El balcón de los cien ojos por Pilar Torres Serrano

El balcón de los cien ojos



—Hoy has llegado más tarde, ¿tuviste problemas en el trabajo?

-inquirió Rosa a su marido mientras le preparaba la cena.

—No querida, llegué a la misma hora de todos los días. Lo que ocurre es que tú estás asustada por los dichosos ruidos que oímos en el edificio y en el ascensor -respondió Andrés.

—Sí, puede que sea eso. Hoy los acabo de volver a escuchar. Estoy segura que responden a voces de personas muertas que vivieron aquí antes y que están en el purgatorio. Dan alaridos de miedo. El ascensor sube y baja sin nadie en su interior. Lo he podido comprobar hoy. He abierto la puerta cuando la del ascensor también se abrió en nuestra planta sin nadie dentro.

—Tenemos que comunicarlo a los demás vecinos, a ver qué opinan, no me quiero volver loco con este asunto -manifestó Andrés-. Somos los presidentes de la comunidad, convocaremos una Junta vecinal. Hablaré con el administrador.

A la semana siguiente a las ocho de la tarde acudieron los vecinos a la Junta convocada. 

El único punto a tratar era el de dilucidar la procedencia de ruidos extraños en el edificio y el ascensor comunitarios.

—Yo oigo muchas voces en el cuarto izquierdo -dijo la vecina del tercero izquierdo-. Creo que nadie de nosotros sabe quién vive allí porque el propietario lo tiene en alquiler. Yo pienso que son gente de la mafia. Veo entrar y salir del portal a personas corriendo como si les llevará el diablo. Llevan algo en bolsas de ropa. A veces oigo pedir auxilio a alguien y luego un silencio sepulcral. Creo que se cometen asesinatos. Un día vi sacar por las escaleras un ataúd.

Todos los vecinos miraban atónitos a Doña Margarita. Eran acusaciones muy graves las que había proferido. Tendrían que llamar a la policía.

—Yo propongo timbrar en ese piso y ver qué ocurre -dispuso Santiago, vecino del primero derecha-. Llevar una coartada y ver si nos podemos enterar de qué hacen en el interior de la vivienda.

Todos los vecinos se vinieron abajo. Se negaron a esta proposición. Podría resultar peligroso para sus vidas.

—A mí me parece -sentenció el abogado del segundo derecha- que nos estamos yendo por los cerros de Úbeda y que estamos dando rienda suelta a nuestra imaginación. Pienso que los ruidos del edificio se deben al estado paupérrimo en el que se encuentran las instalaciones, las cañerías ya necesitan una reparación. Igualmente, el ascensor falla en muchas ocasiones . Yo mismo me quedé encerrado en él la semana pasada y llame a emergencias y vinieron enseguida a auxiliarme.

La explicación del abogado dejó a la mayoría de los vecinos confiados en su teoría. Por ello, solo se acordó llamar a la policía para que investigara los hechos del piso del cuarto izquierdo

Después se disolvió la Junta y cada vecino retornó a su hogar bastante complacido.


Pilar