Relatos de misterio por Mar Cueto Aller
LA
DESAPARICIÓN DE MU
La gran
plataforma de transporte flotante se introdujo en el puerto sin ninguna
dificultad. Las dos pequeñas naves sumergibles que la guiaban cumplieron con su
misión sin contratiempos. Las multitudes, que habían acudido a presenciar el
acontecimiento, apenas se atrevían a exclamar la admiración que sentían ante
tal hazaña.
-No es
extraño que todos los habitantes hayan decidido acudir a este espectáculo. No
volveremos a permitir que otro cargamento como éste vuelva a importarse a esta
ciudad.
-Gran
Maestro Kan Mu, sabéis que os respeto y valoro vuestras órdenes. Pero espero
que las necesidades y limitaciones de la isla os hagan cambiar de opinión.
-Sé muy
bien a qué os referís. No obstante, la solución no está en incrementar los
recintos para albergar a los visitantes. Sino en limitar y aplazar las conferencias
y recepciones de los neófitos que deseen acudir a ellas.
-Sabéis,
Gran Maestro, que los cinco templos y el gran estadio se nos quedan limitados
para tanto neófito que pasa la prueba y acude desde La Atlántida, La Asia y
demás lugares del planeta. ¿No creéis que sería injusto negarles las llaves de
la Sabiduría?
-Sin
duda. Aunque la prudencia me indica que han de esperar su turno para que la
isla de Yonaguni no sufra el peso de tanta construcción.
-Gran
Maestro, la isla es fuerte y siempre sobrevive a los cataclismos que periódicamente
nos azotan. Además, nuestras naves aéreas cada vez son más eficaces.
Necesitamos seguir consiguiendo suministros para incrementar el número, a fin de que en el próximo tsunami puedan
salvarse la totalidad de los residentes. Y todos sabemos que nuestra mayor
fuente de ingresos consiste en la divulgación de nuestros saberes y las
enseñanzas de nuestra cultura Ryukyu.
-Tendremos
que aplazar la conversación y unirnos a los demás Maestros. Acabo de percibir
una alarma de código urgente.
Las
sirenas comenzaron a escucharse por toda la isla. Los residentes que estaban
encargados de poner en marcha el plan de evacuación trataban de infundir confianza
y tranquilidad en la población. Hubo muy pocos casos de histeria, que fueron
sofocados rápidamente, pues a quienes lo necesitaron se les proporcionó los
tranquilizantes adecuados.
Desde el
garaje del Templo de Proyecciones Intergalácticas las naves interplanetarias
iban lanzándose sucesivamente. Aún no se disponía del número necesario para
desplazar a todos los habitantes. Pero se sabía que no todos estaban preparados
para realizar el largo y definitivo viaje que les llevaría hasta las Pléyades. Lugar
de procedencia de sus ancestros. Aun así, no hubo disputas ni peleas. Muchos
preferían refugiarse en lo alto de los peldaños de la gran pirámide y esperar a
que amainase el temporal como en situaciones anteriores. Otros ocuparon las
plataformas de transporte y las naves sumergibles con rumbo a continentes menos
castigados por la naturaleza deseando poder regresar algún día.
Mar Cueto Aller