Microrrelato de Mª del Carmen Salgado Romera -Mara-


 Altarf

Pensaba, sumido en la tristeza, mientras miraba hacia atrás despidiéndose para siempre de su tierra:

“Soy mozárabe, mi vida nunca ha ido más allá de esas cuatro calles que ahora ya casi no puedo distinguir. De aquella carpa en la que vendí cientos de alfombras cuyos  hilos han sido anudados, uno a uno, por mis hermanas que en ella  consumieron  su vista y su juventud.

Solo he conocido este pueblo y estas casas  de las que  mi gente se ha ido  marchando  de la misma forma silenciosa y constante en que han ido desapareciendo  mis ilusiones, mientras las oquedades de mi mente se poblaban de silencios, de negros recuerdos  y miedos sombríos.

Pero yo nací bajo la protección de Altarf, la más brillante estrella de constelación de Cáncer , y el amuleto que de mi pecho cuelga a ella me llevará,  cuando la mar abrace mi cuerpo con la pasión de una amada”. 

En el cielo, las estrellas observaban su pena y lloraban lágrimas de lluvia. La colina protegía sus esperanzas resguardadas en una cueva testigo de  cómo los arroyos se convertían en torrentes y los árboles eran abatidos por los rayos. El mozárabe temblaba de miedo y de frío, pero su mayor temor era no poder lanzarse  a la mar desde la pequeña península sagrada.

Un rayo había caído muy próximo iluminando por un momento la colina destrozada. El  trueno retumbó en la cueva ahogando el último suspiro que exhaló su cuerpo. Hacia el cielo se elevó gozosamente una débil chispa al encuentro de su estrella sagrada. 

Mara