Caleidoscopio por Mar Cueto Aller



EL VIAJE ASTRAL DE LIN-CHÚ

    Todos los días desde que tengo uso de razón he practicado meditación e intentado hacer viajes astrales. Cada vez domino mejor la técnica. Aunque me sucede como a la mayoría de mis compañeros, no somos capaces de proyectarnos con exactitud a lo largo del tiempo y el espacio a voluntad. Hoy he deseado escudriñar el futuro para poder observar el terrible karma que acecha a nuestro país. No sabría con exactitud a qué época me he trasladado, pero sí, que era bastante lejana hacia el futuro. Tampoco sabría el lugar exacto porque he tenido que regresar antes de que lo mencionasen. Lo que sí puedo asegurar es que no tenía nada que ver ni con nuestro país ni con nuestra cultura o nuestras circunstancias.
    En mi viaje he podido observar a un grupo de extraños colegiales vestidos con un curioso uniforme que obedecían y escuchaban a su entusiasta maestro. Alguno se distraía dirigiendo la mirada a cuantas pinturas se exhibían a su alrededor en lugar de a la que les invitaban a hacerlo. Otros se complacían en dejarse resbalar por los encerados y brillantes suelos distrayendo a su maestro, que tenía que detener su discurso para llamarles la atención. Pero en su mayoría eran un grupo muy atento que disfrutaban escuchando y admirando la pintura destacada. He sentido tal curiosidad que no he podido evitar el entremezclarme entre ellos para poder ver qué era lo que tanto les interesaba. Me acerqué tanto a ellos que a pesar de que no podían verme creo que alguno se ha percatado de mi presencia y le ha producido un escalofrío. Afortunadamente la incredulidad de sus compañeros le ha tranquilizado e incitado a seguir las indicaciones de su maestro. Cuando pude ver la obra a la que se dirigían las miradas me he sentido un poco desilusionado. No porque no sea extraña y realizada de un modo peculiar, sino porque creo que es poco trascendente para aquellos chiquillos. Allí se veían representadas varias mujeres vestidas de un modo poco cómodo y natural, también se ve algún perrillo domesticado y todos miran hacía un lago o un río entre árboles en una llanura de hierba recién cortada. Me llama la tención lo luminoso que se ve el paisaje y los grandes sombreros pinchados en un palo que utilizan para protegerse del sol. Son parecidos a los que llevamos en nuestra época y lugar sobre nuestras cabezas para no mojarnos con la lluvia. Pero los nuestros son más prácticos, pues los llevamos sobre nuestras cabezas y así tenemos las manos libres. Me hubiese gustado seguir escuchando al maestro de los niños e incluso poder preguntarle la razón de que todos mirasen al agua con tanta despreocupación, como si fuese un espectáculo trascendente. Pero las campanillas que llaman a oración han sacudido mis oídos, mi cuerpo se ha agitado y al instante mi cuerda de plata ha unido a mi cuerpo físico con mi cuerpo astral y he regresado al presente.

Mar Cueto