La Farera por Mª Jesús Rodríguez

4 enero
Me desperté con los primeros rayos de luz de la madrugada. El sol me hacía un guiño desde la línea del horizonte mientras se iba desprendiendo de su reflejo marino. Con el mar en calma, oteé con el telescopio en todas direcciones, pero comprobé aliviada que no se podía divisar tierra por ningún sitio. En realidad, no podía divisar <<nada>>; <<nada>> más que cielo y agua, pero, ¿no había sido ésa mi intención desde un principio?
Mirando hacia abajo, hacia el abismo marino, el azul se oscurecía y se enfriaba y era imposible distinguir nada más que vacío. Por encima de ese vacío, se erigía el faro, sobre unos pocos metros de tierra y rocas. ¿Eran realmente rocas? Creí distinguir un remolino bajo el agua, algo serpenteaba en el fondo del mar... Pero no, era sólo un pez escurridizo que no pude llegar a distinguir bien.
El día transcurrió sin ninguna novedad. Neptuno jugaba en las escaleras con una pequeña pelota de goma: la empujaba con el hocico desde el escalón superior y seguía su descenso hasta la base del faro. Mientras tanto, yo me entretenía oteando con el telescopio el horizonte marino, hacia todas direcciones; pero el mar estaba en calma y el cielo despejado; sé que su llegada será anunciada por el viento.

6 enero
He depositado mi esperanza en unas nubes grisáceas que se distinguen hacia el sudeste; el viento sopla con fuerza y quizá nos alcancen antes del mediodía de mañana. Sin embargo, la superficie del mar se mantiene suave, sin cambios notables, por debajo de ellas. ¿Cuán larga será mi espera antes de poder divisar algún rasgo suyo? Muchos marineros y piratas han vivido y perecido sin llegar a conocer su existencia más allá del mero rumor; si bien es cierto que, a diferencia de mí, ellos intentan huir de su presencia.
Sigo sin comprender las dificultades de De Grät por conseguirme este puesto. Quizá, por el hecho de ser mujer, piensen que pueda enloquecer como le ocurrió al anterior farero. No entienden que mi insistencia no se fundaba en el capricho banal de una dama; para la mayoría de los nobles resulta incomprensible que una mujer pueda interesarse por la marina como yo lo hago. Pero desistí en mi intento de hacerrme a la mar en una nave; ningún marinero ni pirata osaría llevar a una mujer. Nuestra <<raza>> es de mal augurio. Además, comprobando los lugares de avistamiento en un mapa cartográfico, me di cuenta enseguida de que este faro constituía un lugar estratégico desde el que lograr mi objetivo. Por eso tuve que engañar a De Grät; le convencí de que mi deseo era escribir un libro, pero deduje por su mirada altiva que no me creía capaz de semejante tarea. Por último, le persuadí con la estúpida idea de que me había enamorado de Orndoff y necesitaba alejarme de él, de todos los hombres, en algún lugar solitario; mientras tanto, escribiría un diario que le haría llegar cada 10 días, con el regreso de la balandra que me provee de suministros. No creo necesario continuar con la mentira, pues ni diez hombres me harían abandonar este lugar, desde el que espero ser la primera mujer en divisar el Kraken marino, el gran monstruo del legendario Davy Jones.

7 enero
Mis confidencias de ayer quizá resulten enigmáticas para alguien no versado en el tema. Por eso, y porque espero que este diario algún día sea publicado, explicaré a qué se debe mi interés.
Desde hace siglos, marineros y piratas han temido el mar y lo que protege su abismo. ¿Qué misteriosas criaturas habitan el fondo marino de nuestro planeta? Esa pregunta nadie ha sabido responderla; <<nadie>> que haya sobrevivido para poder relatar sus aventuras. Por supuesto, la fantasía del hombre no se ha hecho aguardar; pronto las leyendas sobre gigantescas langostas, enormes serpientes marinas, incluso de 9 cabezas como la llamada hidra que Heracles destruyó. Pero... ¡Ah! El más interesante es el dueño de esos enormes tentáculos que han derribado tantas naves, haciendo naufragar tanto a marineros como a piratas. El Kraken no divide el mundo como lo hacen los hombres. En el fondo del mar, donde todos han perecido por igual, Davy Jones recoge algunas de sus almas, las que sean de su interés, y las reserva y custodia en el abismo de su armario.
Por eso sigo oteando el horizonte, en busca de algún signo que me demuestre su existencia real; pero el mar sigue vacío y las nubes se acercan lentamente.
Sin embargo, al final de la tarde, cuando el sol yacía por encima del horizonte, una nave con las velas desplegadas se interpuso en sus últimos destellos; su silueta recortada se desvaneció al minuto cuando el sol se ocultó y, en la oscuridad, no logré distinguirlo. Si mañana se acercan hasta el faro, quizá pueda preguntarles por el Kraken.

8 enero
La nave ha desaparecido y empiezo a pensar que fue fruto de la soledad que recorre este faro. Me entretengo hablando con Neptuno, contándole historias sobre el Kraken y Davy Jones y cómo ansiamos su llegada. Él me escucha en silencio, con esa expresión risueña común a todos los perros cuando jadean sacando la lengua.
Dentro de 2 días llegará la balandra con nuevas provisiones y tendré que entregarle este diario. Quién sabe si, con la próxima balandra, no será De Grät el que venga a recogerlo confundido por mis palabras. Rezo para que el mar escuche mis plegarias y el Kraken venga a por mí antes de que eso suceda.
Oteo el horizonte sin cesar. El mar me ha cautivado en su devenir y ya ni siquiera duermo esperando su llamada. Cuando el horizonte se confunde en mi telescopio y pierdo la noción del cielo y el mar, hundo mi mirada hacia el abismo, tratando de encontrar una señal. A veces, me parece distinguir pequeños revuelos por un lado o por otro, pero la huella se difumina en pocos segundos llevándose consigo mi esperanza.

9 enero
Se ha levantado una brisa suave desde el sudoeste y el faro parece mecerse a su compás. Noto una pequeña agitación en la superficie marina; sus olas, que normalmente se enlazan entre las pequeñas rocas que circundan el faro, se estrellan de vez en cuando contra los muros del faro. A media tarde, las rocas se habían olvidado bajo dos metros de agua y las olas ahora se precipitan invariablemente contra el faro. Si la marea sigue subiendo, la balandra no podrá llegar mañana con las provisiones y De Grät no recibirá todavía mi diario.
Es difícil distinguir nada entre las olas; la espuma no tiene tiempo a diluirse antes de que una nueva ola le arrebate su sentido. Hacia el horizonte, algunas olas se alzan como tentáculos antes de volver a engullirse.
La ansiada tormenta por fin ha llegado; quizá muy pronto tenga que enfrentarme a mi anhelado adversario. Mientras tanto, Neptuno y yo continuaremos como vigías del faro desde lo alto del fanal, provocando a las más aventuradas olas a arrastrarnos tras ellas.

10 enero
No he dormido en toda la noche. Algunas olas han salpicado mi cabello y mis vestiduras y Neptuno yace completamente empapado en lo alto de las escaleras. Ha desistido de acompañarme en mi vigilia y juraría que entre ola y ola le escuchado alguna vez estornudar. ¡Pobre Neptuno! ¡Qué sólo se quedará cuando mi alma sea reclamada!
El mar explota bajo mis pies y parece abrirse en dos canales. No puedo resistirme a contemplar lo que veo.

11 enero
¡Lo he visto! ¡Puedo jurar que lo he visto! Se abre paso a través de las olas, que se enroscan entre sus tentáculos haciendo que parezca de dimensiones infinitas. Bajo los tentáculos, he encontrado dos ojos; dos ojos que me miran con avidez; sé que me espera allí abajo. ¡Dios mío! No puedo creer que todo sea cierto. ¿Y Davy Jones? Siento su presencia en el abismo; me reclama, oigo su voz a través del viento. Una voz grave y eterna, que se confunde entre el crepitar de las olas y que pronuncia mi nombre, una y otra vez. ¿Me atreveré a dar un salto en el vacío? ¿A confiar ciegamente en la voz del mar? ¿Y si mi alma no es rescatada como predicen los cuentos?
¡Dios mío! ¡Ahora le veo! Las olas se desgarran gritando mi nombre y sus ojos me miran a través del Kraken; la espuma se reúne sobre las olas y descubro con asombro un rostro.
El rostro de un hombre.
¡Davy Jones!
No le haré esperar más.