Homenaje a Tagore por Matías Ortega

HABLANDO CON IRENE
 
EL MAR
- Abuelo ¿Por qué miras tanto el mar?- preguntaba la pequeña Irene.
- Mi querida nieta –contestó su abuelo–, el mar es azul como tus ojos, tranquilo como tu sueño y también bravo, como tú cuando te enfadas.
- Las olas vienen y van y me traen tu recuerdo cuando te tengo lejos, su rumor es como tu risa, entra dentro de mí como la música y da paz a mi espíritu.
- Abuelo ¿Por qué aquí el mar tiene dos orillas?
- Verás, mi tesoro, el mar que conoce y baña la costa de multitud de países cuando llegó a Galicia se enamoró de esta tierra, tuvo envidia de los ríos y como éstos quiso penetrar dentro de ella.
- ¿Y el mar siempre es azul? – dijo la niña.
- El mar es un espejo en el que se mira el cielo, en él se refleja su color, que cambia del nítido azul al gris de la tempestad, puede ser muy bello y también dar miedo hasta encoger el alma.
- Abuelo, si yo soy como el mar ¿también puedo darte miedo?
- No, querida mía, tú sólo puedes darme amor, aunque bien es cierto que podría sentir temor si te viese enferma o sujeta a cualquier peligro, sólo eso sumiría mi mar en horribles tinieblas.
Rabindranath Tagore nos dejó una magnífica obra literaria de la que yo destacaría sus relatos breves. Cuentos que partiendo de una elaborada sencillez exaltan en pocos párrafos todo un mundo de sensaciones en el que predominan los sentimientos.
Respetando estas pautas he llevado al papel una conversación algo imaginaria con esa niña, aun en camino, pero pronta a llegar, que es mi primera nieta a la que llamaremos Irene.
Estoy seguro de que la innata curiosidad de los niños y mis ganas por enseñarle mi mundo harán que esas conversaciones sean una práctica habitual.