Muestrario 2015 por Esther Bravo Pobes
“Ilusiones”
Vestida con su camisa de chorreras, sus
guantes largos, su sombrero y su paraguas, Francisca ostentaba el título de la
reina del pueblo.
Su belleza fresca y natural, su
sensual cuerpo adornado con sus marcadas curvas llevaban a cualquier hombre a
estrellarse cuando ella paseaba por la calle principal de su pueblecito natal.
Su porte elegante, sus gestos,
su perfección y su exquisita manera de andar llamaban la atención a los
forasteros, que acudían al concierto del quiosco los domingos después de la
obligada misa cantada en gregoriano.
Adornaba con su peineta el
majestuoso pelo largo castaño, fuerte y sano perfectamente peinado por ella
misma y con la exactitud de una total profesional de la sastrería, lucía sus
ajustadas faldas largas cosidas a mano artesanales, dejando siempre constancia
de su esbeltez con sus impecables zapatitos de tacón.
Su finura y elegancia heredada
de los cuentos de la corte leídos por su padre al acostarse repletos de reinas
y doncellas enamoradas de príncipes, la llevaban a vivir en el sueño de ser una
de ellas, encantamiento hecho real cuando salía de su hogar.
En la humildad de sus paredes se encerraba su
secreto y era allí donde Francisca
cantaba al son de su música lavando los platos, fregando, cosiendo,
limpiando...pero todo eso cambiaba cuando se adornaba con sus prendas más
preciadas hechas por ella y esperaba a su príncipe azul venido de otras
tierras.
Nunca olvidaba su combinación
de suaves puntillas y sus lazos de raso de todos los colores que bien planchados
tenía sobre la bandeja de plata que adornaba su cómoda, su pulcritud y su honra estaban por encima de
todo y aunque su ropita interior discreta la protegía del frío y los catarros,
su tejido de fino hilo de algodón con
calados, vainicas y frunces simulaban
cualquier obra artesanal expuesta en el más lujoso establecimiento de lencería
femenina.
Algún día se iría de su casa, se marcharía a
la capital, como lo hacían las ricas pretendidas por hombres de posición y
Francisca sería feliz, seguro...
Ahora la juventud la protegía y
la sonrisa la acompañaban, mañana sería
otro día.
Esther