Parejas de baile 2015 por Mª del Carmen Salgado Romera-Mara-


EL RECADERO DE CABEZAS
 
Los dedos seguían pulsando las teclas del ordenador. El texto fluía sobre la pantalla frente al cuerpo, sentado con la columna bien recta, de aquella mujer cuya cabeza parloteaba con el recadero, cada vez más alejada de su cuerpo.
-¿Sabes, chico? Me encanta esto: poder marchar a la peluquería mientras sigo trabajando.
El recadero asintió con la cabeza sin pensar que ella, dentro de una caja cerrada colocada ya sobre el asiento de atrás del vehiculo, no podía verle.
-Y ¿sabes?, el único inconveniente es que, cuando se separa la cabeza del cuerpo, la boca parece que huele mal. Pero yo utilizo el colutorio del Dr. Humbert, que vigoriza las encías y deja un agradable sabor a cubata.
-¿A cubata? –contestó el chico interesado. Empezó a pensar si sería más barato que un cubata de verdad.
-Sí. Parece un cubata de verdad. Incluso, alguna vez que lo he tragado he notado como mi cuerpo escribe más deprisa, como si me hubiera metido un chute.
-¿Un chute? ¡Vaya!... –Los ojos del chico se abrieron sorprendidos-. ¿Pero cómo es capaz de notar el cuerpo a distancia?
-No, no. No noto el cuerpo a distancia. No quería decir eso. Es que cada expediente de embargo me lleva media hora y el colutorio lo tomo justo antes de que los recaderos me desenrosquéis la cabeza. Siempre miro la hora y siempre me lleváis a la peluquería cuando empiezo uno nuevo. Como estoy fuera justo hora y media, debería tener grabados tres expedientes a mi regreso. Bueno, pues… ¡Fíjate!: Cuando trago colutorio, me encuentro a mi regreso con cuatro o cinco expedientes grabados. Pero no se lo digas a nadie. No, al menos, de mi trabajo. Porque luego marcho antes. Me pagan por número de expedientes grabados al día. Así, cuando los acabo, me voy.
-¿Y qué más da que lo sepan?
-Que luego querrían que hiciéramos los expedientes más deprisa, porque ahora ellos calculan media hora para cada uno.
-¡Ah, claro! Paso en hora y veinte, a recogerla ¿no? Seguro que la dejan muy guapa.
-Gracias, chico. Nos vemos. 
-¿Nos vemos? Yo a Ud. dentro de esa caja, no puedo verla. Y creo que Ud. a mí, ahora tampoco.
-Quiero decir que nos veremos…luego.
-¡Ah, no la había entendido! -La caja que el recadero sujetaba por el asa se sacudió de risa-. Bueno, aquí la dejo. Ya viene la peluquera a recogerla. ¡Nos vemos!
 
Mara