Imágenes inspiradoras por Mª Evelia San Juan Aguado


DOROTEA
(Del siglo V al XX)

¡Qué encargo tan arduo he recibido! Viajar otra vez en el tiempo… ¡Si tan siquiera fuera como en el siglo de oro! Entonces la vida transcurría con lentitud y las personas ilustradas conocían al dedillo nuestro gran idioma latino, disfrutaban con nuestras leyendas, aprendían de ellas lecciones importantes, sentían admiración por nuestras obras de arte –que imitaban abiertamente-, leían a nuestros grandes autores: sus poemas épicos, sus obras de teatro, las hazañas militares, los modélicos discursos de nuestra oratoria… en definitiva, ¡vivían con el influjo positivo de nuestra época!

Había pintores excelsos y mecenas generosos que subvencionaban sus cuadros. Guardo un gran recuerdo de Zurbarán, al que inspiré un retrato en el que me vistió con tanta elegancia y magnificencia como si fuera una gran dama de la época. Hay en los museos distintos retratos míos, que han contribuído a perpetuar mi memoria.

Pero esta vez me ha tocado el siglo XX y ya nada es igual, me siento muy perdida. El latín es un idioma moribundo, la vida de las gentes ha cambiado tanto que apenas reconozco sus cosas cotidianas. Abundan las ciudades populosas, con muchos miles de habitantes, casas enormes elevadas a alturas inauditas, donde las personas son desconocidas entre sí, viven ajenos unos a otros y todos se afanan como las avispas. Tienen obsesión por la velocidad; los caminos antes empedrados se han convertido en una especie de ríos sin agua, oscuros como el plomo, recorridos por diversos artefactos extraños que se desplazan a toda prisa mediante ruedas y motores inexplicables para mí. ¡La leyenda de Dédalo e Ícaro es ahora una realidad! Surcan los cielos unas inmensas aves metálicas que parecen de plata, transportando a las personas de país en país a velocidad de vértigo. 

Además, sobre dobles carriles de hierro anclados al terreno se mueven unos enormes gusanos oscuros por el día, pero luminosos en la noche, que se detienen en unas construcciones destinadas en exclusiva a ellos en las ciudades y vomitan muchedumbres de gentes cargadas con grandes cajas, a la vez que reciben a otras igualmente equipadas. 

Parece como si viajar fuera algo que les gusta practicar. Surcan los mares grandes naves repletas de mercancías que atraviesan desde una parte del mundo a otra. También hay barcos de pasajeros, destinados a realizar viajes de placer llamados cruceros.

No sé qué pensar de lo que comen. Hay muchos alimentos nuevos, me han explicado que proceden de otras partes del mundo, han sido aclimatados y se producen en grandes cantidades, se venden en comercios llamados ultramarinos y las transacciones se siguen haciendo con dinero. También hay muchos lugares para beber y comer: los llaman bares, tabernas y restaurantes o casas de comidas.

Voy a conocer a un personaje famoso que vive en una gran urbe da la Galia llamada París.

 Se llama Cristóbal Balenciaga, es español y se dedica a coser ropajes suntuosos para grandes damas patricias, que le pagan generosamente. Es  un gran admirador de los pintores del siglo de oro, de ellos saca una parte de sus trajes y es tal su importancia que ha llegado a confeccionar vestidos nupciales para reinas y señoras de la más alta nobleza. 

Por eso dicen que se dedica a la alta costura y es el mejor modisto español de todos los tiempos.

Lo que más me ha hecho pensar es una frase famosa suya que resume la amplitud de su trabajo: “Un buen modisto debe ser: arquitecto para los patrones, escultor para la forma, pintor para los dibujos, músico para la armonía y filósofo para la medida”.

Si mis retratos van a servirle para que su inspiración vuele a la máxima altura sentiré que habré cumplido mi tarea.


Mª Evelia San Juan Aguado