Relatos de misterio por Ana Alonso Cabrera
EXPERIENCIAS
CERCANAS A LA MUERTE
Cierra los ojos y se deja ir. Sabe perfectamente qué va a
ocurrir, lo ha experimentado cientos de veces, ya ha perdido la cuenta y la
capacidad de asombro sobre lo que un cuerpo humano puede resistir. Pero esta
vez, piensa, va a ser la última.
Siente la primera descarga.
Dolorosa, como siempre. Es un agudo instante de dolor que precede al siguiente
de “la nada”. Aún no existe una palabra que defina ese estado que sucede justo
antes de morir. Una desconexión drástica de ese dolor punzante que sufre el
cuerpo. En los pulmones, en el corazón, en las extremidades. Intenso,
insoportable. Dura un segundo y luego... “la nada”. Luz brillante, aceleración,
ingravidez, asombro y el túnel. Los seres queridos que se acercan con placidez,
sonrisas y bienvenidas más o menos intuidas porque en ese instante llega la
segunda descarga. En ese punto nada más se es conciencia y pensamiento que
obedecen a la droga que entra en el cuerpo que ha quedado atrás, desnudo,
sumergido en un gel transparente y conectado por millones de electrodos a un
programa informático de última generación. La sensación de placer es tan
intensa, tan magnífica, tan poderosa que sepulta completamente el dolor
emocional de alejarte, cuando tan cerca estás, de quienes amas, a quienes
deseas volver a ver y que esperan al otro lado de la luz del túnel.
Mi hija, me espera. La veo
siempre allí, me llama: ¡mama!
Centella. Es el nombre por el que
se conoce esta nueva droga. Fácil de suministrar, limpia, moderna, rodeada de
un halo de trascendencia que la hizo muy popular entre las clases adineradas.
Jóvenes y mayores transitamos por la senda del más allá buscando la exquisita
conexión con el universo, la comprensión apenas atisbada del infinito, el
desapasionamiento del mundo y sus trajines y dolores... muchas son las
sensaciones, pero sobre todas ellas, el inmenso placer que nos da la Centella.
Es tan solo un programa
informático que se conecta a través del biochip, ese invento tan moderno que
terminó implantado en toda la población en pocos años, posee todos nuestros
datos, ubicación, usos y costumbres, hábitos de consumo... todo... por eso
pudieron rastrearnos a quienes en la Centella descargamos un algoritmo
distinto, algo que nos convierte en conejillos de indias de una organización
poderosa e implacable, traidora en esencia que nos fue reclutando para sus
fines. La operación SS&Co (Ciencia, espionaje y consciencia, en sus
términos en inglés Science, Spy and Conscious) ha sido un gran éxito y un arma
poderosa en las agencias de inteligencia de las grandes potencias.
Yo, igual que otras personas como
yo, me enganché a Centella rápidamente. Aunque lo cierto es que pronto me
descargué programas piratas, más baratos y más arriesgados, pero mi economía no
daba para más. Una de las víctimas propiciatorias. Sola, desesperada, sin
dinero y con una cualidad innata para el rastreo y manipulación de las
conciencias. Esta cualidad me la descubrió la agencia, cuando me reclutó.
Un adiestramiento no muy largo,
de apenas tres meses, fue suficiente para mí. En el momento Centella, soy energía consciente pura, tan
pura como se puede ser en el instante antes de morir, soy capaz de ir al lugar
que quiera, si no me fijaran un destino obligatorio, y soy capaz de ver,
pensar, actuar, dirigir y ordenar ocupando el inconsciente de cualquier persona
en cualquier lugar del mundo. Así, he manipulado grandes y prodigiosas mentes
de los mejores y más brillantes cerebros, sin dejar rastro, sin que se
percataran de mi intromisión. Solo obedezco órdenes. Implantar una idea,
destruir un descubrimiento y borrar su recuerdo, a veces solo observar, leer,
recordar...
¿Cómo negarnos? Nuestro extracto
social bajo, sin parientes apenas, sin ilusiones, sin expectativas... nos
ofrecieron una vida de lujo comparada con la que teníamos hasta ese momento. Y
la posibilidad de morir cuando quisiéramos estaba ahí, no había nada qué
perder, nada que mereciera la pena.
Pero era mentira. Es verdad que
vivo a miles de kilómetros de mi barrio de toda la vida, en una hermosa casa, con
dinero, ropa, y todo tipo de comodidades, pero estoy harta, asqueada. La
Agencia no comprende por qué mi empeño en morir. No comprende mi tristeza, mi
vacío existencial... las posesiones terrenales me dejan un sabor amargo, una
insatisfacción permanente, una náusea infinita... Quise morir muchas veces,
pero no me dejaron. Perfeccionaron el programa para mí, soy la mejor
rastreadora y no quieren dejarme marchar. Se anticipan a mis deseos,
impidiéndome ir con ella, con mi niña... me alejan de ella obligándome a seguir
y cumplir la misión.
Mi niña... Me está esperando al
otro lado del túnel. Me sonríe y me llama: ¡mama!... en la anterior misión solo
me miró, sonrió y de pronto supe cómo rebelarme.
Esta vez, lo conseguiré, por algo
soy la mejor. Solo deseo abrazarla de nuevo, besarla y juguetear con su pelo,
hacer cosquillas en las palmas de sus manos, y reír juntas... como antes. Es mi
deseo primordial y será el amor el que me hará libre.
Esta vez, podré morir en paz de
una vez y para siempre.
Ana Mª Alonso Cabrera