Navidad 2012 por Mª Ignacia Caso de los Cobos Galán


                                          CUENTO DE NAVIDAD 

       Inés y Claudia sabían que aquellas Navidades serían distintas. En unión de su madre y hermanos pequeños habían acudido al pueblo a la casa de los abuelos, que estaba encaramada en la montaña nevada. El cabeza de familia, según decían los mayores, se había ido al cielo, cosa que no comprendían bien, pero notaban su ausencia, y allí estarían más acompañados.

       La Navidad y Año Nuevo la habían pasado entre villancicos y descensos por la nieve, subidas en un pequeño trineo casero, que para ellas era el mejor del mundo.

       Se aproximaba la festividad de Reyes y se encontraban excitadas por la intriga de qué les pondrían en sus zapatillas. En la carta enviada a sus Majestades les decían que se habían portado bien a lo largo del año, por lo que esperaban que a su paso por aquel lugar retirado les dejaran algún regalo.

       Durante los días precedentes sus tíos las provocaban constantemente diciéndoles que hasta allí  no podrían llegar los Reyes, pero ellas insistían con su ilusión:

- Dejaremos la puerta entornada para que les sea más fácil entrar en la casa. Pondremos una mesa, bien adornada, con turrones de los que hace la abuela, café calentito y una botella de ron, para aplacar el frío del camino.

Habían hecho tres muñecos de nieve imitando a los Reyes, con largas túnicas hechas de colchas viejas que habían encontrado en el desván, y unos turbantes con papel enrollado.

- Este recibimiento les va a gustar, comentaban en el almuerzo, para no dejarse intimidar por las palabras de sus tíos.

Al fin llegó el día esperado. Después de la cena prepararon con su madre la mesa, adornada con ramitas de acebo y muérdago. Pusieron la mejor vajilla y unas bonitas copas. Estaba preciosa.

Junto a la zapatilla colocaron sus muñecos llorones, con los faldones impecablemente planchados. Querían que los Magos comprobaran que los habían cuidado. La realidad es que así se veían más cosas entre los pequeños obsequios que recibirían. Sin embargo, este año tendrían una gran sorpresa.

Se pasaron la noche diciendo:

- Madre, ¿ya es la hora? Hemos escuchado el trotar de los caballos y el rechinar del  portón al abrirse.

- Callad, (las calmaba), es muy temprano. Todavía podemos encontrarnos con ellos, y no nos dejarían nada. Tiene que estar la casa en calma.

En la espera terminaron durmiéndose, hasta que  llegan a la habitación todos los mayores gritando con gran alborozo:

- ¡Hala, levantaos! Ha amanecido y los Reyes Magos os han dejado algo.

- ¡Venid! observad lo que hay en vuestras zapatillas.

Corrieron y, junto al muñeco llorón, había un paquetito pequeño. Lo abrieron con gran cuidado y encontraron unos preciosos pendientes de coral y oro, junto con un revoltijo lleno de chucherías.

Y para los pequeños Juanito y Manuel, que también habían dejado sus zapatillas, había un caballo de cartón-piedra con ruedas para poder arrastrarlo.

- Mira, madre, se han comido casi todo el turrón, el café y el ron. Tendrían mucho frío y así habrán entrado en calor para continuar a otra casa.

- Nos han dejado un roscón, comenta la abuela. Está adornado con frutas de colores. Vamos a desayunar. Tiene un aspecto que dice: ¡comedme!

Nunca se dieron cuenta de que aquellos bonitos pendientes eran los que llevaban en los días de fiesta su madre y su tía, y el caballo de cartón-piedra procedía del sótano, aunque le habían hecho algunos arreglos, tanto que parecía nuevo. Las manos de su tío José sabían hacer milagros.

Fue un día lleno de alegría y en cualquier lugar de la casa se escuchaban cánticos y risas.

Al día siguiente abandonarían el pueblo. Habían terminado las fiestas y cada cual retornaba a su hogar.


                    Oviedo, 6 de Enero de 2013.
              Mª Ignacia Caso de los Cobos Galán.