Cajas de PIno por Mª Evelia San Juan Aguado


BALCONES


No te sorprendas cuando veas ese balcón abierto al desfile carnavalesco que fluye dos pisos más abajo, en la calle, ruidoso de orquestinas y petardos: han decidido ponerse en ambiente con unos trajes de madera claveteada, que guardan la identidad de los portadores en el mayor misterio.
Pensarás que así no van a poder ver los extraordinarios trajes ni escuchar las coplas que los diversos grupos -que aquí les llaman comparsas- cantan a pleno pulmón para criticar con sorna las malas obras de los superiores. ¿Sabes? Éste es el único día del año en que se le permite al populacho semejante desahogo.
Quizá lo que más te intrigue sea observar que en la parte posterior de la imagen se aprecia otro de esos disfraces. Desde luego, ha de ser impactante, por insólita, una escena de ataúdes asomados a un balcón, que pueden provocar estupor, pero que si se detiene la vista en ellos se descubre que se trata de máscaras flexibles, una de las cuales aparece sentada, es claro que se podrán mover andando, ¿no crees?
Hace poco más de un año, para sorpresa de todos, el señor marqués de Vitabona, junto con su esposa, su sobrina y toda la servidumbre que les atendía desde siempre, se trasladó a esta casona familiar, deshabitada hasta entonces, con la intención de instalarse en ella de modo definitivo. La rehabilitó con toda clase de comodidades, se dedicó con ahínco a establecer relaciones con los asistentes al casino, a asistir con las señoras a teatros y saraos, a recibir en casa a las visitas y a buscar un buen partido para su sobrina.
Cuando llegó el día de carnaval mandó preparar el balcón y advirtió a las señoras para que se presentaran bien acicaladas a presenciar el desfile, cosa que ellas cumplieron gustosas. También él se mostraba ufano, orgulloso, con esa prosopopeya de quienes por herencia han estado siempre por encima del populacho. Al sirviente le ordenó servir el té como otro día cualquiera.
El desfile era espectacular, los disfraces deslumbraban, los  grupos bailaban, los músicos tocaban y alternaban con las coplas satíricas, había un ambiente de fiesta como nunca habían visto los marqueses. Las charangas desfilaban cantando a pleno pulmón y cuando llegaron bajo el balcón de los marqueses se detuvieron para ofrecer su chirigota:

Desde el pueblo ha venido
El señor marqués
Y con él se ha traído
A toda su grey.
La marquesa le sigue
De fiesta en fiesta
Por buscar diligente
Marido rico
A su sobrina.
Lástima que la niña
No valga nada,
Con su cara de palo
Y su desgana.

El disgusto que recibieron tras los versos y aplausos de la gente fue de los que ni se perdonan ni se olvidan. Y el marqués se prometió vengarse cumplidamente en la próxima ocasión.
Ahora ya sabes el porqué de estas imágenes.

Evelia San Juan Aguado