Imágenes inspiradoras por Mar Cueto Aller
LA GRAN MERIENDA (Dibujo Mar)
Antes
de salir de casa miró con agrado su imagen en el espejo del vestíbulo. Pensó
que había merecido la pena el tiempo que le llevó su arreglo. Apenas salió al
jardín vio lo que le pareció un enorme insecto chocar contra su globo ocular.
Un manantial acuoso disolvió su máscara de pestañas e hizo que resbalara por su
mejilla. Se volvió contrariada hasta el
cuarto de aseo e intentó recomponer su imagen. No fue sencillo porque su ojo se
negaba a dejar de llorar y cuando lo conseguía no era capaz de imitar la línea
y la sombra del que permanecía inalterado.
Después
de arreglarse varias veces y volver a recaer en la inoportuna llantina del ojo
accidentado decidió llamar a sus amigas y comunicarlas que no podría
acompañarlas de marcha. Ellas en lugar de comprender la gravedad del asunto y
compadecerla se lo tomaron a risa para
su indignación.
Para
más contrariedad sus padres habían invitado a unos amigos y se disponían a
pasar una tertulia en el jardín merendando y hablando de todas esas cosas que a
ella la aburrían: como la música clásica, las películas de cine independiente y
los libros de ensayos. Pero ella ya les dejó claro que no pensaba ni hacer
presencia, se metería en su habitación a ver películas en su ordenador y a
jugar con sus videojuegos. Y así hubiese sucedido si el matrimonio que visitó a
sus padres no hubiese venido con su hijo mayor a quien también le gustaba la
misma música, películas y libros que a sus padres.
La
merienda resultó muy agradable e interesante para todos. Solo hubo un pequeño momento
azaroso cuando su madre contó a los invitados el motivo de que se hallase en
casa y sus planes de irse a su habitación. Pero, para su sorpresa nadie se
burló de ella ni de su decisión de acompañarles en la tertulia. Al principio
solo se fijaba en los ojos y la fascinante voz de su nuevo amigo, pero poco a
poco, le fue pareciendo que todo lo que comentaban era interesante. Pasaron las horas y sus padres
entraron en la casa, pues les parecía que empezaba a refrescar. Los jóvenes sin
embargo se quedaron a la mesa pues les encantaba todo lo que tenían sobre ella
y se propusieron degustarlo sin prisas saboreando y comentando sus opiniones.
Incluso se pusieron a recoger cerezas bromeando y disfrutando de la tarde tan
agradable que hacía.
Cuando
se quisieron dar cuenta ya era de noche cerrada. Cada vez que habían salido a
llamarles y a decirles que se hacía tarde habían dado la excusa de que querían
coger unas pocas más de cerezas. Pero lo cierto es que no llegaron a llenar ni
medio cesto, pese a que el cerezo estaba plagado de frutos. Por lo que dieron
la disculpa de que tendrían que verse al día siguiente para seguir cogiendo
más.
Mar
Cueto Aller