La Farera por Manuel Ángel

4 de enero
Sigo aquí sentada, mirando el horizonte. No necesito nada más. Llevo tres días en este faro y la soledad se apodera de todo. Hasta el aire huele a soledad.

5 de enero
Hoy se ha encaprichado el día en amanecer con sol. A mí me encanta y deseo que la mayor parte del tiempo sea así. Incluso hasta las gaviotas parecen alegrase. Vienen aquí, al fanal, donde paso la mayor parte del tiempo. Me dedico a leer y a contemplar el mar. Siempre está jugando con sus idas y venidas. A veces las olas parecen acariciar el faro y otras se baten con furia sobre los muros. He observado una lucha frenesí entre ellas por la posesión del faro. Pero no siempre es así.

6 de enero
Estoy cumpliendo las órdenes de De Grät. No me es difícil llevar el diario y tiempo para escribir en él no me falta. Aquí las horas parecen inmóviles. El tiempo pasa con una cadencia parsimoniosa. El ritmo del aire, incluso, es lento. No hay nada nuevo que añadir a este diario salvo que los días se repiten y encadenan monótonamente.

7 de enero
De Grät no confiaba en mí, en una mujer, en que pudiera hacerme cargo de este trabajo. Nada más lejos su equivocación. ¡Estos hombres! Si él supiera que justamente lo que quería era alejarme de ellos...
Aquí, recluida voluntariamente en este faro, soy feliz. Aquí no dependo de los caprichos de nadie y soy realmente dueña de mí.

8 de enero
Otro día más y no hay nada nuevo. Todo se repite con inusitada calma: mismo aire, mismas gaviotas, mismo mar, mismo silencio y misma soledad. ¡Ni siquiera para mí pasa el tiempo!

9 de enero
Hoy reviso el faro. Sigue la humedad en su base, que supongo llevará ahí desde su construcción. Hace mucho frío y la humedad penetra hasta la médula. Es, de todos modos, el mejor sitio para guardar las provisiones. Sólo bajo hasta aquí las veces imprescindibles pues la humedad te hiela hasta el alma.

10 de enero
De Grät me dijo que cada diez días vendría la balandra a traer provisiones. De momento no atisbo ningún barco en el horizonte. Este telescopio también parece enmudecido, pues no he visto otra cosa que no sea el mar y las gaviotas desde que estoy aquí.
Hay víveres suficientes para otros dos días más. Luego...
Subo al fanal a realizar tareas de limpieza. Al menos esto me entretiene.
Afortunadamente traje unos cuantos libros para matar esta soledad que se impone por doquier. Me gustaría que hubiese algo más en este trabajo que limpieza, lectura e infinita soledad.

11 de enero
Mis peticiones han sido oídas por Neptuno y me ha brindado la visión de un pequeño bergantín a lo lejos. Consigo divisarlo a través del telescopio. Es demasiado grande para traer solamente mis provisiones. En su mástil principal hay una bandera que no consigo distinguir. Sé que es negra. Diviso también a unos hombres que, desde proa, dirigen su mirada al faro. Tal vez De Grät haya pensado que estaría mal y manda hombres y víveres para con el fin de relevarme.
Tengo cada vez más cerca el bergantín. Ya distingo sin lugar a dudas la bandera: una calavera sobre fondo negro. ¡Piratas! Prácticamente han llegado a las proximidades del faro y con sogas están bajando una pequeña embarcación desde babor. ¿Pero qué quieren de mí, una mujer indefensa en este faro alejado del mundo?
Ya oigo sus pasos subiendo por la escalera...