Homenaje a Oscar Wilde por Matías Ortega

El Ruiseñor y la Rosa

Hizo suyas, el cándido ruiseñor,
las penas de un joven embelesado
por una mujer vanidosa,
quien como prueba de amor
le pidió la más bella de las rosas.

¿Dónde encontraré esa rosa roja
que cautive el corazón de mi doncella?
¿Existirá un rosal que dé una flor tan bella?
Se preguntaba el galán lleno de congoja.

Contestó el ruiseñor:
No sufras mi buen amigo,
Volaré hasta hallarla
y pronto la tendrás contigo.

Cansado de tanto volar
sin encontrar lo que buscaba,
se detuvo a descansar
y mientras lo hacia, cantaba.
Un rosal de blancas rosas
de sus trinos se prendó
y su flor más hermosa
al ruiseñor ofreció.
Más linda no podía ser,
pero su blanco inmaculado
no era el color deseado
por la caprichosa mujer.

Abrazado al rosal, sin notar sus espinas,
seguía cantando el ruiseñor,
mientras gotas de su sangre roja
cubrían los pétalos de la rosa
y la cambiaban de color.

Así nació la rosa de la pasión,
para expresar sentimientos
que se llevan en el corazón,
unas veces alegrías y otras lamentos.
  
Oscar Wilde escribió un triste cuento en el que creo que reflejó parte de sus propias contradicciones emocionales. Por un lado una extrema sensibilidad destacando las bondades del amor en el personaje del ruiseñor y por otro la amargura del amor, superado por las miserias humanas, en los personajes del estudiante y su pretendida enamorada.
Esta es mi versión, en forma de poema, de esa historia.