Cajas de Pino por Jaime del Egido


LOS CUADROS
JAIME


Daniela:
Hace ya un mes que no sé nada de ti, y quiero interpretarlo como buena señal. Habrás estado muy atareada instalándote en Londres. La verdad, será una decisión acertada pues en España no tenías futuro laboral ni personal para satisfacer tus inquietudes. Y en este sentido, aunque me duela, me alegro por ti y tu futuro.
¿Sabes? Estuve en París, en el museo D´Orsay, y vi el cuadro “El balcón” de Manet. Sin duda, es un cuadro impresionista, pero bien mirado me parece también bastante “realista” pues sus personajes aparecen con mucha nitidez. Supe que se trata de una escena en el balcón de una casa señorial (por la presencia de personal de servicio, las contraventanas de madera, sus bonitas vestimentas), en la que músicos y pintores parece que posan para el artista. Casi nunca presto atención a los cuadros porque no entiendo gran cosa de estilos ni sé de la historia que les rodea.
Sin embargo, esta vez estuve más interesado y me detuve a observar de cerca a los personajes. Pude darme cuenta de su actitud: una de ellas está ensimismada y la otra lánguida; el hombre tiene una actitud orgullosa (por no decir chulesca); solo el mayordomo mira de frente al dibujante, reflejando su realidad de sirviente preparado para cumplir lo que le ordenen. Aparte, se ve un perro pequeño y un macetero con flores secas.
Estoy seguro de que te sonríes al leer mi descripción acerca de un cuadro tan clásico como ese y, conociéndome, te extrañes de mi divagación y te preguntes por qué no te cuento algo serio como son los sentimientos por nuestra amistad interrumpida… Tienes razón pero doy por hecho que sabes la fe y admiración que te tengo y no necesito repetirme. Pero si te describo el tema con detalle, es porque sin salir del museo tuve la fortuna de ver otro cuadro, “El balcón”, de Magritte, que estaba en una exposición itinerante.
 Fue pintado 81 años después que el de Manet y representa, tal vez imita, la misma escena pero con la particularidad de que en el lugar donde están los personajes, ahora hay ataúdes en casi la misma disposición espacial.
Aunque no lo creas, me asusté mucho: me vino a la mente el inexorable paso del tiempo que a todos nos afecta. Los ataúdes mejor rematados, más pulidos y barnizados, corresponden al músico y a las dos pintoras; el del mayordomo, tiene caja de peor calidad y el ataúd del perro ni siquiera figura.
Pero el pensamiento que más me desasosegó lo produjo el macetero con las plantas ahora florecidas. Me habla de que la naturaleza sigue su curso inflexible, ajeno e independiente del devenir de los humanos que, con nuestro gran ombligo, apreciamos las banalidades de la vida y nos olvidamos de que nuestra existencia es fugaz. Se me ocurrió pensar que, en realidad, la vida no nos pertenece y que la naturaleza nos presta su energía cósmica momentáneamente. Después, la vida sigue su rumbo trazado con o sin nosotros, le da igual.
Me he dado cuenta, Daniela, una vez más, de que todo lo que no sea estar consciente, ser humilde y disfrutar con familia y amigos, es una pérdida de tiempo. Sí, un tiempo que cada uno tenemos limitado…
     Un abrazo.

Nacho

PD: A pesar de esta digresión, que se me ha colado sin permiso, tú sabes que yo te echo de menos y que siempre te espero.