Palabras Camufladas 1 por María del Carmen Salgado Romera (Mara)



DIVINA CRISIS

Ocurrió justo once días después de que la cofradía pusiera en liquidación sus pertenencias ante su inminente disolución. La culpable, la crisis económica mundial.
Es fácil deducir aplicando la Ley de la Correspondencia “Como es arriba es abajo y como es abajo es arriba”, que los reinos  inmateriales también estaban pasando por apuros económicos. Allí vivían todas las almas de los seres no encarnados. Estuvieran en el cielo o no, había que alimentarlas. Y no quedaba presupuesto.
Se reunieron las Cabezas Pensantes (ninguna  estaba adosada a un cuerpo) de las religiones mayoritarias y decidieron quitarse de encima el problema traspasándolo a la humanidad. 
“Eso podría llamarse abuso de poder”, dijo una de las Cabezas. Y las demás se encogieron de hombros –metafóricamente hablando-.
Modificaron el punto uno de la Ley de Regulación de Materialización de Almas en dos aspectos fundamentales, en el número mínimo de años transcurridos desde la última reencarnación y en el número máximo  de seres humanos diferentes que pueden coexistir en el planeta Tierra.
El número mínimo de años lo redujeron a cero, con lo cual podían “bajar” a cualquier alma, incluso la de un recién finado. Pero el número máximo de seres humanos estaba limitado por la Ley de la Viabilidad de las Combinaciones Genéticas.
Una de las Cabezas Pensantes, calva como una bombilla, se iluminó repentinamente y dijo:
-Si no podemos aumentar el número máximo de seres humanos, hagamos réplicas de cada uno e insuflemos en cada réplica un alma desencarnada.
-¿Estás hablando de que multipliquemos un mismo código genético para que albergue a varias almas diferentes?
-Sí.
-¿Y el aforo de la Tierra? ¿Cabrán todos?
De nuevo se encogieron de hombros,  abrieron mentalmente la trampilla de los reinos inmateriales y por ella se precipitaron todos los seres que vivían flotando  alrededor de la tierra. Según veían un cuerpo libre lo ocupaban,  como quien pilla a la brava un asiento vacío en el autobús. En algunos casos se producían peleas por instalarse y es que,  con la sorpresa, la prisa y el miedo a darse un batacazo contra el suelo -ya habían olvidado la Ley de la Gravedad, pero la Ley a ellos no-, no se preocupaban mucho de mirar dónde se metían, ignorantes de que había cuerpos para todos y de que, al reducir a cero el número mínimo de años desde la última reencarnación, ahora gozaban de una extraña inmortalidad, pues, nada más perder la vida podían ocupar otro cuerpo.
Al ver que habían vaciado los reinos inmateriales, las Cabezas Pensantes se frotaron las manos -metafóricamente hablando-, después de poner el cartel de “CERRADO POR JUBILACIÓN” sobre la puerta de los reinos inmateriales.  
-Ha sido buena idea –dijeron.
Agachando la cabeza en señal de respeto y despedida, las Cabezas Pensantes se dispersaron por los confines del Universo llenas de nuevos proyectos.
Así pues, once días después de que la cofradía pusiera en liquidación sus pertenencias, los seres humanos se habían quedado sin dioses y estaban sumidos en una divertida confusión. Porque, en cualquier esquina, se podían encontrar con ellos mismos, hazaña que antes sólo conseguían después de muchos años de introspección, ayuno y meditación. Eso generaba animadas charlas, que unidas al alivio de haber perdido el miedo a la muerte y a la sensación de liberación que sentían desde que los dioses se habían ido, pues nadie tenía que defender su fe, ni meterse en guerras enarbolando las banderas de las religiones, hizo de la tierra un lugar superpoblado, pero intensamente divertido.  
Para siempre, por los siglos de los siglos.


Mara – Carmen Salgado Romera