Ahora sí, ahora no, por Pilar Torres Serrano


AHORA SÍ, AHORA NO

 Pilar Torres Serrano

 

Éramos amigas, algunas más íntimas que otras. Pero a todas nos unía el coraje, la valentía la lealtad y la fidelidad de unas con las otras. El mayor punto en común era nuestra vulnerabilidad pues o bien éramos personas con problemas de salud mental o con discapacidad intelectual, algo más grave. Las primeras tomábamos medicación, las segundas no.

Las ganas de vivir y de ser felices no nos faltaban. Acababan de inaugurar las luces de Navidad y comentábamos que las de este año eran más bonitas que las del año anterior.

Fuimos llegando al punto de encuentro poco a poco. Nada más llegar yo me encontré con parte del grupo que estaba ya allí. De repente, a bocajarro, Alicia, que era de las que tenía discapacidad, se lanzó contra mí agobiada y me dijo que Carmen se había enfadado con Luisa.

Yo hacía un tiempo ya que no me hablaba con Carmen y Alicia lo sabía. EL motivo de esta ruptura fue que me estaba realizando un juego psicológico de “ahora sí, ahora no”, es decir, tan pronto era una amiga intima como de repente se enfadaba sin ningún motivo y me dejaba de hablar acusándome de cosas muy fuertes que no eran ciertas. Al cabo de una semana, cuando yo lo estaba pasando fatal emocionalmente por la ruptura, se hacía coincidir conmigo con el grupo de amigas y me pedía perdón, dando ella por sentado que yo tenía que perdonarla porque ambas somos buenas personas. Esto me lo hacía desde dos o tres años atrás y yo, efectivamente, terminaba por perdonarla después de haberlo pasado fatal. Era tan lista que me decía que a veces era un poco mala y que la daban arrebatos. Pero un día no la valió y me di cuenta por mí misma que era una persona tóxica que no me convenía y decidí cortar con esa relación para siempre.

Estaba claro que Carmen estaba haciendo lo mismo con Luisa. Mi reacción instantánea a la petición de ayuda de Alicia fue tajante y la dije que me parecía que estaba un poco obsesionada por Carmen. La verdad es que mi comentario, aunque tenía un trasfondo de verdad clarísimo, no fue acertado en las formas pues no me apercibí de lo sensible que estaba Alicia: estaba llorando, era muy vulnerable en ese momento y, además, estaba empleando inconscientemente el juego psicológico de “el salvador”, es decir, ayudar a alguien sin que te lo hayan pedido con el objetivo de obtener un beneficio. En este caso parecía que se trataba de que no la abandonara ninguna de las que estábamos allí.

Lo peor vino a partir de este momento, cuando le dije eso a Alicia, de forma no afortunada, ésta estalló en llanto y entre grandes gemidos se marchó del grupo. Algunas amigas salieron a su encuentro, la cogieron de la mano y la abrazaron fuertemente para que no se sintiera sola con la intención de que se fuera calmando poco a poco.

Siempre he oído decir que una de las cosas mágicas que tiene la Navidad es que nos hace sacar lo mejor que tenemos dentro, nuestra parte más bondadosa y generosa, pero yo creo que esto debe ser así todo el año y no solo la época navideña.

Alicia actuó con bondad, pero no alcanzaba a ver que no era procedente hablarme de una persona con la que yo había cortado de malas maneras Su discapacidad intelectual no le permitía verlo. Empáticamente la comprendo, su coeficiente intelectual no llegaba a más, aunque era muy lista y simpática.

Alicia fue tan noble que nos llegó a reconocer que era una niña mimada y malcriada. Estaba muy disgustada. Todo el grupo lo estábamos.

Camino de la cafetería, Teresa, con discapacidad intelectual también y la mayor del grupo, me preguntó cómo me podría comportar de manera tan fría en estas circunstancias. Yo respondí que creía que era lo mejor para el grupo. Que sería peor aún si yo también estallaba o me entraba la ira y ella calló pareciendo comprender mi explicación.

Luisa, que no había hablado hasta entonces, reconoció lo que Alicia me dijo a bocajarro nada más llegar yo. Efectivamente, Luisa manifestó que Carmen se había enfadado con ella sin motivo alguno , que no la había hecho nada. Yo, sin intención de ir de salvadora, pero viéndola muy preocupada y que me demandaba ayuda, le dije que en mi opinión Carmen le estaba haciendo el mismo juego psicológico que a mí me estuvo haciendo tanto tiempo. Luisa, asintió, se dio cuenta, lo vio.

Alicia se fue calmando poco a poco y ya entramos en la cafetería. Quería que la atendieran la primera y pidió que no la tocara la pata de la mesa. No era descarada, estaba mal criada. El problema de los padres que protegen en exceso a sus hijos por algún motivo es que no se dan cuenta de que fuera, en el exterior, lejos de la zona de confort la vida es dura, hay que saber defenderse de personas dañinas, tóxicas y malignas porque, de lo contrario, se va a tener siempre las de perder. Eso le estaba pasando a Alicia con Carmen.

Por ese motivo mi marido, que me cuida, me pone alguna vez alguna prueba de cómo debo de actuar ante un problema con el objetivo de que sea menos vulnerable y lo más fuerte que se pueda.

Alicia al salir de la cafetería me pidió un beso. Tiene una gran sensibilidad y no quería verme enfadada. Ya parecía que había comprendido como me sentía yo y por qué había reaccionado así y yo le di un beso de forma espontánea y natural. Reconocí que no tuve suficiente tacto y ella me dijo que ya no me volvería a hablarme de Carmen. Para terminar me contó un pequeño secreto: que era que Carmen cuando estaba con ella y más gente siempre estaba hablando de mí. Era realmente tóxica para mí. No me equivoqué al ponerle contacto cero.