

-Esta es una interesante posibilidad, Lord Albert. Necesito alejarme del ajetreo de Londres, hacer tabula rasa para que nuevas ideas germinen en mi mente, por no hablar de las enfáticas recomendaciones de mi médico, el doctor Stone, que hace ya tiempo me empuja a alejarme de la contaminación de la gran ciudad. Estos aires puros tienen que sentar bien…
-Querido amigo, las noches en la campiña son de un silencio absoluto, salvo el cri-cri de los grillos y el sonido de algún ave nocturna… Le garantizo que dormirá como un lirón. Nosotros echaremos en falta tanta paz… Desafortunadamente, asuntos familiares y de negocios nos alejan durante dos años del país. Es mucho tiempo para que esta casa permanezca cerrada, y sería nuestra tranquilidad saber que queda en buenas manos.
-Le comprendo plenamente, y respecto al precio que hemos hablado, no habría problema. Mi editor será garante. En cuanto al servicio…
-Siete de picas cruzado sobre el tres de trébol: sus circunstancias hallarán aquí el crisol de la magnificencia -interrumpió Lady Ágata, mirando fijamente hacia un punto en el vacío-. ¿Está usted prometido, mister Oscar?
-¡Oh, no, por Dios! ¡Qué idea tan decadente! El matrimonio es un contrato fomentado por la sociedad que nos rodea, que necesita verlo todo bien atado…les felicito por la armonía que ustedes demuestran, pero yo me considero un espíritu libre, y créanme que mi vena creadora se resentiría si tuviera que estar pendiente de asuntos domésticos y un montón de niños tirando de mi levita. Carezco de la humildad necesaria para someterme a tal yugo.
-En cierta medida es así, aunque también tiene sus recompensas -dijo lord Albert-. De hecho, mi esposa y yo hay días en los que no nos vemos, salvo a las horas de las comidas. Y sin embargo, cuando entro en una habitación por la que ella ha pasado, noto su presencia en el adorno de un jarrón de flores o en el olor de su perfume favorito.
-Es lo bueno de vivir en una casa grande, imagino.-Intervino mr. Wilde-.
Efectivamente, -dijo Lady Ágata mientras comenzaba a enumerar contando con su dedo índice sobre la otra mano-. Me ocupo de la organización de la casa; ejercito la equitación; colaboro en actividades de la iglesia; elaboro el árbol genealógico de nuestras respectivas familias; toco el piano; hago paisajes de acuarelas y realizo los arreglos florales en las habitaciones. ¿Cree usted que realmente tengo tiempo de aburrirme?
-Respecto al servicio, me decían...
-Bien, la cocinera y la doncella acuden todas las mañanas desde el pueblo, salvo en sus días de descanso, en los que queda todo preparado. Y supongo que para su atención personal contará con algún ayuda de cámara…
-No soy tan sibarita, Lady Ágata. Siempre he rechazado las facilidades que conllevan obligaciones. Todo hay que decirlo, en Londres resido en el Grand Hotel, y con el servicio del propio hotel y las gestiones de mi administrador, vivo despreocupadamente.
Lo cierto es que me gustaría contar con su mayordomo, Louis, si mal no recuerdo, para que se hiciera cargo de dirigir la casa. Entiéndanme, una persona como yo, tan abstraído, es incapaz de velar por el buen funcionamiento de las cosas.
-Me temo que esta cuestión va a ser un inconveniente -dijo lord Albert-. Louis lleva cinco años con nosotros y es nuestro ayuda de cámara, mayordomo y secretario personal. Realmente insustituible.
-Ciertamente, -añadió lady Ágata-. Nuestro largo periplo por Europa conlleva trámites en las aduanas, cartas a las embajadas y contestación a cuestiones de negocios; hacerse cargo de equipajes, pagos y demás. Con Louis tenemos la certeza de que todo se efectuará con la máxima eficiencia.
-Lo comprendo, -exclamó míster Oscar, dejando resbalar su mirada por el salón-. En fin, hubiera sido un retiro muy agradable, justo del estilo de lo que estaba buscando, pero si ésta es su última palabra, debemos dejarlo aquí.
El matrimonio intercambió una rápida mirada de alarma, apenas perceptible.
-El caso es que -intervino lady Ágata- tampoco hemos contado con la opinión de Louis. Creo que deberíamos recabar su parecer. Al fin de cuentas, es un empleado doméstico, no un esclavo.
- Ja, ja, ja -exclamó el invitado- así es hoy en día, hay que pedir permiso hasta al personal de servicio. El mundo evoluciona, mi encantadora anfitriona; cualquier obrero fabril se considera libre de hacer huelga contra su patrón. Quizá no tengan qué comer mañana, pero gozan de libertad de pensamiento y acción.
-Disculpad que me ausente, debo poner a Louis en antecedentes -dijo Lord Albert, levantándose del sillón para tocar la campana de servicio-.
-Naturalmente, Lord, aunque creo que también yo debería mantener una conversación en privado con él, a fin de cuentas, debemos conocernos, para poder decidir.
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Conversación en el invernadero, entre mister Oscar Wilde y Louis, mayordomo.
-Supongo que Lord Edintong te ha mencionado las circunstancias que nos implican, Louis.
-Creo comprender, señor, que de mi decisión depende que usted alquile la mansión…
-Así es. Naturalmente, continuarías con la misma retribución que hasta ahora, con la posibilidad de realizar pequeños trabajos extras que la aumenten.
-¿Como cuáles, señor?
-Oh, bueno, ya sabes, desde ir a Londres a dejar papeles a mi editor -hombre tedioso donde los haya-, llevar mis trajes al tinte (en la capital, dudo que aquí sepan tratarlos); hasta hacer de “hombre de compañía”, jugando a las cartas, al cricket o a lo que se tercie para no caer en el mortal aburrimiento de la campiña.
-Comprendo, señor. Sin embargo, los señores tienen toda su confianza depositada en mí, y contaban con mi presencia en el viaje por el continente.
-Bien, tú debes decidir. ¿Realmente te gusta viajar?
-Oh, no, señor, es agotador; en cada parada hay que efectuar trámites y gestiones, contratación de maleteros y carruajes, buscar alojamiento, avituallamientos, y más...mientras los señores hacen alarde de paciencia hasta verse debidamente alojados.
-Da la impresión de que has viajado mucho…
-Señor, antes de ser asistente de lord y lady Edintong estuve prestando servicio en la marina. Puedo decir que he estado en las principales ciudades de uno y otro lado del Atlántico, y conozco cuatro de los cinco continentes.
-De lo que deduzco que desde que desembarcaste, valoras pisar tierra firme y echar raíces en un sitio… Y dime: ¿No conocerás algún otro asistente que esté dispuesto a viajar?
-En la Escuela donde me formé podrían dar referencias de jóvenes sobradamente preparados para quienes un viaje como éste representaría una oportunidad. Todo estriba en que los señores se avengan a ello.
-Disponiéndolo con tiempo no sería problema, pues…-Oscar Wilde carraspeó- Louis, he de hacerte una pregunta muy personal.
-Dígame, señor.
-El caso es que permanezco soltero. Mi vida es la literatura, mi cabeza está llena de ideas para transmitir sobre el papel, vivo absorto en ello. Pero también disfruto de una buena comida, maridada con los vinos adecuados, de una conversación inteligente, de los trajes de última moda, de asistir a tés, recepciones, estrenos de ópera, teatro… Mi vida social es muy intensa, aunque comienza a fatigarme… Necesito un descanso.
-Comprendo, señor.
-Y sin embargo, todo el mundo se plantea que a mi edad aún no me haya casado…
-Es una decisión personal, señor.
-Bien, la cuestión no es hallar jóvenes dispuestas. Continuamente me presentan doncellas encantadoras que me miran arrobadas esperando que Cupido una nuestros corazones con sus flechas.
-Ya surgirá, señor Wilde.
-No se trata de eso. Desde mi más tierna juventud, descubrí que, aunque valoro el perfume y la belleza de las rosas, mi instinto se decanta más hacia la viril imagen de nardos y gladiolos…No sé si entiendes….
-…¿Señor?...
-¿Sí?
-Esta mañana,… cuando… ha parado… el coche… frente… a… la… carretera….y me… ha  preguntado… sobre… el… arrendamiento… de… la…mansión…
-Cuando esta mañana pasaba con mi descapotable a la vertiginosa velocidad de 40 Km. hora, descubrí frente a la valla un hercúleo joven con el torso descubierto y un pico en la mano. Eso me hizo aminorar la marcha, fijándome en el cartel de alquiler de esta hermosa finca.
-Le ruego me disculpe, señor. Estaba moviendo la rocalla antes de que viniera el jardinero. Realmente me gusta hacer ejercicio físico, y con este calor, bien... me quité la camisa y quedé sólo con el pantalón y los tirantes.
-Precioso torso, muy musculado, y con un bronceado que, ahora entiendo, proviene de sus días de marinero…
-Así es, señor.
-Louis, siempre me he planteado cómo los marineros, jóvenes con necesidades fisiológicas, tantos meses embarcados, logran dar rienda suelta a sus excesos de energía…
-Bien... realmente, hay quien se mantiene firme en su gusto por los pétalos de rosa y su perfume, señor, pero también quien descubre que hay más variedades florales…
-¿Y en tu caso, Louis?
-Mister Oscar, en ultramar aprendí que: “A falta de rosas, bienvenidos sean tulipanes”.
-Comprendo Louis, y si yo hubiera de escoger una flor que me representara, me decantaría por la orquídea. Empero, quiero preguntarte sobre otra cuestión, de índole doméstica…
-¿Si, señor?
-Calculo que Lord Albert le llevará más de veinte años a su esposa, y sin embargo, se la ve tan plenamente satisfecha de su vida campestre… ¿Quizá disfruta de la atención de algún amante de la jardinería que sepa revitalizar su savia, para exhalar esa fragancia de flor tan bien cuidada?
-Como caballero que es, creo poder dar por sentado que esta confidencia quedará entre nosotros…
-Por supuesto, Louis.
-Pues, efectivamente, la señora es una delicada rosa que necesita cuidados especiales, de los que me encargo personalmente, con el tácito beneplácito del señor, que carece de la energía necesaria para dedicarse a tales menesteres -Louis hizo un inciso mientras carraspeaba-. Tanto Lord como Lady Edintong agradecen mis desvelos, recompensándolos generosamente.
-Entiendo. Por mi parte, también sabría recompensar tus conocimientos de jardinería,aunque debo saber si éstos abarcan más variedades que las rosas.
-Estoy seguro de que las orquídeas también podrían despertar mi interés, mister Wilde. Es un campo del que apenas tengo conocimiento, pero puede resultar igualmente enriquecedor.
Wilde da un par de golpecitos en la barbilla de Louis, mientras exclama:
-Tenía la intuición de que este día iba a ser especialmente fructífero. ¿Qué fue lo que dijo lady Ágata en la lectura de cartas?... ¡Ah, sí!... “Siete de picas cruzado sobre tres de trébol. Sus circunstancias hallarán aquí el crisol de la magnificencia”.
-Lady Ágata puede presumir de una percepción extraordinaria. Y su fragancia es realmente exquisita; la ausencia de Lord y Lady Edintong supondrá una pérdida sólo recompensada por la complacencia de entrar a su servicio, Mister Wilde.
-Salgamos, pues, del invernadero, para transmitir esta toma de decisión, que creo que a todos nos satisface.-
Y mientras Louis permanece abriendo la puerta, Oscar Wilde traspasa el umbral con una discreta sonrisa que escapa a su flemática imagen.