Relatos de misterio por Mar Cueto Aller
MENDELÉYEV Y SU PROFETICO SUEÑO
El director del Instituto Técnico de San Petersburgo se
dirigió personalmente al Laboratorio de Química. No quiso citarle en su
despacho para quitar hierro al asunto. Por nada del mundo deseaba ofender a
quien había realizado investigaciones científicas tan variadas y útiles para el
país. Aunque, tampoco podía hacer oídos sordos a las quejas recibidas por el
resto del profesorado. Conforme se iba acercando comprobaba la veracidad de los
hechos.
-¡Buenos días, Sr. Dimitri! Si me permite unos minutos he de
comunicarle unas quejas que he recibido por parte del personal docente. Sólo se
trata de que usted modere un poco sus expresiones. Se me ha comunicado su
costumbre de gritar y proferir improperios en alta voz. ¿No cree que podría ser
más silencioso y discreto?
-¿Ah, si? Pues si esos profesores que se han quejado de mí
son capaces de permanecer discretos y silenciosos cuando les salpica un líquido
en ebullición, cuando cae sobre sus pieles un ácido corrosivo o cuando destapan
un recipiente con un líquido sulfúrico o amónico que me digan el método.
Mientras tanto, que no me hagan perder tiempo.
-¡Lo comprendo, lo comprendo! Esas circunstancias son un
tanto disculpables y escapan a nuestro control -dijo el director-. Pero me han
hecho saber que no sólo en esas ocasiones se le oye gritar y exclamar
exabruptos. Que también suele prodigarlos cuando se confunde en un número o en
una medición. ¿No podría en estas ocasiones ser más comedido para dar buen
ejemplo a sus alumnos?
-¡Pues no! De ninguna manera. Porque ha de saber usted que
una confusión en una sola cifra o en una sola medición puede mandar al traste
horas, días o semanas de trabajo. Y eso es más doloroso que quemarse con un
ácido. Sobre todo, teniendo en cuenta la cantidad de trabajos y de experimentos
que aún me quedan por realizar.
-Pero hombre, tenga en cuenta que hay que dar buen ejemplo a
los jóvenes.
-¡Pues, por eso lo hago, precisamente! Porque ha de saber
que desahogarse es muy bueno para la salud. De no hacerlo podría desencadenar
una úlcera de estomago o una angina de pecho o cualquier malestar
psicosomático. Es necesario que nuestros futuros químicos sepan que han de
gritar o desahogarse de la manera que mejor puedan para perseverar su salud.
*
Cuando posteriormente consiguió una cátedra de Química en la
Universidad de San Petersburgo sus trabajos se publicaron, incluso entre la
comunidad científica de algunos países de Europa, consiguiendo gran prestigio.
No sólo se limitó a sus experimentos en el mundo de la química, también
universalizó la formula del Vodka, inventó un barómetro preciso, y mejoró el
tratamiento de la sal, del carbón y del petróleo entre otras muchas actividades
dedicadas al bien común. Tales logros llegaron a oídos del zar, quien deseó
darle personalmente sus agradecimientos y felicitaciones.
-Será un gran honor para todos nosotros -dijo el Decano-. Gracias
a usted, Sr. Dimitri, el Zar en persona
acudirá a esta Universidad para felicitarle. Espero que se corte la cabellera y
la barba para que su presencia sea de mayor agrado el día de la visita.
-¡Ni hablar! Yo sólo me corto el pelo y la barba al llegar
la primavera y el calor y así pienso seguir haciéndolo.
-Pero ésta es una ocasión especial. Piense que el Zar es el
padre de todas las Rusias y su visita es un gran honor. ¡Qué menos que cortarse
el pelo y la barba para ser de su agrado, ya que viene a felicitarle!
-¡Pues si así no soy de su agrado que se quede en su
palacio! Yo tengo esta norma y no voy a perder el tiempo haciendo más cosas
innecesarias. Bastante lo perderé al recibirle. Pues no creo que venga a
hablarme de ninguna teoría química ni de ningún elemento.
-Debería cambiar de actitud. Su liberalidad le va a producir
muchos conflictos. Tenga en cuenta que los utensilios para sus experimentos no
son gratis y que necesitamos donaciones para poder continuar
suministrándoselos. Hasta ahora le hemos disculpado sus liberalidades, teniendo en cuenta que al haber tenido
dieciséis hermanos mayores está acostumbrado a que le consientan todos sus
caprichos y le hemos defendido, de sus acusaciones de excentricidad, alegando
su procedencia Siberiana y más expresamente
su ciudad natal, Tobolsk. Pero todos sabemos que ni los Siberianos, ni los cosacos de Siberia
suelen ser tan liberales y conflictivos como usted.
-Sí, realmente necesitamos donaciones. Pero no me negará que
mis trabajos también han procurado múltiples beneficios tanto a la
universidad como al país. Por lo que
estoy dispuesto a recibir al zar, pero no a cortarme el cabello ni a afeitarme
más allá de lo que suelo hacerlo normalmente.
*
El fervor con que Dimitri Mendeléyev se entregaba a sus
mediciones y experimentos era tan intenso que en numerosas ocasiones descuidaba
su descanso y sus comidas. Llevándole casi a la extenuación y causando
preocupación a sus compañeros. Por esa razón mandó colocar un diván en una
esquina del laboratorio, donde descansaba e incluso pasaba parte de las noches
cuando el cansancio le hacía rendirse.
-¡Por Dios, Sr. Dimitri! ¿Cuántas horas lleva usted en el
laboratorio? ¿Ha comido algo desde ayer?
-Tengo tanto que comprobar que no tengo tiempo para contar
las horas. Por la comida no se preocupe. Apenas tengo hambre. Lo que sí puede
que necesite es descansar poniendo mis notas en orden.
-¡Pero hombre, eso no es descansar! Lo que usted necesita es
dar un paseo, tomar el aire. Quizás si se acerca hasta la basílica reciba un
poco de inspiración divina y luego ya seguirá con su trabajo.
-La inspiración no existe, ni divina, ni terrena. Trabajo,
trabajo y más trabajo es lo único que realizará las mediciones y comprobaciones
que yo necesito.
-Bueno. Si la inspiración no le sirve, quizás un paseo
relajante por el parque le acerque a las musas y luego pueda continuar más
despejado sus trabajos.
-¡Tonterías! Lo que yo necesito es continuar con mis cálculos y ordenar las fichas con mis
notas.
-Está bien. Pero antes debería descansar para reponer fuerzas.
-Sí. Creo que en eso tiene razón. Había olvidado mirar la
hora para retirarme a mi casa a descansar. No pensé que fuera tan tarde.
*
En una ocasión cayó en un sueño tan profundo mientras
reponía fuerzas en el diván del laboratorio, que llegó a percibir en él una
enorme tabla en la que se divisaban filas y columnas de colores
y en ellas todos aquellos elementos químicos que conocía. Cada uno iba
acompañado dentro de su casilla con su abreviatura, valencia y número atómico.
Jamás hubiera imaginado que todos aquellos datos que trataba de ordenar en
fichas pudieran clasificarse tan reducida y eficazmente. Incluso entre dichas
filas y columnas pudo observar algunos elementos que aún no se habían
descubierto, por lo cual no fue capaz de retener sus nombres en la mente, pero
si retuvo el lugar que ocupaban e incluso algunas de sus densidades. Memorizó
de tal forma aquellos elementos que sí conocía que cuando se despertó mandó que
le acercasen rápidamente papel y lápiz, además de una regla. Y para sorpresa de
los presentes dibujó de memoria un esquema donde se reflejaron perfectamente y
en el lugar preciso según sus números atómicos cuantos minerales, gases,
metales, alcalinos, alcalinotérreos etc. se conocían hasta entonces. Y entre
medias dejó los huecos necesarios para introducir cuantos elementos químicos se
descubriesen a partir de ese momento.
-Profesor, ¿cómo ha podido diseñar algo tan sencillo y a la
vez tan grande? ¿Se da cuenta de lo que significa para el futuro de la química?
-¡Por supuesto! ¿Por qué cree que llevo tantos días que
apenas duermo?
-¿Y cómo ha podido idear algo tan extraordinario como esta
tabla? Nunca le había oído hablar de ella hasta este momento. Yo creí que se
limitaba a compendiar en fichas los datos de los elementos químicos...
-¡En efecto! Eso era en lo que yo estaba trabajando. Pero
acabo de tener un sueño en el que he visionado con toda claridad esta tabla y
estoy seguro de que será de incalculable utilidad tanto para mí como para las
futuras generaciones de químicos.
-¡Y eso que usted no creía en la inspiración, sólo en el
trabajo! Pues ya podía haber tenido este sueño antes de tanto trabajo en
vano...
-¿Cómo que en vano? ¿Acaso hubiese podido interpretar y
retener los datos de la tabla si no hubiese tenido el conocimiento necesario
para ello, gracias al trabajo de laboratorio?
-Pero usted dice que la tabla la descubrió durmiendo...
-¡Sí, eso es cierto! Pero eso no quiere decir que de ahora
en adelante vayamos a dormirnos en los laureles y dejemos los experimentos.
Precisamente ahora es cuando más tenemos que trabajar pues hay que comprobar
los datos y completar la tabla.
*
Mendeléyev publicó su primera Tabla de los Elementos
Periódica en 1869 y en ella se decidió a llamar a los elementos que aún no se
habían descubierto anteponiendo el prefijo eka al elemento más próximo en la
tabla. Entre ellos denominó eka-aluminio al que posteriormente el químico
francés Lecoq de Boisbaudran, que fue su descubridor, eligió el nombre de galio
atribuyéndole 4,75 de densidad.
-¡Por fin! -dijo Mendeleyev-. Ya era hora de que alguien
descubriera el eka-aluminio. Quiero decir, el que ahora será el galio. Pero
debe haber un error. He de comunicar a la Academia de Química de Francia que la densidad del galio debe ser de 5,9
gramos por centímetro cúbico. Seguramente que el mineral analizado no se
hallaba en estado puro.
-¿Seguro? ¿No cree que es más fácil que el Sr. Lecoq tenga
razón al medir la densidad? Ya que es él el único que ha visto y ha analizado el elemento...
-Le vuelvo a repetir que lo más seguro es que no se
utilizase un mineral en estado puro. Es la única explicación posible. Debo
avisar del error y pedirles que vuelvan a analizarlo para su correcta medición.
Cuando le llegó al químico francés la notificación de
Mendeléyev se sintió muy molesto. En su indignación no daba crédito a la
seguridad con que le atribuían tal error. Pero no se negó a efectuar la segunda
medición. Esta vez exigió hacerla con testigos que la corroborasen.
-¡Mon Dieu! ¡Qué insolencia! Pretende tener razón sin haber
visto nunca el galio... De no ser porque se trata del creador de tan utilísima
tabla me negaría en rotundo. Pero, prefiero hacer la medición ante ustedes y
dejar zanjado el asunto.
-¡Sabia decisión, Monsieur! Es importante que el galio,
elemento descubierto por usted, en nuestro país, sea reconocido mundialmente
para la posteridad.
Efectivamente, se repitió la medición del galio asegurándose
de utilizar el mineral en el estado más puro posible sin restos de minerales
incrustados. Y se comprobó que efectivamente la densidad era de 5,98 como había
sugerido el químico ruso.
*
Cuando en 1903 el premio Nobel de Química se le otorgó al
sueco Svane Arthenius por su "Teoría de la Disociación Electrolítica",
Mendeleyév, siempre tan puntilloso, le criticó severamente.
-¿Pero cómo se puede premiar una teoría tan cogida con
pinzas? Ahí queda mucho por investigar aún. No se puede dar por válida cuando
tiene tantas limitaciones -dijo Mendeléyev-. Cuando las haya superado es
entonces cuando se sentarán las bases concretas para diferenciar los ácidos y
las bases.
-¿No cree que la teoría de Svane Arthenius arroja mucha luz
y abre camino para seguir investigando algo tan crucial para la salud y para el
conocimiento de la química?
-¡Sí! Si no fuese por sus dos grandes limitaciones: Primero,
que esa teoría solo es válida en medio acuoso. Pues puede que no se cumpla
dentro de otras sustancias solventes. Y segundo, que no considera ácidos no próticos,
ni las bases deshidroxiliadas que no pueden liberar iones hidroxilos.
-¡Ya, en eso tiene razón! Pero si no somos tan puntillosos,
hay que reconocer que su teoría tiene mucho mérito.
-¡Desde luego! Pero antes le queda mucho por aclarar y
mejorar.
*
Tres años más tarde la comunidad establecida para otorgar el
premio Nobel, en principio, decidía casi por unanimidad otorgarle el galardón a
Mendeléyev. Su Tabla Periódica de los Elementos Químicos les parecía que era el
corazón de la química moderna y que se merecía sobradamente ese reconocimiento
por parte de la Academia Científica. Sin embargo, el preciado premio fue a
parar al químico francés Henri Moissan por sus investigaciones sobre el
aislamiento del flúor. Se rumorea que el culpable de que no se premiase al
químico ruso fue Svane Arthenius, quien le tenía ojeriza por las críticas que
formuló sobre su teoría, pues aunque no formaba parte del jurado sí causó mucha
influencia en Peter Klason, que era uno de los seleccionadores, y se obstinó en
denegarle el premio a Mendeléyev.
-Su tabla es muy útil, pero también lo es la de Meyer y no
tiene huecos libres, mejor esperamos a que los rellene -dijo Peter Klason- y seguro
que Henri Moissan nos dedicará un discurso al recibir el premio más
protocolario y adecuado que el que podría exponer el talentoso, pero
impresentable Mendeléyev.
-No deberíamos censurar los huecos libres en la Tabla de
Mendeléyev, precisamente eso es lo que la hace más útil y precisa que la de
Meyer y que la de cuantos lo intentaron antes que él. No obstante, si lo
deseáis podríamos otorgárselo el año que viene y este año a Henri Moissan, pues,
en efecto, su discurso seguro que no será tan liberal y antiprotocolario. Pero
hay que reconocer que, indiscutiblemente, se merece el premio, pues su
aportación a la química no tiene comparación.
*
Cuando en 1907 se iba a seleccionar el elegido para recibir
el premio Nobel de química, desgraciadamente, Mendeléyev ya había fallecido.
Por tal motivo no se le pudo elegir aunque su tabla periódica, a diferencia de
las que otros químicos idearon, se sigue usando hoy en día en todo el mundo.
Posteriormente se ha ampliado en numerosas ocasiones, como es lógico, cada vez
que se ha descubierto un elemento nuevo. Durante mucho tiempo en su país se
trató de silenciar sus méritos, pues su liberalidad le granjeó muchos
detractores, y no se le admitió en la
Academia Rusa de la Ciencias. Años más tarde se trató de hacerle justicia y en
su honor en 1957 se denominó Mendelevio al elemento de numero atómico 101. Fue
descubierto por un equipo de cinco químicos en Estados Unidos que lo
consiguieron mediante el bombardeo del isótopo del einstenio con iones de
helio.
-¿Quién de nosotros cinco va a tener el honor de elegir el
nombre?
-¡Podemos echarlo a suertes!
-¡No! Yo creo que no sería justo. ¿Qué os parece si se lo
dedicásemos a un personaje digno, tal como se hizo con el einstenio?
-¡Sí! ¿Qué os parece si eligiésemos a Mendeléyev el padre de
la tabla periódica?
-¡Excelente elección! Nadie ha hecho tanto por la química y
se le han concedido tan pocos honores.
-¡Pues no se hable más! ¿Todos de acuerdo...?
Mar Cueto Aller